El mimo

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En Francia se encontraba un mimo. Todos los días se sentaba a la misma hora a observar el atardecer desde su ventana sucia. El crepúsculo era su momento favorito del día por los colores que adornaban el cielo. Cada tarde repetía su número una y otra vez en la misma calle, dónde la gente pasaba observando el sombrero en el piso en el que solo habían algunos euros, si bien le iba podía juntar los necesarios para comprar pan y vino. Solía cambiar su maquillaje cada día ya que lo escogía de acuerdo a su personalidad. A veces George quería jugar, unas era Leticia y algunas otras era Cristóbal. Procuraba que su número fuera minutos antes del antes del atardecer para que así pudiera observarlo como cada día. Una vez empezado el anochecer, comenzó a llover fuertemente, terminó empapado rápidamente y el maquillaje de su rostro se estropeó. Se dirigió a casa, era una pequeña casa abandonada la cual estaba bastante llena de cosas que el mimo se encontraba en la calle y consideraba necesarias. La casa estaba plagada de animales indeaseables pero el olor a orina de roedor y podredumbre lo tranquilizaban y, como cada anochecer, se paró frente a un espejo sucio y un poco estrellado a observar el reflejo de su rostro. Lo observó por minutos incluso horas, le divertía ver como su imagen se distorsionaba, como cambiaba. Ese es su número favorito del día ya que es una cosa de azar, nunca sabrá cuál será el siguiente gesto ni quién será la persona o cosa frente a él, a veces ríe, a veces grita, a veces llora pero nunca emite alguna palabra, nada le impide seguir observando, ¿Por qué dejaría ese lugar mágico que le permite estar con sus amigos y conocer cosas que la gente normal no comprendería?. El mimo sabe que es hora de comer porque su estómago lo pidió. Sacó de su abrigo viejo, sucio y roto un pedazo de pan duro que no terminó la última vez y le regaló una pizca a la rata que estaba junto a él, "seguro también tiene hambre", pensó, "seguro también se siente solo". El mimo tomó a la rata entre sus manos y comenzó a bailar una canción lenta que solo estaba en su cabeza acompañada del sonido de la fuerte lluvia tocando su ventana, comenzó a besar a la rata mientras bailaba, "tal vez también le falta amor". Comenzó a pasarse el cuerpo del pequeño roedor por la cara, como si lo acariciara, sintió tanto amor y felicidad por el contacto que en un arranque momentáneo de ira, el mimo metió en su boca la cabeza de la rata y con sus dientes rotos y llenos de sarro la arrancó del cuerpo de esta, salpicando de sangre su abrigo y su rostro. Masticó esa cabeza frágil y crujiente, mientras reía por lo fácil que había sido pero no pudo evitar sentir nostalgia. Mientras reía comenzó a llorar al mismo tiempo. Había matado a su amigo y se encontraba solo otra vez con los monstruos de su cabeza.

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