Aprender y crecer

170 11 10
                                    

Sebastián estaba sentado frente a la puerta del director de su escuela, Sr Macaroni... ¿quién de todas las personas se podía llamar Macaroni de todos los apellidos posibles? Fruncía el entrecejo mirando las letras y poniéndolas juntas en su mente como le había enseñado la maestra, releyendo una y otra vez el nombre en la puerta... sip, era Sr Ma-ca-ro-ni. Uff... Difícil...


Suspiró mientras esperaba a su mamá que estaba dentro de esa oficina junto con Dara. Estaba nervioso, era el primer día de la escuela primaria y no sabía que podía encontrar, a demás, su hermanita comenzaría ese día el kínder. Dios... era aun tan pequeñita que un nudo se le instaló en el estómago. Hubiese preferido que Dara se quedara en casa con mamá, pero tenía que entender lo que papá le había explicado la noche anterior, Dara debía asistir al jardín de infantes asi podía ser tan inteligente  como lo era él.  Era un gran día para ambos. Sin embargo seguía sintiendo ese nudo en su pancita.


Temprano en la mañana lo primero que hizo al despertar fue ir a ver a la habitación de Dara para ver si ya estaba lista, pues irían juntos al colegio, solo que sus salones estaban separados de un extremo a otro del colegio y no se iban a ver en toda la mañana.


Se mordió el labio nervioso, no porque él tenía miedo o porque sería algo nuevo para él, él sabía que seguiría viendo a sus antiguos compañeros y amigos del kínder. No, más bien estaba  nervioso porque Dara estaría sola. Y no la quería sola, vaya a saber qué cosas malas podían llegar a pasarle, él quería estar allí para ella en todo momento.


Levantó la cabeza y vio a su mamá sonreír mientras salía de la oficina del Sr Macaroni, un señor calvo y bajo con anteojos. Dara iba en brazos de su mamá y sonrió al verla, ella llevaba una pequeña piruleta en su manito.


-¿Ya la iremos a dejar?- murmuró el pequeño saltando de su asiento con su lunchera en mano y su mochila de Batman sobre los hombros. Elizabeth asintió y luego de despedirse del director, se encaminaron afuera para cruzar el patio y dirigirse al kínder.


-Mami, ¿Batian vene?- murmuró la pequeña con el entrecejo fruncido. Con apenas tres añitos, la pequeña Dara era una niña vivaz y atenta, que veía a su hermano como su héroe a pesar de la poca diferencia de edad. Su Bastian era el príncipe, que con capa y espada, la protegía de sus primos Dani y Sara, que compartían la edad con Sebastián.


_No cariño, Seba va al salón de los niños más grandes_ explicó pacientemente Elisabeth, que ya veía venir un berrinche de alguno de los dos hermanos, la noche anterior ya había sido testigo del conflicto que sufría Sebastián cuando le dijo, no, mas bien le exigió a su papá saber por qué  Dara siendo tan pequeña aun tenía que asistir al kinder, una larga explicación sobrevino después de eso por parte de Marco de los porqué de la escolarización de Darita. Uff... sin pensar en la carita triste con la que Seba se había levantado esa mañana.


-Mami- esta vez era Sebastián el que tanteaba la pierna de su mamá para llamar su atención, -es pequeña... no quiero que se quede sola.-


Bueno, todavía no era un tema superado al parecer.


Elizabeth lo miró con una sonrisa suave y acarició su cabello rubio fresa suspirando con paciencia.
-Dara estará bien, ella tendrá maestras como tú tenías el año pasado. Se podrán ver al final de clases amor- su madre explicó.


-¿Y si alguien la empuja? ¿o la pelea?... ¿y si llora?!, oh mamá... ¿y si llora?- la voz de Sebastián se había tornado frenética, casi bordeando el pánico y su mamá acarició su brazo consolándolo acuclillándose a su altura.


-Todo estará bien cariño, ¿Recuerdas a Becky? ¿tu maestra de kínder del año pasado?- Sebastián asintió -Bueno, ella será la maestra de Dara este año... así que estará todo bien ¿no es cierto?-
-Pues... ojalá- dijo Seba aún dudoso recordando la sonrisa amable de su seño Becky y su dulce voz al cantar.


Cuando llegaron a la puerta del kínder, la maestra de Dara ya la esperaba con una sonrisa y un par de crayones para dibujar. Sebastián se paró frente a su mamá y antes de que ésta entregara a Dara a la maestra, él abrazó a su hermanita.


-Si te pelean me avisas en casa y vengo a golpearlo- dijo con vos firme antes de cerrar los ojos y sentir el asentimiento de Dara sobre su hombro. -Te quiero Darita-


-Yo tamben Batian- susurró Dara antes de tomar la mano de la maestra y desaparecer detrás de la puerta, con una última mirada sobre su hombro hacia su héroe. Él era su protector... y Sebastián se ocuparía de mantener esa promesa para siempre.

-------//--------//-------

Gracias por leer!! La ley de la vida, crecer! Besos a todas.

ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora