3. Durmiendo

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Los suaves sollozos contra su cuello se fueron apagando junto a la gran y única vela que alumbraba con tenue y romántica luz la desordenada habitación.

Acarició por largos minutos más la espalda y cabello del norteamericano. Escuchando su tranquila respiración al dormir mientras él aún tenía cientos de preguntas rondando por su cabeza.

Con delicadeza soltó el firme agarre que el mexicano mantenía aún estando dormido. Sostuvo su cuerpo mientras tiraba de la cama los peluches, almohadas, cintillos y fotos con los cuales al parecer el azteca llevaba durmiendo más de una noche. Lo dejó caer sobre una de las suaves almohadas, tomando la sabana y arropándolo con esta antes de levantarse e intentar salir de la habitación.

Sin embargo, un agarre alrededor de su muñeca lo detuvo. Se sobresaltó y rápidamente se giro a verle, seguía plácidamente dormido, mientras murmuraba palabras inentendibles, o bien en un lenguaje inexistente.

Suspiró, aliviado de que no le viera con los ojos rojos y rastros de haber llorado hace pocos minutos. Intentó soltarse del agarre de nuevo, logrando únicamente que el mexicano se apegase más a su brazo.

Sin saber qué más hacer se acostó a un lado del norteamericano. Arropó su cuerpo con la misma arrugada sabana, y cuando al fin estaban ambos cómodamente acostados sobre la suave camada, la vela se consumió por completo.

Bufó molesto por aquel inconveniente. Volvió a removerse incomodo y al fin sintió el agarre en su muñeca aflojarse. Sobó con cuidado la roja marca que el agarre del mayor le había dejado.

Se levantó de nuevo, acomodó la sabana que ahora arropaba únicamente al mexicano, le echó una última mirada al dormido norteamericano, y finalmente abandonó la cálida habitación.

Caminó de vuelta a la amplia y ordenada sala, y se dejó caer sobre uno de los sofás. La luna se podía ver desde dónde estaba, y un par de estrellas acompañaban la ahora tranquila madrugada, se podían escuchar grillos y cigarras a la lejanía, al igual que los ronquidos del pequeño chihuahua que seguramente debía de estar descansando sobre la cama de alguna de las habitaciones vacías o bien sobre su cama en el patio trasero.

Suspiró y se cubrió con uno de los cojines a modo de cobija. Si México no lo hubiese soltado, ¿habría dormido con él? La respuesta no era nada más ni nada menos que sí, para su disfortunio el mexicano era más fuerte que él.

No podría haber hecho mucho, el constante ayuno de hasta días en el que solía estar por culpa de la situación del país no le dejaba de la mejor manera posible, las repercusiones físicas eran fáciles de ocultar, mas su fuerza o simplemente vitalidad se iba a medida que los años pasaban, y él no podía hacer absolutamente nada.

Cerró sus ojos y usó sus brazos a manera de almohada. Un último recuerdo pasó por su cabeza un segundo antes de caer dormido, e inmediatamente todo se volvió oscuro.

Horas después el dueño de aquella propiedad despertó con un sobresalto. ¿Qué era lo que había soñado? Sólo él lo sabía, pero quien lo viera adivinaría casi de inmediato que fue una horrible pesadilla o al menos estuvo cerca de serlo.

Secó las lágrimas en el borde de sus ojos temblando de manera leve, al igual que sus manos sus labios temblaban y parecía que su cuerpo haría lo mismo.

Se abrazó a sí mismo en la oscura soledad de la habitación. Ya había comenzado a temblar. Era tan débil... actuaba así, sufría así y todo por el simple hecho de haber sido engañado por el estadounidense; sentía que ya no era el gran país fuerte y que había pasado por tantas cosas que ya parecía que nada podía afectarle.

Estaba así por algo tan inofensivo como el engaño y la soledad a la que su propio orgullo le había lanzado. La soledad... ¿hacia cuánto no sentía ese vacío? No era capaz de recordarlo...

Giró a ver las gruesas cortinas que cubrían el ventanal que daba al gran balcón de su cuarto. Un pequeño y casi inexistente rayo de sol se filtraba bajo estas. Suspiró, ya había amanecido.

Le prestó atención a la música que antes había ignorado al pensar que era una de las tantas fiestas de vacaciones veraniegas. Salsa y vallenato, era lo único que se escuchaba, y estaba seguro que unos adolescentes de diecisiete años no tendrían una fiesta con aquellas canciones.

Quitó las sabanas con las que no recordaba haberse arropado antes de caer dormido. Se tambaleó un poco y un mareo le impidió erguirse en un primer instante, no recordaba la última vez que se había llevado un bocado a la boca y la falta de comida comenzaba a pasar factura.

Abrió la puerta y la luz que se filtraba del patio le golpeó con fuerza. Bloqueó la luz con el dorso de su mano y finalmente salió en busca del causante de todo el ruido que había acabado por despertarle.

Al salir se topó casi de inmediato con el venezolano, trapeando el ahora despejado piso de la sala con la música a todo volumen y bailando mientras llevaba a cabo su tarea.

Al parecer había pagado los recibos ya vencidos de todos los servicios básicos y había ejercido la suficiente presión para que los restablecieran en a penas unas pocas horas.

Lo observó en silencio por unos segundos, era una vista tan diferente a la que estaba acostumbrado; el blanco del cuerpo del estadounidense no existía más que como pequeños lunares en forma de estrella sobre todo el cuerpo del tricolor, mostraba la parte superior de su delgado y levemente marcado cuerpo por el calor del verano, totalmente contrario al leve sobrepeso del otro norteamericano y finalmente la tela amarrada en su cabeza suplantaba los lentes oscuros del de 50 estrellas.

Todo era simplemente distinto.

Se acercó en total silencio y lo abrazó por la espalda, la misma tranquilidad que había sentido la noche anterior se hizo presente. El menor detuvo sus movimientos y se giró a corresponder la acción, sintiendo como le daba un par de palmaditas en su espalda.

— Marico vas a tener que comprarme alguna vaina porque te limpie la casa y fui a pagar las vergas esas y tú lo que andabas es durmiendo — bromeó a manera de romper el hielo el menor.

Por su parte el mexicano simplemente asintió sin apartarse, disfrutando de la inusual tranquilidad que el sudamericano era capaz de darle, quizá sin siquiera darse cuenta de ello.

Pensó en dormir con él, su cuerpo emanaba un familiar calor que a pesar de ser verano le encantaba y estaba seguro que la tranquilidad de su tacto detendría las constantes pesadillas de las últimas semanas.

Sin embargo prefirió ignorar aquel repentino deseo, separándose de él con una sonrisa amistosa y bromeando con las palabras antes dichas por el tricolor y con la idea de contratarlo para limpiar su casa.

Aún lo amaba, y algo tan simple como el apoyo de un amigo no sería capaz de borrar todos aquellos sentimientos.

No sería tan fácil olvidar a los Estados Unidos de América...













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Cortito pero de calidad

Pues... ¿Cómo están? ¿Cómo les va en la vida? Yo estoy regular, enterándome que tengo hermanos indios y africanos.

Me acabo de dar cuenta de lo poco definido que tengo a México, escribiré mucho con él y estoy sufriendo porque no tengo el mismo tiempo de definirlo como los demás personajes... En cuanto a Venezuela reciclaré un poco lo que tengo de Lo que tú no sientes y listo.

Me tengo que despertar a las 9 por unas cosas de francés, ya son las 5 y sigo sin sueño...

Pues sin nada más que decir, me despido y hasta la próxima actualización

③⓪ ⓓⓘⓐⓢ ⓄⓉⓅ +①⑧ 🇻🇪Venemex🇲🇽 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora