Capítulo 6

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Ha pasado aproximadamente una semana de mi conversación con mi amiga, y todavía no lo sigo, tampoco lo he visto. Mi cara ya no esta tan mal, tengo un pequeño moretón en la esquina izquierda de mi frente y mi nariz sigue un poco hinchada, pero el resto está completamente normal. En estos momentos estoy en mi Casa, mi papá está en su trabajo, mientras que mi mama fue a visitar a mi tía que esta con gripe y no volverá hasta la noche. Cada vez que mi mamá no se encuentra en casa deja la comida lista, dependiendo de cuando tiempo no estará en la casa. Hoy dejo como almuerzo lasaña. Pero quería comer algo dulce antes de almorzar así que decidí ir a comprarme un trozo de pie de limón a un negocio que estaba cerca de mi casa.

La mayoría del tiempo estoy escuchando música. Ahora como siempre estoy caminando con los audífonos puestos.

-Hola- saludo al ver al dueño del negocio.

-Hola Fedra – me sonríe de vuelta- ¿Qué quieres?

-Un trozo de pie de limón- apunto el lugar en donde está el Pie.

Me entrega el tozo, y yo el dinero. De vuelta a mi casa me pongo mis audífonos y camino con la música a todo volumen. Al llegar mi casa intento abrir la puerta de mi casa pero se me caen las llaves. Y me pasa una estupidez al ir a recogerlas, las pateo ocasionando que lleguen al otro lado de la vereda, ni siquiera miro si viene alguien, corro hacia las llaves, algo pasa súper rápido por mi costado, asustada me saco los audífonos y miro.

A unos metros de mi hay alguien tirado en el piso, y una bicicleta lejos de él. Tomo las llaves des piso guardándolas en el bolsillo de atrás de mi pantalón y corro hacia donde está la persona tirada en el piso.

-¿estás bien?- digo a su espalda.

-Creo- Susurra con la voz contraída, pero sin mirarme.

-De verdad lo siento- le digo bastante asustada- Te juro que no te vi.

-Okey-sigue sin mirarme, mientras se levanta el pantalón desde los pies para dejar al descubierto su rodilla y la gran herida que le provocó la caída.

Lo miro horrorizada, pero no pierdo tiempo, me dirijo a levantar la bicicleta con una mano, ya que en la otra llevaba mi pie, ya que sea quien sea la persona que está en el piso no es tan importante como mi pie de limón. Aunque al girarme para llevársela a aquel chico, me doy cuenta que no es tan extraño como pensé, Frente a mi estaba Alan. Nos quedamos mirando, yo con cara de afligida y con un rostro inexpresivo, con el cual no sabes si está molesto o sereno.

-Enserio nunca me imaginé que podría pasar esto- lo miro sin soltar la bicicleta ni el pie- Nunca lo haría intencionalmente.

-Lo sé- su respuesta es seca sin emoción.

-Tu respuesta es comprensiva- le digo-¿o siniestra?

Aun sentado en medio de la calle me mira, alzando su ceja con un gesto impaciente.

-creo que deberíamos revisar tus herida- le digo- ¿Quieres pasar? ¿Te ayudo a levantare? ¿Puedes caminar?

-si- Un monosílabo sale de su boca, sin apartar la vista de mi persona.

-Cual es específicamente la pregunta que respondiste- pregunto ya nerviosa.

-Todas- dice mientras se levanta lentamente del pavimento.

-Te ayudaría pero tengo las manos ocupadas- él maldito me mira de reojo ignorando mis palabras.

Mientras Alan cojea en dirección a mi casa, yo lucho con que ni la bici, ni el pie de limos se caiga. Al llegar me mira para que abra la puerta.

-Tendrás que sujetar tu bici para que yo pueda abrir- lo miro al estar frente a la reja de mi casa.

-llaves- ordena, a lo que arrugo el entrecejo.

-Están en mi bolsillo.

-¿En cuál?-pregunta obvio.

-En el trasero- lo miro- No creas que dejare que tú las saques de ahí, así que toma tu linda bici y espera a que yo abra la puerta.

No me dice nada, sujeta la bici mientras espera que abra la puerta. Si hubiera sido otra persona no le invito a pasar, ni menos me ofrezco a curar sus heridas, pero como se puede decir que lo conozco decido hacer un buen acto.

Al abrir la reja le digo que es mejor que entre la bicicleta porque afuera corre el riesgo de que se la roben, el solo asiente y me mira como yo entro la bicicleta a mi casa. Luego de eso camino hasta el interior de mi casa con Alan siguiendo cada uno de mis pasos, sin siquiera decir una palabra.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora