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3 de diciembre de 1995


Querido amigo:

No sé si alguna vez te he dicho que me encanta la nieve. El invierno es mi estación favorita del año y no puedo esperar a que sea Navidad, no sólo para estar con mi familia sino porque me merezco un descanso. Las clases están siendo más duras de lo que creía y junto a las reuniones con el Ejército de Dumbledore no tengo tiempo casi ni para respirar, aunque las clases de Harry son mejores de lo que creía y estoy aprendiendo muchísimo sobre todo en cuanto a un duelo de verdad, sin tener que respetar las pausas y los turnos.

De hecho, al finalizar las clases me veo tan motivada y entusiasmada conmigo misma que me quedo más tiempo aún cuando todos se han ido. A fin y al cabo, sigo teniendo problemas para dormir así que de esta forma al menos hacía algo productivo.

A veces, incluso, llegaba a clase sin dormir nada.

—Tienes mala cara, Weasley —dijo Malfoy, sentándose junto a mí mientras el aula de Adivinación se iba llenando para la primera clase del miércoles—. ¿No puedes dormir porque no dejas de pensar en mí?

—Ya quisieras.

—Este no es el libro de siempre —indicó ignorándome, tomando de la mesa un libro con la portada de un color turquesa apagado—. ¿Quiromancia? ¿Otra vez?

—Eso es lo de leer las manos, ¿no?

—Sí —contestó, antes de soltar un bufido y dejar sin cuidado el tomo de nuevo en la mesa, haciendo un estruendoso ruido que me sobresaltó—, es super absurdo. Toda esta asignatura es absurda.

—Pues desapúntate. Personalmente, yo sería más feliz con un compañero nuevo.

Malfoy me fulminó con sus ojos grises y me preparé para un contraataque que, probablemente, desembocaría en una pelea.

—Es una optativa fácil, así que saco ventaja de ella —dijo tranquilamente, para mi sorpresa.

No supe qué responderle, mi mente ya habiendo cambiado a modo agresivo. No me esperaba para nada que me fuera a responder de esa forma, sin ningún insulto ni nada.

No tardó mucho más en aparecer la profesora Trelawney y empezar la clase, haciéndonos una breve introducción a la quiromancia. Al parecer, en tercer curso ya habían empezado a estudiarla teóricamente pero no la habían practicado así que, de nuevo, partía desde desventaja. Aunque Draco no parecía tener mucha idea de todas formas.

—¡Esta es la línea de la vida! —dije muy segura, para después comparar mi mano con el dibujito que había en la página que nos había señalado la profesora y comprobar que estaba equivocada—. Ah, no, no. Esta no es.

—Es esa —respondió, señalando con su dedo la palma de mi mano—. A ver, déjame a mí que no tienes ni idea.

Sin aviso, agarró mi mano derecha entre las suyas percibiendo en seguida un cambio notable de temperatura pues, pese a que el aspecto del Slytherin fuera frío y arrogante, se encontraba bastante cálido. Por alguna razón, este hecho más la increíble diferencia en el tamaño de nuestras manos y la concentración en el rostro de Draco me hizo ruborizarme.

—¿Qué miras tanto? —pregunté para disimular mi vergüenza, pues llevaba un rato callado—. Creo que tú tienes menos idea que yo.

—Ver si tengo un futuro contigo lleva su tiempo, Weasley.

—De qué estás hablando —musité, retirando de un tirón mi mano de las suyas—, efectivamente no sabes lo que estás haciendo.

—¡Ya te dije que esto no tiene sentido! No creo que alguien sea capaz de ver algo en una estúpida mano.

Normal Weasley「 𝐝𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora