7:30 p.m
Mi corazón latía furiosamente dentro de mi caja torácica y el sudor había empezado a acumularse en las palmas de mis manos. Suspiraba y gruñía mientras me miraba por décima vez en el espejo de la habitación que compartía con Dior.
- Estás perfecta, maldita errática.- bufó y se tiró a la cama de nuevo, con uno de sus libros favoritos en la mano.
- Solo... Dios, ¿cómo no quieres que esté nerviosa? ¡Han pasado doce malditos años desde que vi a mi padre por última vez!.- sentía que los latidos podrían pararse en cualquier momento debido al embrollo de sentimientos que estaba experimentando.
Observaba a Dior pasar las páginas de su libro despreocupadamente, admiraba como podía encerrarse en sus propios pensamientos e ignorar cualquier cosa que pudiera reventar su burbuja. Siempre tan tranquila y a la vez tan fuerte, sorprendía su habilidad de restar importancia a las peores ocasiones para convertirlas en algo casi desconocido a sus ojos y, a decir verdad, si no fuera por ella ahora mismo dudo que siguiera respirando. Miré una última vez al reloj, solo quedaban quince minutos. Salí con prisas de la casa una vez me hube despedido de todos e hice mi camino hacia palacio, con el corazón apunto de abandonar mi cuerpo por la boca.
Atravesaba la plaza de la ciudad mirando a los alrededores en todo momento. La noche estaba comenzando a caer en Francia y el miedo por el silencio que habitaba la zona incrementó. Solo se escuchaba la brisa chocar contra las ramas de los árboles y algunas voces provenientes de una taberna que aún se encontraban abierta para los ciudadanos. Me apresuré, agachando mi cabeza para no llamar la atención al pasar por aquel lugar, con los brazos formando una cruz sobre mi pecho. No llevaba ningún arma encima ya que al llegar a palacio sería registrada antes de poder entrar, por lo que procuraba ser lo suficientemente cautelosa para no llamar la atención de los hombres. Caí torpemente al suelo tras tropezar con una piedra situada en mitad del asfalto, causando que el golpe interrumpiera la ruidosa charla que mantenían en la taberna y se dirigieran hacia mi.
- ¿Se encuentra bien, madame?.- uno de los hombres se acercó a mi, intentando sostenerme por la cintura una vez me levanté. Aparté su brazo y reorganicé mis cabellos, alejándome un poco más de ellos.
- Todo perfecto, si me disculpa.- giré sobre mis talones con la intención de salir prácticamente corriendo de allí. Noté una mano rodear mi muñeca con fuerza y palidecer ante el contacto, esto no me daba buena espina.
- ¿Qué hace una jovencita tan bella por la ciudad sin ningún caballero que la acompañe?.- sentía su cálido aliento en mi nuca, no estaba dispuesta a darle la cara. El olor a alcohol abundaba mis fosas nasales y su notorio estado de embriaguez se hizo presente para mi.
- Suélteme.- exigí, no quería tener que acudir a la violencia tan pronto.
- Vamos madame, solo queremos divertirnos.- otro hombre se acercó acariciando mi cintura y finalmente los enfrenté. Analicé la situación mientras los miraba detenidamente, eran cuatro, todos con sonrisas burlonas en sus rostros y una estatura promedio. Si decidía escapar sería inútil, contando con la fuerza y velocidad que alcanzarían entre ellos. Necesitaba tiempo y distracción para poder llevar a cabo mi idea.
Como si los dioses hubieran escuchado mis súplicas, una gran ruido retumbó a uno de mis costados, distrayendo a los hombres. Entendí aquello como una señal y con un rápido movimiento de muñeca me liberé del agarre de uno de ellos, sujetándolo por los hombros para obligarlo a bajar y golpeando su barbilla con mi rodilla. Huí del lugar antes de que fuera demasiado tarde y a escasos metros sentí como alguien tiraba de mi hacia un callejón. Me revolví en el sitio cuando tuve una mano en mi boca y pataleé fuertemente, pensando que habían logrado alcanzarme. El miedo recorría mis venas y la impotencia al no poder soltarme hacía que las saladas gotas abundaran mis fanales. Sentía que el aire comenzaba a abandonar mis pulmones y las fuerzas se debilitaran, haciendo que borrosos recuerdos inundaran mis pensamientos. La imagen de aquella mujer cargándome en sus brazos mientras impedía que las palabras abandonaran mi boca, la angustia y el dolor palpable en cada uno de mis latidos, el miedo a ser separada de mis padres. Todo volvió a mi como un jarro de agua fría, haciendo que estallara en lágrimas.
- ¡No!.- grité como pude, intentando soltarme con las pocas fuerzas que me quedaban.
- Guarda silencio, por el amor de Dios, trato de ayudarte.- no reconocía aquella voz pero sus palabras fueron suficientes para que la tensión de mi cuerpo se desvaneciera, había algo en su tono de voz que me hacía sentir segura. Sin despegar todavía su mano de mi boca, ahogué un chillido cuando vi pasar rápidamente a los hombres por el oscuro callejón, sin girar su mirada hacia nuestro escondite.
Su agarre se fue debilitando pasados unos segundos, cuando se aseguró de que todo estuviera en calma y me giré, quedando cara a cara con el desconocido. A pesar de la pobre luz del lugar, sus ojos azules brillaban con intensidad, recorriendo cada parte de mi rostro. Contaba con una cicatriz en la comisura de sus labios y su pelo rubio estaba notoriamente desordenado, dándole una ruda apariencia. Sostenía un palillo entre sus dientes y mantenía sus manos en los bolsillos de su viejo pantalón de pana, en una posición desganada, mientras se apoyaba en la pared contraria sin apartar su mirada de la mía.
- ¿Quieres dejar de mirarme como si fuera un terrible monstruo que acaba de asaltarte?.- movió el palillo al lado opuesto de su boca y bufé con frustración.
- Acabas de hacerlo, maldito enfermo.- dije sin ningún rodeo, intentando calmar mi respiración agitada.
- ¡Hey, muñeca! Esto no funciona así, se supone que tú deberías darme las gracias.- su risa burlona al despegarse de la pared hizo que rápidamente tomara una posición defensiva, algo que le causó bastante gracia.- No pienso violarte, robarte o matarte.- río haciendo que me sintiera completamente estúpida.
- ¿Quién puede asegurarme que no lo intentarás?.- dije sin dejar que el rubio pudiera acercarse.
- Lo estoy haciendo, muñeca.- dio un paso más hacia mi y sentí mis piernas flaquear al retroceder y chocar contra el muro.
- La próxima vez que me llames así romperé tu boca.- apreté mis puños mientras su sonrisa no dejaba de crecer.
- ¿No crees que si quisiera hacerte algo me hubiera unido a esa jaula para leones?.- escupió sus palabras sin ninguna emoción en su voz, dejando caer el palillo de su boca.
- ¿Y por qué no lo hiciste?.- pregunté casi sin pensarlo. Tal vez la curiosidad terminaría pasándome una mala jugada alguna vez pero por ahora no estaba dispuesta a morir con la duda.
- Nunca me mezclaría con unos hambrientos leones.- fruncí el ceño, no entendía a lo que se refería, pero su toque misterioso hacía que quisiera saber más de él y no estaba dispuesta a abandonar el lugar sin saber su apelativo.
- No me has dicho tu nombre.- dije en un susurro.
- Puedes llamarme Lobo.
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¡YEEEEY, VOLVIMOS! Siento muchísimo el retraso de este capítulo pero siento que ha merecido la pena la espera. Volvemos con la artillería pesada y con la aparición de un nuevo personaje.
¿Qué opináis de Lobo? ¿Qué papel pensáis que puede jugar en esta historia? :)
Nos vemos la semana que viene con la esperada cena :O
¡Besos! Xx
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El Juego de la Realeza
Roman pour AdolescentsUn atentado, un regicidio y una desaparición, tres cosas que si las juntas podrían causar una auténtica bomba. Gala Bellerose era la heredera al trono de Francia antes de que el caos estallara. Su desaparición después de ese día causó un auténtico r...