Amnesia

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Los personajes no son de mi autoría, simplemente los he tomado prestados para esta historia.

No existen recuerdos más activos y vigorosos que aquellos que se esconden detrás del velo misterioso de la amnesia.

"Los amantes bajo el Danubio",Federico Andahazi

Después de varios días de pensarlo y darle vueltas a las cosas, finalmente, decidió escuchar a su hermano. Estaba confundida, sus sentimientos eran confusos como sus recuerdos. Podría hacerlo sola como lo planeó al regresar, pero nada, ni si quiera al reencontrarse con Inojin algo sucedió.

La única opción era Sarada. Su hermano la nombró y algo tenía que ver pero...¿por qué ella? ¿Por qué exactamente Sarada?

—Boruto— llamó a su puerta impaciente.

Él asomó su cabeza medio dormido.

—Iré con Sarada, avisa a mamá que saldré —indicó rápidamente para luego caminar a la salida.

—¡Himawari! Yo...yo...— comenzó a decir en un bostezo—. Iré contigo.

Himawari se quedó en su lugar extrañada mientras Boruto corría a su habitación a cambiarse. Pasaron cinco largos minutos ahí hasta que él salió, ella rodó los ojos al mirarlo ¿acaso se había peinado?

—¿Qué haces así? Sólo iremos a ver a Sarada— dijo fastidiada para luego suspirar—. Olvidalo, vámonos, ya he avisado a mamá.

Los dos salieron y caminaron en silencio.

Himawari aunque quisera no podía apartar su mirada de su hermano, de verdad quería saber qué ocurrió en esos tres años para que Boruto cambiara de esa forma. Tenía que haber una razón para eso, ni si quiera ella había peinado su cabello, además, sumandole al hecho de que Sarada vivía a cuatro cuadras después de ellos, no tenía sentido para hacerlo. Todo era extraño.

Los dos se plantaron en frente de su destino. La casa era como la recordaba, las paredes de color blanco parecían darle más luz y parecerla ver espaciosa, lo era, pero a pesar de eso, era acogedora. Esta casa tenía las respuestas, pensó, y sin más preámbulos tocó el timbre tres veces. Miró de reojo al rubio que se movía de un lado a otro, algo le ocurría y eso la puso nerviosa, un poco irritada y cansada de su actitud golpeó a su hermano en su brazo con fuerza.

—¿¡Qué te pasa?!— reclamó molesto y sobando la zona de dolor.

—¡Me pones nerviosa!

Mientras peleaban, alguien salía para abrir la puerta e incluso reclamar el por qué de todo ese escándalo. Al oír las voces se quedó en una esquina sin ser vista. Al verificar quienes eran, sintió como si todo se volviera pesado dentro de ella, era muy pronto para esto, muy pronto. Tenía que hacerlo no tenía opción, pero, a pesar de querer no lastimar a nadie más, no podía cargar con todo ella sola, la lista no le pertenecía. Con todo y sus inseguridades, abrió la puerta.

—Hima— sonrió al mirarla girar hacía ella.

Cuando lo notó, la menor se abalanzó para abrazala. Tres años, tres largos años habían sido una eternidad.

—¡Sarada! Te extrañé tanto, ¿cómo has estado?

—Bien— contestó de manera simple al mismo tiempo qur acariciaba el cabello de la otra.

La lista para perdonarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora