4. Hermanos 🌼

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—¿Qué clase tienes? —me pregunta Hunter

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—¿Qué clase tienes? —me pregunta Hunter.

Lo miro de soslayo, conteniendo las ganas de reír, sin comprender bien su pregunta. La risa burbujea allá en el fondo de mi estómago por la ridícula imitación que ha hecho Liam de un chico que no conozco.

—¿Qué? —inquiero fijando apenas mi atención en Hunter.

—¿Dónde tienes tu siguiente clase? —Me vuelve a preguntar como si yo fuese una niña— Digo porque imagino que tú no vas a matemáticas de tercer año ¿no?

Frunzo el ceño, claro que no, estoy apenas en primero.

—¿Sabes si quiera a dónde vas exactamente?

Consternada me doy cuenta de que he caminado sin fijarme por dónde rayos voy.

—No, yo... Cielos —el rubor me llena las mejillas—. No los quería molestar, me voy.

—¿Eh? —Liam me detiene por el brazo desconcertándonos a ambos—. ¿Dónde vas? ¿No te dije que te acompañaría hasta tu sala?

Me encojo de hombros, ni siquiera lo recuerdo, yo solo los seguía a ellos. De todas formas me sonríe.

—Me da la impresión de que estás absolutamente perdida ¿no? —Enseguida se ríe a carcajadas de algo que yo no entiendo—, y yo que te he seguido todo el tiempo.

Pestañeo.

—Espera... —a duras penas intento enchufarme en esta dimensión una vez más—, ¿dices que me estabas siguiendo?

—Creo que te mencioné que te dejaríamos en tu clase ¿no?

—Por el amor de Dios, ni siquiera sé dónde estoy ahora, ni dónde queda mi siguiente clase... De hecho ni siquiera sé que tengo.

—Eres un caso perdido. Dame esto —Hunter que de pronto lo había olvidado, me arrebata los documentos de mis manos. Y pasea concienzudamente su vista en las palabras.

Sin embargo, de pronto sus ojos se expanden, levanta la mirada para verme, luego vuelve a leer la hoja, abre la boca, la cierra y me vuelve a mirar de forma extraña.

¿Eh?

—AnnaBelle, Anna Belle Notthingham, Ann, Belle, la princesa Belle.

¿Princesa Belle? Cielos, hace años que no oía aquello, y escucharlo de nuevo de este chico me provoca un nudo en el estómago.

Qué vergüenza...

—Tenía el presentimiento de conocerte, pero no conseguía recordar de dónde. Y por supuesto, eres tú, me acabo de acordar. Estás muy...distinta, Ann.

Liam nos mira, alternando entre ambos como si se tratara de un partido de tenis, pero no dice absolutamente nada. El miedo ha comenzado a sustituir el bochorno de la reminiscencia.

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