Capítulo 1

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Una persona de servicio lo había dejado pasar. Al final de la magnífica habitación, decorada con antigüedades y muebles de estilo, se abría una puerta acristalada que daba a una galería y agua iluminada. Naruto apenas frunció sus perfectos labios, indicando que no era indiferente a su belleza. La casa resultaba impresionante, incluso para quien alguna vez, aunque pareciese en otra vida, había frecuentado los lugares de los multimillonarios.

Por la puerta abierta entraba un perfume de flores exóticas y el cansancio del viaje se le atenuó un poco con el dulce aire húmedo. Las tres semanas en las Bermudas le vendrían de maravilla, aunque fuera cuidando un niño de doce años y le agradeció a Ino que lo convenciese de que se las tomara.

Al oír pasos giró en la alfombra de exquisito diseño, pero la sonrisa se le heló en los labios cuando reconoció al hombre que entraba en la habitación. Era alto y moreno y estaba aún más atractivo de lo que el recordaba. La palidez se comenzó a extender por sus rasgos, copiando a la del mismo.

—¡Tú! —la sorpresa teñía el monosílabo que salió ronco de una boca endurecida por los años.

La risa había rodeado de arrugas los fríos ojos grises. No sólo la risa, porque había una dureza en las maduras facciones de Sasuke Uchiha que sólo atenuaba su  atractivo. Naruto reconoció que no había perdido nada de su abrumadora sensualidad.

—¡Sasuke!

—¿Qué cuernos haces aquí? —dijo éste con voz dura. Recorrió con la mirada el perfecto rostro de altos pómulos y amplia boca, enmarcado por un elegante corte de pelo.

—Pidieron una niñera... —apenas pudo contener el temblor de la voz. Los pensamientos se le agolpaban en la mente. ¿Qué pensaría de el? ¡Tenía casi treinta y dos años, no era ya el modelo de dieciocho a quien él se había declarado, impulsado por un deseo incontrolable—... alguien llamado Shimura  —¡no Sasuke Uchiha!

Esperaba aparentar los veinticinco años, como la gente le decía.

—Es verdad. Sai Shimura, mi socio —dio unos pasos y se metió las manos en los bolsillos del elegante pantalón—, él fue quien trajo a Daisuke en avión.

Con alivio, Naruto le notó algunas canas en las sienes. Pero el tiempo había sido benigno con él. Seguía igual de delgado y llevaba la ropa con una elegancia que había mejorado con los años. Lo hacía sentirse desaliñado, ya que para el largo viaje había elegido una blusa blanca de manga larga pero con los hombros descubiertos y un pantalón suelto. Algo parecido al miedo le hizo un nudo en la garganta.

— Shimura fue quien hizo las gestiones con la agencia — lo oyó decir.

—Entonces, ¿Daisuke es tu hijo?

—Sí —se acercó hasta estar frente a el, las largas piernas separadas—. No me dirás que no sabías, ¿verdad?

Se notaba que dudaba de el, pero era verdad que lo ignoraba.

—No, yo... — ¿lo sabría Ino?

—¿La agencia esa para la que trabajas no te dice nada? —dijo bruscamente.

—Ino tomó los datos —dijo, levantando la mirada—. Somos socios — añadió con firmeza, los ojos desafiantes, los hombros rectos.

—¿Eres uno —de los dueños de... ¿cómo se llamaba? —trató de recordar el nombre de la agencia que Naruto había fundado con su amiga hacía cuatro años— ¿Caring Days? —la ironía reemplazó a la sorpresa inicial—. ¿Desde cuándo aprendiste a cuidar a los demás, Naruto?

Aunque él no se diese cuenta, su desprecio lo hirió como una puñalada.

—Ha habido una confusión. Perdona —se colgó el bolso del hombro y comenzó a dirigirse hacia la puerta.

The Wedding BetrayalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora