Creciendo

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Sebastian miraba con concentración la película que rodaba en la televisión, su padre había insistido toda la semana en ver “Héroes de acero” en familia. Era una película para niños, rodó los ojos, odiaba que sus padres aún lo trataran como uno. Es decir… ¡hombre!, ya tenía 16 años y había crecido, le había salido vello donde no le daba el sol y hasta había dado su primer beso, desde su punto de vista él ya era un adolescente. Pero al parecer, pensaba, aún estaba condenado a ser tratado como un niño por sus padres y su abuela al igual que Dara, aunque ella con 13 años sí que todavía era una niña. Su hermana, en sus pensamientos, aún jugaba con muñecas e iba a pijamadas de carpitas tipi. Sin ser consciente de que así como él, también se estaba interesando en otras cosas, ella estaba desarrollando ciertas emociones e intereses que antes no tenía.

-Necesito hacer tarea- dijo mientras su padre miraba la película y su madre preparaba palomitas en la cocina. En realidad Laura, una compañera de su curso con la que había compartido su excelente y buen primer beso, iba a enviarle fotos mostrándole su vestido nuevo para el baile anual de bienvenida. No quería ver su vestido, quería ver algo de piel… sus compañeras de clases estaban desarrollando su cuerpo y él no era para nada ciego.

-Vemos esta película en familia y podrás levantarte hijo- murmuró Marco con aprensión, el momento después de la cena se había convertido con los años en un momento familiar y todos debían respetarlo. Elizabeth había comenzado a trabajar en el consultorio de su marido como secretaria y a lo largo del día no se veían los cuatro más que en el momento de la cena y antes de ir a dormir. Sebastian colmaba su día con prácticas de fútbol americano, estudio en grupo y entrenamiento y Dara vivía el primer año de la preparatoria colmada de estudio, además se había anotado en taller de arte y era parte del periódico de la escuela, algo que la entusiasmaba mucho pero así mismo le dejaba poco tiempo para pasar en casa. El mundo de la Escuela preparatoria era totalmente diferente a lo que había vivido hasta ese momento en la escuela primaria. Muchos de los  chicos adolescentes, mayores que ella, eran realmente muy guapos, aunque si se ponía a pensar, la popularidad se la llevaba su hermano. Sebastian estaba pasando rápidamente de un niño enquencle y algo desgarbado en un adolescente fornido y guapo, ella creía que debían ser las prácticas de futbol americano.

El último año fue raro entre los hermanos, en un punto se habían distanciado y esa intimidad y vínculo casi irrompible que habían tenido años atrás, había cambiado. Él seguía cuidándola por supuesto, era su mayor preocupación, la observaba siempre desde lejos y con celo… Dara estaba entrando en la pubertad y él la seguía con la mirada durante el tiempo que estaban juntos, pues sabía que su hermana iba a florecer como una flor de un momento a otro e iba a hacer inevitable la atracción que generaría en los chicos. No quería eso de ninguna manera, ella debía ser intocable y él se encargaría de que se mantuviera así.  Él conocía a los chicos, eran pretenciosos y voraces, eran capaces, con palabras bonitas, convencer a cualquier chicas de hacer lo que ellos quisieran, pues él era uno de esos y por eso mismo, se había prometido cuidar a su hermana.  A veces era un tema que lo estresaba, porque inevitablemente pensaba en qué iba a suceder cuando su hermana se interesara en uno, él no pensaba permitir que ella diera ese paso, era una niña cielo santo… no podía pensar en que uno se le acercase, le daban ganas de golpear a alguien, de romper algo. Ella, en su cabeza, era su niña… suya. Y así pensaba hacer que permaneciera.

Más allá de eso, él intentaba no pensar en lo que habría de acontecer en el futuro con su hermana, intentaba vivir su presente con entusiasmo, pues su adolescencia se había presentado de manera muy satisfactoria para él, había comenzado a llamar la atención de una manera más adulta, las niñas lo miraban, muchas le enviaban notas y otras más atrevidas lo acorralaban a la salida de clases para insinuar su belleza adolescente y susurrar en su oído dispuesto. Todas decían que era un chico muy guapo y sexy, no es que él  no lo creyera, pero le gustaba mucho escucharlo de las chicas, pues él no necesitaba esforzarse por decir cosas bonitas al oído de las chicas, con su apariencia bastaba.

Su padre le había hablado de eso años atrás, la atracción que él estaba comenzando a tener con respecto a las chicas era de esperarse. Sebastian se había convertido en un chico “sexy” como le había dicho una vez Laura. Alto, de cabello rubio oscuro, rebelde y despeinado, ojos verdes y una sonrisa blanca que hacía que las chicas “dejaran caer sus bragas” según Laura. Y por supuesto él estaba dispuesto a aprovechar eso… sabía de su atractivo.

-Me voy con Megan, su padre nos recogerá luego de clases- dijo cierta tarde Dara a su lado, en el comedor de la escuela, mientras Laura acariciaba su cabello. Su hermana estaba parada a su lado con su mochila al hombro, el gorro de lana en la cabeza y los guantes puestos. Afuera la nieve caía suavemente, aún faltaban un par de clases para que terminara la jornada escolar y estaba disfrutando de las caricias de Laura mientras estaban en la hora de almuerzo. Se enderezó en el asiento al escuchar a Dara y frunció el ceño.

-No puedes ir…- dijo con firmeza, nunca se iba sin él de la escuela –nos vamos juntos al final de clases, lo sabes-

-Lo sé… pero papá me dejó irme con Megan, vamos a estudiar en su casa- contestó Dara mirando con cierto gesto de repugnancia la manera en que Laura acariciaba a su hermano, tenía ganas de sacudirle la mano de su cabello.  Sebastian se quedó mirando aturdido, siempre se habían ido juntos a casa y ahora ella tenía permiso de su padre para irse sola a la casa de quién sabe quién.

-¿Quién es Megan?- cuestionó mirando alrededor del salón. Dara rodó los ojos. La relación entre ellos había cambiado pero Sebas seguía siendo el mismo pirata protector que cuando eran niños.

-Es mi mejor amiga, por si no lo sabías- contestó ella cansándose de ese cuestionamiento. Él no debería exigirle nada, esa Laura lo acaparaba siempre y ella debía tragárselo cada vez como si no le molestara –Si quieres mírame subir al auto del papá de Megan o sígueme, como siempre haces… nos vemos en casa- Dara dio media vuelta y se fue.

Sebastian resopló apartando la ya molesta mano de Laura, obvio que seguiría a Dara hacia el auto y tendría unas palabras con el padre de la tal Megan, él debía cuidar a su hermana y ella no le sacaría esa tarea. ¿Qué se creía? ¿Qué ya era adulta y podía hacer lo que quisiera? Ella sería su hermana y tendría el permiso de su padre, pero siempre sería su niña. Punto.

ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora