S U E Ñ O [Changlix]

18. Bésame

Entre la suavidad de las cobijas y el calor que se acumulaba en ellas un joven de cabellos rubios dormía plácidamente jalando algunos covertores de sus lados.

-- Lixie es hora de levantarte. -- Su esposo comenzo a jalar las cobijas mientras Félix negaba y las agarraba. -- Félix, debemos ir al estudio.

-- No...aun no. -- Chilló y en su intento de tomarlas más fuerte las soltó provocando que Changbin las aventara a un lado de la cama. --¡Changbin!

-- Oh, lo siento.. -- Fingió culpa,pues Félix se encontraba desnudo con lindas marcas en su cuerpo. -- Mejor ven.

Lo jalo de su mano abrazandolo para darle un poco de calor. Félix se sonrojo hasta las orejas apretando su labio inferior con un poco de fuerza.

-- Te vamos a bañar e iremos a desayunar. -- Félix asintió separándose un poco pero su esposo lo cargo dándole sorpresa. -- Agarrate.

Y subió sus brazos al cuello del mayor hasta que entrando a la ducha lo dejó de pie en esta.

-- Será rápido. -- Y los nervios del menor se esparcieron al notar como Changbin se deshacía de su propia ropa. Bueno, a el obviamente le gustaba el mayor y aunque ya eran marido y esposo aun se ponía nervioso en estas sircunstancias.

-- Hyung.-- Changbin entró y abrió la llave del agua caliente la cual cayó en Félix mojando su cabello y su rostro.

Ya teniendo el agua a una temperatura perfecta empezó a pasar el jabón por el cuerpo de Félix observando su nerviosismo.

-- No te voy hacer nada..-- Y Félix suspiro aliviado -- A menos que tu quieras.

Oh por Dios, su corazón se aceleró y sentir las manos de su esposo en su cuerpo no ayudaban al intentar controlar que su pene tuviera una erección.

Cuando sintió las cálidas manos descender por su espalda hasta su trasero, fue cuando se estremeció. Tal vez si quería repetir eso. Repetir cada caricia que Changbin le había dado anoche y hace dos días.

-- Changbin.-- Jadeo, sus pequeñas manos se pegaron a la piedra lisa de la pared.

-- ¿Mngh? ¿Quieres que continuemos lo de anoche? -- Y con vergüenza. Tal vez un rastro de felicidad asintió sin poder evitar esa opción. -- De acuerdo.

Pronto las caricias fueron directas hacia la abertura de su culo, la mano de su esposo se adentro acariciando su delicada entrada con ayuda del jabón.

-- A-ah...-- Gimio, su cerebro parecía que no quería hacer nada más que disfrutar.

Porque, teniendo a semejante hombre en tu cama durmiendo a tu lado todos los días. ¿Quien diría que no ante el sexo?

-- Se que aún aguantas. -- Y siendo consiente de su propio pene erecto, se pego a la pared alzando más su trasero dejándolo al placer de su esposo. -- Que lindo eres bebé.