1 de mayo de 1994
Querido amigo:Supongo que a estas alturas ya te habrás dado cuenta de que una de mis mayores prioridades en la vida es mi familia. Sin embargo, aunque me haya criado de igual manera que mis primos, hay algunas características que me diferencia de ellos y una de ellas es el amor por el quidditch.
El quidditch es un deporte muy popular en todo el mundo mágico —siendo más o menos, según Hermione, el equivalente al fútbol de los muggles— y este siempre ha estado muy presente en mi entorno desde que tengo uso de razón ya fuera por Charlie, quien en sus años en Hogwarts era buscador para Gryffindor, además de ser quien me enseñó a montar en escoba por primera vez a la edad de seis años (siendo un fracaso total, por cierto), o bien por parte de Ron y su pasión por los Chudley Cannons.
No obstante, a mí nunca me ha llegado a entusiasmar este deporte pese a todos los intentos por parte de Fred y George, limitándome a ver casi obligada por Ron los partidos finales de Gryffindor.
Y es que era de esto de lo único que se hablaba en todo Hogwarts; del partido que se iba a celebrar el primer sábado después de las vacaciones de Pascua entre Gryffindor y Slytherin, en el cual se decidiría el ganador de la Copa de Quidditch de este año, y la atmósfera no podía estar más tensa en el colegio estallando peleas y discusiones cada rato.
—No creo que sea para tanto —dije, desplomando mi mochila sobre uno de los escritorios de la Sala Común de Gryffindor a falta de sitio en la biblioteca—. Hoy Ronald casi me mata por darle los buenos días a una chica de Slytherin diciéndome que es "el enemigo".
Tras enfatizar la última palabra haciendo comillas con mis dedos, procedí a sacar mi libro de Historia de la Magia, aún dándole vueltas a cómo todos tenían tanto tiempo para pensar en el quidditch con los exámenes que estaban a la vuelta de la esquina. Prácticamente me pasaba los días estudiando ya fuera en clase o en la biblioteca hasta la hora de cenar.
—Ni idea —contestó Ginny, encogiéndose de hombros al otro lado de la mesa. Me había pedido que le ayudara con un ensayo de Astronomía—. Pero ya sabes que a Ron le gusta mucho el quidditch y más ahora teniendo en cuenta que Harry está en el equipo y tiene que apoyarlo.
—Yo también. De hecho, voy a ir al partido —dije—. Pero me parece absurdo que se estén generando peleas en base a un deporte, y más si es entre Slytherin y Gryffindor.
Slytherin y Gryffindor eran dos casas en Hogwarts que siempre habían sido rivales sin explicación alguna más allá del odio casi automatizado de los alumnos de una casa hacia la otra, y situaciones como esta con la Copa solo eran una excusa para generar cada vez más un recelo irracional del que, personalmente, estaba harta.
—Lo dice la que, según Hermione, hoy casi mata a Draco Malfoy.
—Malfoy no cuenta —repliqué, señalándola con mi dedo índice—. ¡Además, se estaba riendo de Neville y tenía que hacer algo!
—De todas formas, siempre os estáis peleando.
—Bueno, ¿y qué? Ni siquiera soy la única, Harry, Ron y Hermione también han discutido más de una vez con él.
—Creo que no tanto como tú —dijo mientras apuntaba unas cosas en su pergamino antes de volver a alzar la mirada—. Dicen que los polos opuestos se atraen.
En aquel momento me quedé sin palabras, completamente escandalizada por lo que acababa de decir mi prima. No me podía creer que estaba insinuando que Malfoy y yo teníamos cualquier tipo de conexión más allá del odio mutuo.
—Eso son los imanes, Ginny, nosotros somos personas.
—Pero el efecto es el mismo, ¿no?
—Para nada —contesté, tomando asiento frente a ella—. Nunca podría sentirme atraída por alguien con esa personalidad tan irrespetuosa y cruel. Solo dices eso porque no lo conoces.
Ginny se encogió de hombros pero, en cuanto quiso responder, la interrumpí antes de que siquiera consiguiera despegar sus labios incitándola a comenzar de una vez por todas con su tarea de Astronomía, dando así por terminada la charla.
Siendo honesta, no tomé en serio ninguna de las palabras de Ginny. Al fin y al cabo, no tiene más de doce años (yo ya catorce) y no creo que sepa aún como funcionan ese tipo de cosas pues ni siquiera yo lo sabía. Aunque, incluso sin saberlo, es completamente descabellado que yo pudiera sentir una mínima pizca de simpatía por Malfoy; el ejemplo perfecto de prototipo de Slytherin que despreciaba.
Era cierto que muchos Slytherins solían cumplir con el estereotipo de típicos bravucones apasionados por la pureza de la sangre hasta el punto de tachar de inferior a quien no fuera como tal, pero sabía que eso no correspondía con todos los miembros de esa casa más allá de Pansy Parkinson y Draco Malfoy, habiendo chicos y chicas con ideales completamente diferentes. Pero eso era algo que muchos de Gryffindor no eran capaces de ver.
Sin embargo, los jugadores del equipo de Slytherin no eran precisamente el mejor ejemplo de personas agradables, y eso se pudo ver el día del partido.
Desde por la mañana, durante el desayuno antes del juego, la tensión era realmente palpable en el Gran Comedor, llegando incluso a repercutir en mí aunque no me importara la competición en absoluto. Era tal la presión que me fijé expresamente en Malfoy al otro lado de la sala y en como este estaba más pálido de lo normal, aunque lo cierto es que Harry junto a mí tampoco estaba en mejor estado y me encargué un poco de tranquilizarlo y motivarlo antes de que comenzara a subirse por las paredes.
Pero de nada sirvió porque aquel, aunque hubiera visto pocos partidos de quidditch, había sido el peor de la historia.
Golpes, porrazos, choques, codazos... era todo un caos. Lee Jordan, el comentarista, estaba más imparable que nunca con los insultos como los abucheos de las gradas ante el juego tan sucio que estábamos presenciando, llegando un punto en el que a la profesora McGonagall ni siquiera le molestaba pues todo el partido se estaba basando en faltas tanto de Slytherin como de Gryffindor. De hecho, hubo un momento en el cual me sorprendí a mí misma con el ceño fruncido y horrorizada cuando Malfoy agarró la cola de la Saeta de Fuego de Harry.
De todos modos, la buena noticia es que al final acabamos ganando la copa y el espíritu de Gryffindor estalló en euforia tras la victoria. Tanto fue así que hasta Percy, al único de mis primos que tampoco le interesa el quidditch como a mí, estaba dando saltos como un loco, olvidándose un momento de su dignidad y sus buenas formas.
Fue un momento para recordar, pero no porque Gryffindor hubiera ganado, sino por la satisfacción que sentí al ver las caras de felicidad de mis amigos tras el resultado final del partido, decidiendo entonces que tal vez el quidditch no era tan malo como creía.
Con cariño, Rosie.
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Normal Weasley「 𝐝𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 」
FanficLas cartas que escribe Rosie son íntimas y enigmáticas. Puede que sólo sea una Weasley, una chica como otra cualquiera pero, poco a poco, abre las puertas a su mundo a través de sus palabras durante los años escolares: la vida en Hogwarts a la sombr...