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—¿Ensalada, en serio? Qué eres, ¿un bicho?

Hacía diez minutos que habíamos vuelto a casa con la compra hecha. Tenía que admitir que Styles se había comportado bastante bien y no había sido un grano en el culo cómo solía ser, algo que verdaderamente agradecía, pues no estaba de humor.

Mientras yo preparaba la cena para Mark, Harry estaba sentado en uno de los taburetes de la isla de la cocina contestando más preguntas del trabajo. Aunque realmente dudaba que estuviera concentrado en el proyecto teniendo en cuenta que sentía su intensa mirada clava en mi espalda y que no paraba de soltar comentarios infantiles e irritantes.

—Calla y contesta la guía, rizos.

—¿Por qué las chicas os empeñáis en hacer dieta? —se quejó metiendo una almendra en su boca—. ¿No veis que a los hombres nos gustáis con curvas y no chupadas como una mazorca a medio comer?

Solté un soplido dejando caer los cubiertos en la mesa y le miré fijamente a los ojos—. A nosotras nos importa una jodida mierda lo que a vosotros os guste —le sonreí falsamente—. Ahora deja de joder y acábate las almendras, pesado.

Estaba preparando hamburguesas de tofu acompañadas con pimientos hervidos y ensalada. El rizado se había encargado de hacerme saber cuán profundo era su odio hacia el tofu y las verduras cocidas. Creo que fácilmente insultaría todo lo que llegara a cocinar con tal de fastidiarme, cosa que obviamente conseguía sin ni siquiera despeinarse.

—Bueno, a lo que íbamos, tenemos que hablar —empezó Harry haciéndome rodar los ojos.

—¿Qué intentas? ¿Ponerme nerviosa? —pregunté bromeando.

Él rió—. Por favor, ambos sabemos que te pones nerviosa con tan solo mi presencia.

—Si así duermes mejor —me encogí de hombros mientras acababa de freír las hamburguesas y las dejaba en un plato.

—¿Quién es? —me interrogó de repente.

—¿Quién es quién? —le miré confundida.

—Alguien te golpea —habló haciendo que el oxígeno se quedara atascado en mi garganta—. ¿Quién es?

—¿De qué estás hablando? —pregunté intentando que mi voz no temblara.

—Deja de esquivar mis preguntas —rugió mirándome con el ceño fruncido, aún sin moverse de su sitio.

—Nadie me golpea, Harry —hablé intentando engañarlo—. ¿A qué viene esto?

—Vi el golpe que tenías en la mandíbula el otro día —comentó levantándose de la silla y aproximándose a mí—. Dos días antes el jersey se te subió un poco y pude ver marcas moradas en tus muñecas y cintura. ¿Quién narices te está pegando?

Mierda, mierda, mierda. ¿Cómo pude ser tan estúpida de olvidarme de tapármelas? Si Harry no estuviera presente, ahora mismo me estaría dando cabezazos contra la pared.

—Harry, basta —le interrumpí colocando mis manos en su pecho para que no se acercara más—. No sé qué demonios te sucede, pero para. Lo de la mandíbula me lo hice al resbalarme con la toalla del baño, me caí pero antes me golpeé con la pica —mentí con facilidad.

Hacía más de un año que practicaba, al tener que dar explicaciones sobre los moretones que tenía en el cuerpo y me había olvidado de tapar.

—¿Y lo de las muñecas y la cintura?

—Tuve sexo con mi novio —susurré un poco incómoda—. A él le gusta hacerlo rudo y creo que se pasó. La verdad es que no me había ni fijado —reí falsamente intentando que me creyera.

300 bullets [punk h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora