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30 de junio de 1996


Querido amigo:

Todo lo que ha pasado desde la última carta es de locos. 

Con la instauración de Umbridge como directora de Hogwarts comenzaron a llover decretos, aunque esto no era novedoso y tampoco es que le diera importancia puesto que el gran gigante se acercaba; los TIMOS. Ya sé que llevo todo el curso mencionándotelos pero cuando te digo que son muy importantes es que son MUY importantes.

Podríamos decir que mis prioridades en la vida son mi familia y los estudios, aunque a estas alturas ya te habrás dado cuenta. Sin embargo, al parecer esto último a otras personas les daba más igual como era el caso de mis primos Fred y George quienes después de las vacaciones de Pascua decidieron dejar Hogwarts.

Te mentiría si te dijera que no sentí envidia de ellos porque todos los de quinto estábamos en la recta final y nos estábamos matando a estudiar, por lo que veía a Draco más que nunca. Después de todo el curso pasando las tardes en la biblioteca para los deberes de Adivinación nos habíamos dado cuenta de que éramos una buena pareja de estudio, así que fue una especie de acuerdo silencioso el continuar estudiando juntos para los TIMOS.

—Tengo la sensación de que se me está olvidando todo —sollocé, desplomándome encima de mi libro de Encantamientos—. No recuerdo ni un sólo hechizo.

—Eso es porque estás nerviosa —dijo Draco en voz baja, ya que la biblioteca estaba hasta rebosar—. Tienes que tranquilizarte.

Me incorporé en la silla, echándome hacia un lado mis mechones de cabello pelirrojo que se habían descolocado. Acto seguido miré al rubio haciendo un puchero con mi boca.

—¿Podemos salir un rato? —pregunté, esforzándome por parecer tierna—. ¿Porfa?

—Luego no te quejes de que no te queda tiempo —advirtió, cerrando su libreta y levantándose.

Una vez que estuvimos en el pasillo le di un golpe en el brazo, acto que hizo que me mirara como si estuviera loca.

—No me quejo por gusto. Eres tú el que está demasiado tranquilo cuando los exámenes empiezan el lunes.

—Llevas semanas estudiando día y noche, Rosie. Te preocupas demasiado cuando seguro que lo harás genial.

—¿Tú crees? —dije, sin evitar sonreír por sus palabras—. Por cierto, se me olvidó preguntarte si Snape también habló con vosotros sobre vuestro futuro.

Draco dio una cabezada mientras se apoyaba delante de mí en la pared del corredor. 

—No le conté mucho. Mi padre me ha dejado muy claro que no sea jugador de Quidditch.

Pestañeé, procesando lo que me acababa de decir.

—¿Quieres ser jugador de Quidditch?

—Sí, pero tampoco soy tan bueno así que no sé. Claro que tú eso no lo sabes porque nunca te he visto en el campo de Quidditch.

—Voy a ver casi todos los partidos de Gryffindor porque mi primo Ron me obliga —contesté, comenzando a sonar en mi cabeza inconscientemente la melodía de "A Weasley vamos a coronar"—, y aunque me gustara seguramente me mataría por ir a ver los de Slytherin. 

—¿Y tú qué le contaste a McGonagall? ¿Ya sabes a qué te quieres dedicar?

—No te lo voy a decir porque te vas a reír de mí. 

El rubio se cruzó de brazos, observándome ofendido.

—¿Por qué me iba a reír de tí? 

Rodé los ojos, pensando en todas las veces que lo había hecho en un pasado antes de que fuéramos amigos.

—Después de ir a San Mungo en las vacaciones de Navidad empecé a pensar en ser sanadora y me gustó la idea —dije finalmente, encogiéndome de hombros—, pero tengo que tener al menos cinco TIMOS con Supera las Expectativas o Extraordinario.

Instantáneamente al recordar los exámenes me inundó de nuevo la preocupación y la angustia como si alguien me hubiera tirado un cubo de agua fría. Sin embargo, Draco parecía estar en una realidad paralela pues estaba muy tranquilo peinándose el cabello con sus dedos. 

Con tal de deshacerme de ese sentimiento de inquietud empecé a prestarle atención a otras cosas, hasta que me di cuenta de que la corbata de Draco tenía el nudo muy mal hecho por lo que me acerqué para ponérselo bien y así distraerme. Él, al percatarse de mis intenciones, dejó de recostarse en la pared y también se aproximó a mí.

—Eres demasiado perfeccionista, Weasley, ese es tu problema —dijo con el cuello estirado mientras le deshacía por completo el lazo de la corbata.

Dada la corta distancia que nos separaba ponía oler perfectamente su perfume, el cual pareció embriagarme por lo inmersivo que era su aroma. 

—Que te importen las cosas no creo que sea un problema —contesté, acordándome entonces de todos los meses que había pasado con insomnio por lo que añadí—: o al menos hasta cierto punto. ¿Es que a ti te da igual todo?

Al preguntarle esto último subí la mirada de su corbata, cruzándome con sus ojos grises que parecían haber estado viéndome en todo momento. El tiempo pareció volverse eterno hasta que rompió el contacto visual, bajando su vista hasta mi boca. 

—No, claro que no —negó, su voz sonaba rasposa y bastante más grave que de costumbre.

Inconscientemente me sorprendí a mí misma también contemplando sus labios al terminar de acomodarle el cuello de su camisa, con aún mis manos sosteniéndolo. Pude sentir cómo mi corazón latía con intensidad  y cuando pude notar que el rostro de Draco se estaba acercando al mío pensé que iba a salirse de mi pecho.

Sin pensarlo cerré los ojos y me apoyé en la punta de mis pies para acercarme mejor. Por el contrario, una fuerza sobrehumana me empujó hacia atrás con rapidez, haciendo que casi me cayera al suelo. 

Al incorporarme, al menos un metro de distancia me separaba de Draco, quien parecía tan desorientado como yo.

—Señor Malfoy, tiene que dar ejemplo como miembro de la Brigada Inquisitorial. Los chicos y las chicas no pueden estar a menos de veinte centímetros de distancia.

Escuchar la voz aguda de Umbridge me irritaba, pero esa vez incluso quise golpearle cuando vi como se marchaba por el pasillo como si nada. Al volver a mirar a Draco pude fijarme en su aspecto avergonzado y, tras un momento de consideración, decidimos volver de nuevo dentro de la biblioteca actuando como si no hubiera pasado nada. Aunque yo esa tarde la di por perdida puesto que mi cabeza, más que en los libros, estaba fantaseando lejos de ahí.

No tuvimos oportunidad ni siquiera de mencionar lo que había o más bien lo que iba a ocurrir puesto que el último fin de semana antes de los exámenes no era el mejor momento. El lunes llegó en menos que canta un gallo y la semana de los TIMOS pasó incluso más fugazmente.

A resumidas cuentas, todos los exámenes me salieron más o menos bien excepto Runas Antiguas e Historia de la Magia. Las traducciones me salieron fatal y en Historia de la Magia me quedé completamente en blanco, aunque también tengo miedo de Encantamientos pues al ser el primer examen estuve muy nerviosa.

Tras los TIMOS no tuve ni un momento de descanso pues el mismo día que finalizaron, por la noche fuimos al Ministerio de Magia junto con Harry puesto que este había tenido de nuevo una visión. Te contaría detalles de lo que sucedió pero fue tan rápido que no me acuerdo de nada, pero fue la primera vez que me enfrentaba de frente contra alguien y en este caso fueron mortífagos. Esto acabó más o menos bien puesto que los detuvieron y por fin el Ministerio de Magia admitió que Quién-tú-Sabes ha regresado tras verlo con sus propios ojos, no obstante, se cobraron la vida de Sirius Black. 

Sonará egoísta pero después de esta experiencia al regresar al colegio tan sólo quería ver a Draco, pero esto no fue posible. Lo busqué pero pronto me di cuenta de que si no se encontraba en ningún lugar era porque su padre, Lucius Malfoy, había sido uno de esos mortífagos que habían enviado a Azkaban. 

Me gustaría haberme despedido de él antes de las vacaciones de verano, pero no fue posible.

Con cariño, Rosie.

Normal Weasley「 𝐝𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora