Capítulo 3

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Desde pequeña que tengo a los mismos vecinos, siempre he visto las mismas caras. Todos los días cuando regreso de la escuela e encuentro con mi vecino y sus amigos, los cuales han sigo amigos de él desde aproximadamente tres años, no los conozco personalmente, pero se me algunos de sus nombres. Al acercarme a mi casa mi vecino me ve y me sonríe, yo por educación le devuelvo la sonrisa, Y los tres amigos que lo acompañan giran su vista hacia mí. Le sonrió algo incomoda, ellos me ignoran y siguen con su conversación. No me interesan así que entro a mi casa. Al entrar me encuentro con mi mama viendo una película.

-Hola mamá- saludo.

-Hola hija-me sonríe-. ¿Cómo estás?

-Bien, ¿y tú?

-bien también- me mira-. ¿Cómo te fue hoy?

-bien- me siento junto a ella-. Al fin terminaron las clases.

-Este año atrasaremos las vacaciones- avisa-. A tu padre no lo dejaron adelantar sus vacaciones en el trabajo.

-No importa, estoy feliz con solo saber que ya terminaron las clases.

Ella me sonríe y me avisa que hay comida en el refrigerador, me niego con la excusa que no tengo hambre y subiré a descansar a mi habitación.

Al llegar me siento junto a la ventana abierta, que justamente da a la calle principal, y me dispongo a escuchar música, estoy de lo más tranquila escuchando música con los ojos cerrados, pero un montos de gritos me desconcentran, al abrir los ojos me doy cuenta que una pelota se dirige a mí, no me da tiempo de reaccionar, choca directamente con mi rostro. El impacto empuja mi cabeza hacia atrás. Tomo mi cabeza con las manos y miro hacia la calle, y ahí esa mi vecino con sus amigos mirándome, algunos de ellos con ganas de reír, y otros preocupados, pero uno llama mi atención.

El que sostiene la pelota, me mira fijamente, no sé si quiere reír o llorar. Lo más probable es que quiera reír, pero es él quien pregunta.

-¿Estas bien?

-Por lo menos no rompieron la ventana- digo.

No sé por qué lo digo, lo más probable es que sea por el golpe. Pero la reacción de todos ellos es reír, no me fijo en cada una de la reacción de los presentes, sino en una.

El chico que sostiene la pelota, estoy segura que se llama Oliver, creo que Camila me lo dijo una vez. Su sonrisa me encanta, la forma en que su rostro la acompaña, sus gestos, Como sus ojos se contraen a juego, y sus dientes me gritan que los contemple. Siempre lo he visto por aquí, casi todos los días desde hace tres años, y no sé porque no puedo dejar de mirarlo, toda su persona me pide que no deje de mirarlo, me pide que busque cada pequeño rasgo que resalte, desde sus ojos almendrados color café, su sonrisa, su tez morena, su cabello, sus mejillas, sus labios

-¿estas segura que te encuentras bien?- me pregunta Enzo, provocando que aparte mi vista de su amigo.

-Si- le digo-. ¿Por qué?

-porque te sangra la nariz, y te has quedado pegada mirando un punto fijo- dice uno de los amigos de Enzo, se llama Fabián. Es blanco, cabello rubio, y ojos verdes.

Cuando proceso lo que me dice dirijo mi mano hacia mi nariz, y efectivamente está sangrando, un mareo provoca que me afirme del marco de la ventana.

-Creo que si necesita ayuda- dice óscar, pelinegro bajito.

No se lo cuanto tiempo pasa, o como pasa. Solo sé que de un momento a otro veo a Enzo con su grupo de amigos en mi habitación junto a mi mama revisándome, Pero en el que más me fijo es en el moreno que ahora después de años llama mi atención.

No sé por qué ahora todos los amigos de Enzo se me hacen bonitos, Tienen rasgos marcados, todos sonríen bonitos y son súper guapos. Pero Oliver es el más bonito, creo que lo más probable es que tenga una conmoción, porque le estoy sonriendo directamente a él.

-¿estás bien?- Pregunta mamá.

-Si- le sonrió a ella.

-Voy a buscar algo para limpiarte. ¿Pueden vigilarla unos minutos?- se dirige a los cuatro chicos en mi habitación. Ellos solo asienten.

Estoy recostada en mi cama, ellos a mí alrededor mirándome.

-¿Quién tiro la pelota?- pregunto de repente.

Se miran entre ellos, pero no me dicen nada.

-Díganme-ordeno.

-Yo fui- Enzo se acerca a mí- pero no quería hacerlo, en serio.

Creo que ya estaba un poco más consiente, al parecer le tomába importancia a la situación. Aunque al fin y al cabo parecía drogada.

-Son unos idiotas-me siento en la cama- Pude haber quedado inconsciente.

-Pero no lo hiciste- Me responde Oliver- además la sangre hace juego con tu cabello.

Claro, mi cabello rojizo, siempre me hacen este tipo de comentarios y resulta molesto.

-Sí, y también con mi cara hinchada-digo irónicamente, pero sonriendo.

-SI- responden los cuatro juntos algo incomodos.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora