Capítulo 3: El príncipe y la propuesta.

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Mi mandíbula casi roza el suelo al verlo parado frente a mi con esa sonrisa burlona que parecía ser su mejor complemento

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Mi mandíbula casi roza el suelo al verlo parado frente a mi con esa sonrisa burlona que parecía ser su mejor complemento. Sus glóbulos oculares me examinaban con determinación buscando algún indicio de que las palabras salieran de mi boca pero era una orden que mi cerebro no quería acatar. Todavía perdida el bosque de sus ojos intenté reaccionar, ocultando los miles de sentimientos que albergaban en mi pecho en aquellos instantes. La ira, mezclada con una notoria tristeza y recelo, podía leerse en mi mirada sin problemas, algo que para el castaño no pasó desapercibido. 

- ¿Nos conocemos?.- subió una de sus cejas y me examinó de arriba a abajo con un rostro confuso. Salí de la especie de trance en el que había entrado minutos atrás y recuperé mi compostura como pude, aferrándome a la mano del pequeño que todavía se encontraba a mi lado. Negué con la cabeza ya que las palabras parecían atoradas en mi garganta y aún que suplicaba porque salieran, éstas parecían tener un especial apego con la punta de mi lengua.

- No.. no lo creo, en realidad... yo.....- suspiré intentando buscar las palabras correctas.- No, definitivamente no.

- Está bien.- dejó caer aquello mirándome de manera extraña y la verdad, no lo culpaba. Parecía una adolescente sin los recursos necesarios para completar más de dos palabras sin que sus neuronas hicieran cortocircuito.- Marco, ¿se puede saber dónde estabas?

Por unos momentos había olvidado por completo la presencia del pequeño príncipe. El tiempo pareció pararse mientras notaba como lentamente perdía el calor de su mano y caminaba hacia su hermano. No me había fijado lo suficiente en él, pero ahora teniendo a ambos de frente, podía jurar que Marco era una figura en miniatura del rascacielos parado ante mis ojos.

- Solo jugaba con unos niños que decidieron unirme a su grupo mientras tú estabas demasiado ocupado rodeado de mujeres.- se encogió de hombros sin darle importancia a las palabras que salieron amenazantes de su boca, mientras que yo tuve que morder mi labio para no romper en una sonora carcajada. Las mejillas del mayor se tintaron de un rosa palo y vi sus puños apretados mientras aniquilaba mentalmente a su hermano, quien no le tomó la menor importancia.- Me choqué con ella y prometió quedarse conmigo hasta que te encontráramos.

- ¿Es eso cierto?.- una vez el niño estaba situado a su lado, sus verdes se encontraron con la miel de los míos.

- ¿Por qué mentiría?.- se adelantó a contestar Marco y el castaño lo fulminó con la mirada, quería escuchar la respuesta de mis labios.

- Arles Legrand, heredero de la corona, pero por la forma en la que me mirabas creo entender que no era necesario nombrarlo.- extendió su mano, la cual no tomé. Mis ojos se entrecerraron y su sarcástica sonrisa creció, había cierto orgullo en sus palabras que hacían a mis nervios crisparse. Retiró la mano que antes había ofrecido y bufó, murmurando un 'pueblerinos' con desprecio que llegó débilmente a mis oídos. 

- Quiero que venga a casa.- Mis ojos se abrieron como platos en dirección a Marco y al parecer al ojiverde también lo pilló desprevenido.

- ¿Cómo?.- Arles luchaba con todas sus fuerzas para intentar disimular el desconcierto que se había dibujado en su rostro, fallando. En su cerebro no lograban acomodarse las palabras que el menor acababa de soltar.

- He dicho que quiero que venga a casa. Creo que merece una disculpa por haberla hecho perder parte de su tiempo conmigo, la vi con prisas de llegar a algún lugar pero yo me interpuse.

- ¡No!.- hablé más alto de lo debido y Arles frunció el ceño.- Digo, n-no, no iba a ningún sitio.

- ¿Lo ves, Marco? No iba a ninguna parte.- el castaño hizo énfasis para resaltar el "no".

