Seis

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Emma con 24 años

Di unos golpecitos suaves al micrófono para comprobar que este funcione.


—¿Se oye bien? —pronuncié y todos me miraron— Sí, de acuerdo —sonreí—. En primer lugar, quería agradecerles a todos por estar acá hoy, significa mucho para nosotros —miré a Benjamín y nos dedicamos una sonrisa mutuamente.


Hoy era uno de los días más importantes de mi vida, hoy era mi boda.

Me había casado con Benjamín, el hombre del que había estado enamorada toda mi vida. Ahora era mi esposo y yo era su esposa, todavía se sentía un poco surrealista pero era cierto y era maravilloso.

Me mordí ligeramente el labio y volví a mirar hacia el frente, a nuestros invitados.


—Ustedes saben que es un día muy especial para nosotros y amamos poder compartirlo con todos ustedes, que son las personas que más amamos en el mundo —di un vistazo a mis viejos sentados junto a mí y les sonreí.


La mesa principal era un poco caótica. Normalmente solo los recién casados y los padres de los novios ocupan la mesa nupcial, pero yo tenía tres padres y una madre y Benja tenía dos madres y un padre. Obvio nosotros no queríamos dejar a ninguno de ellos fuera, por lo que nuestra mesa principal era más grande de lo común y estaba compuesta por nueve personas.


—Conocí a Benjamín en el extraescolar de teatro a los cuatro años —empecé mi discurso volviendo la vista al resto—. Ya entonces tuve un pequeño enamoramiento con él —lo miré brevemente, él tenía una hermosa sonrisa dibujada en el rostro mientras me miraba—. Ya para entonces yo era una nena testaruda y cuando mi maestra me dijo si quería hacer de Blancanieves en la siguiente obra de teatro, le dije que aceptaría solo si ponía a Benja de príncipe —comenté alegremente y la sala se llenó de un suave murmullo de risas—. Fue un poco difícil convencer a la maestra, Benja no era tan buen actor a los cuatro como lo es ahora —bromeé y oí su hermosa risa a mi lado.

—Sos horrible —susurró con una risa y dejó un beso en mi sien.


Los invitados rieron un poco más y miré a nuestra maestra de interpretación de cuando éramos nenes, también la habíamos invitado igual que a nuestro profesor de interpretación de la adolescencia y juventud.


—Elisa, usted sabe que es cierto —busqué complicidad en ella, que se rió a lo lejos.

—Yo quería que Mateo sea el príncipe, pero Emma fue realmente insistente —respondió ella.

—¿Viste? —miré a mi esposo, quien volvió a reír.

—Gracias por la insistencia, mi vida —acarició mi nariz con la suya—. Y gracias por finalmente aceptar la petición de Emma de que yo sea el príncipe, señora Elisa —le dijo a ella—. Esa obra de teatro nos unió —bromeó y todos reímos.

—Teníamos solo cuatro entonces, pero en cierto modo es posta —hablé al micrófono nuevamente—. Benjamín y yo dimos clases de teatro juntos hasta los doce con la señora Elisa y después convencí a sus padres de que lo apunten a clases extras de interpretación conmigo —miré a mis suegros con agradecimiento y amor—. Pasa que no le dije nada a Benjamín primero y luego tuve que explicarle que íbamos a seguir tomando clases juntos cuando mi viejo nos llevó el primer día —otro pequeño murmullo de risas se hizo presente—. Benjamín quería hacer fútbol y dejar teatro, pero nuevamente me salí con la mía y lo convencí que podía hacer fútbol y teatro al mismo tiempo.

Emma ↠ WosaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora