6. Masturbación al activo

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El sol comenzaba a salir desde el este, alumbrando poco a poco los hermosos paisajes que decoraban las hermosas playas del estado.

En el aire se sentía una esencia salada, una sensación cálida y húmeda, que a pesar de las refrescantes brisas mañaneras seguía manteniendo un tranquilo calor.

Se escuchaban las olas chocar con fuerza, arrastrando pequeñas piedritas con sus movimientos, destapando pequeños animalitos que se ocultaban bajo la arena e incitando a animales más grandes ir en busca de su presa.

Ya había personas caminando a través de la extensa playa, parejas o familias que intentaban comenzar su día con una larga caminata entre la arena.

Las gaviotas trinaban en la lejanía, cantos agudos que podían ser insoportables al tenerlos a menos de un par de metros de tu lugar.

La gran puerta corrediza de la habitación era decorada por unas claras, delgadas y delicadas cortinas, de colores blanco y naranja, casi sin mancha sobre su tela y que gracias a su escaso bloqueo dejaba que la luz del sol entrase a la habitación casi sin problema alguno, iluminando hasta el último rincón a su alcance, y encargándose de despertar a los dos latinos que dormían abrazados sobre uno de los muebles.

El menor se revolvió inconscientemente en su lugar, incomodando un poco al tricolor más bajo que dormía plácidamente sobre su pecho. Frunció su ceño aún dormido, apretando de igual manera sus puños, mas sin llegar a moverlos de sobre la espalda del mayor.

Su respiración se volvió pesada, sudaba frío a pesar del calor entre su cuerpo y el del mayor, acababa por girar un par de centímetros de un lado a otro, buscando una pose que calmara sus sueños.

Despertó tras unos segundos. Se forzó a calmar su respiración casi de inmediato, apretando sus labios tanto como podía, y cubriendo estos con sus manos como un refuerzo extra, para que sus jadeos se detuvieran tan rápido como le fuera posible.

Logró regularizar su respiración tras unos largos y casi silenciosos minutos. Soltó el cálido aliento que mantuvo durante minutos, suspirando con más tranquilidad, y acomodando mejor al mexicano que dormía sobre él.

Seguía dormido, aún con todo el movimiento que de seguro había causado. Sonrió al verle tan pacifico y dulce, una actitud completamente contraria a la que tenía usualmente, algo brusca y quizá demasiado espontanea, tanto que podrían estar tranquilos viendo algo en Netflix y de un momento a otro recibir una mordida del mayor.

Mientras que otras veces podían haber peleado toda la noche o día anterior, y a la mañana siguiente despertar abrazados sobre la misma cama o mueble, justo como había sucedido el día de hoy.

Besó el suave cabello del menor de manera dulce, continuó sin despertar apesar de sus acciones. Esperó unos segundos más antes de despertarle, quizás seguí molesto por lo sucedido la noche anterior, y si es que lo estaba, despertarlo empeoraría su reacción.

— Amor... — llamó al mexicano tan dulce y amoroso como se veía capaz, volvió a besarle, esta vez en su mejilla izquierda para después bajar unos pocos milímetros y dejar un piquito en sus labios.

Tras su última acción le vio finalmente abrir sus ojos, sonriendo volvió a besarle, al instante le correspondió, subiendo el inocente tono del beso, sin llegar a convertir en algo más que un simple contacto entre sus bocas.

— ¿Hoy sí soy tu amor, cabrón? — preguntó con un tono que cubría su molestia, frunció un poco el ceño, al igual que como el mexicano lo había hecho, le vio esbozar una pequeña sonrisa, divertido de cierta manera a lo que decía.

— Coño, marico, todavía que te despierto con un beso. Anda a vestirte a ver si vamos a desayunar — lo apartó de encima suyo antes de que le reclamara por cualquier cosa.

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