- Vamos Arles, no seas mal educado. Quiero que venga esta noche a cenar, no importará la presencia de uno más en la mesa, además, parece buena chica.- los ojos de suplica de Marco divagaban entre mi mirada y la de su hermano, los dos con un 'responde tú' grabado en nuestros ojos. 

- Está bien.- suspiró y aún que él pensara que no podía verlo, el desprecio con el que observaba al pequeño no pasó desapercibido para mi.- La cena en palacio comienza a las ocho, no deberá retrasarse ni un minuto. Diga a los guardias que viene en mi nombre, así se ahorrará preguntas innecesarias.- moría por las ganas de poder decirle que conocía perfectamente los horarios allí, tanto como conocía al rey, pero simplemente no podía. Cabizbaja, sin volver a fijar mis ojos en los suyos, asentí débilmente y fue suficiente para que dieran media vuelta y se retiraran en el carruaje que los esperaba no mucho más apartado de nosotros. 

¿En dónde me había metido?

(...)

- ¡Gala, joder, para de dar vueltas, me estás mareando!.- había regresado a casa lo más rápido que mis piernas lo permitieron. Conté todo a Dior quien me miraba estupefacta, todavía procesando la información. Yo mientras tanto caminaba desesperadamente por la habitación con las manos hundidas en mi rostro en busca de quitar la frustración que se acumulaba a pasos agigantados en mi pecho.- Entonces te chocaste con el mocoso.

- Me choqué con el mocoso.- repetí, sin dejar de bufar y recorrer por quinta vez la habitación.

- Y tú intentaste ayudarlo a buscar a su hermano.- Dior numeraba los acontecimientos con los dedos de la mano.

- Intenté ayudarlo, sí, joder.- estaba desesperada, la habitación se estaba volviendo demasiado pequeña en esos momentos.

- Y te tocaron el hombro.

- ¡Sí, maldita sea Dior, ya te lo he dicho!.- en estos momentos la única cosa que tenía clara es que podría arrancarme el cabello con mis propias manos en cualquier momento. 

- Entonces apareció el príncipe azul.- dejó caer las últimas palabras, con suspensión al final de ellas.

- Apareció el prínc... ¡Espera no!.- moví mi cabeza intentando volver a la realidad.- Apareció el cretino más grande que he visto.

- Pero es guapo.- Dior se tumbó en la cama sin darle importancia a sus palabras.- Y tú eres una princesa.

- Soy una simple pueblerina de la cual no sabe siquiera su nombre.- amenacé a la rubia con la mirada.

- Una pueblerina que es capaz de matarte con un solo movimiento.- asentí, aún con la rabia aferrándose a cada uno de los poros de mi piel.- Y se ha quedado sin palabras delante de su sustituto, un malcriado indefenso sin sus guardias. Impresionante.

- ¡Ya lo sé! Dios, juro que... si le hubieras visto.... agh.- solté un grito exasperarte.- Le tendría que haber matado y no dejado huellas, ese maldito bastardo... ¡Ocupa mi puesto, Di, y se regodea de ello!

- Recuerdo que tu plan principal era entrar a palacio, tienes la oportunidad enfrente de tus narices Gala y aún así te estás quejando.

- Sí, pero nunca pensé que sería por medio de un maldito impostor y el metomentodo de su hermano.  

Con estas últimas palabras un suspiro escapó de mis labios, librando la tensión de mi cuerpo y haciendo que me sintiera vulnerable. La idea de entrar a palacio hacía que mi corazón latiera frenéticamente en mi pecho y las pulsaciones se elevaran a puntos desconocidos para mi. El agobio y estrés procedieron a tomar el control de mi cuerpo y finalmente me rendí ante la realidad. 

Volver a casa, volver al lugar donde los recuerdos quemarían cada parte de mi cerebro y harían cenizas los restos del corazón que quedó anclado en las paredes del lugar que alguna vez llamé hogar.

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Holaa! Nuevo capítulo y esta vez viene cargado de emociones fuertes para nuestra querida Gala. (La podéis encontrar en galería)

He borrado innumerables veces este capítulo, intentando encontrar las palabras exactas en cada uno de los párrafos y finalmente creo que he podido hacerlo.

Infinitas gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo y los comentarios positivos sobre el libro, me encanta poder leeros. 

Nos vemos la semana que viene, ¡saludos! Xx 

El Juego de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora