Té para dos

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-¿Qué estás haciendo Darita?-

La pequeña niña de cuatro años se sobresaltó al oír la voz del niño que miraba con diversión el momento de té que ella había armado con ayuda de su mami en el patio. Solo necesitó un mantel floreado que pidió prestado de su nana, tacitas que su mami le prestó y que usaban para tomar chocolate caliente a la mañana, una pequeña tetera de porcelana roja que su mami le regaló, una canastilla de mimbre y sus tres invitados de lujo, Pepe, Galo y Toto… unos viejos osos de felpa de su Bastian. Juntos, los cuatro disfrutaban de una linda tarde de primavera con té y galletas.

-Nada Dani…_ dijo ella volteando su cabeza hacia sus invitados, que parecían tener temor ante la presencia de su primo mayor, Daniel. Desde su lugar miraban calladitos y bien quietitos.

-A ver… se me antoja una galleta_ dijo este despreocupado e ignorando el miedo de la pequeña Dara. El niño que aparentaba mucho más que sus pocos ocho años, rodeó a Dara que le impedía el paso hacia su momento de té y tomó una galleta del plato que las contenía sobre el mantel.

-Dani- reprendió Dara frustrada. Sabía cuánto odiaba que su primo la molestara cuando la encontraba jugando y no le gustaba, no le gustaba para nada.

-Oh Señor Oso… a ver… quiero su te y sus galletas- dijo con tono burlón mientras tomaba a uno de los osos de felpa y lo tiraba lejos de él para ocupar su lugar. Dara comenzó a sentir esa sensación de vértigo y tristeza que la abrumaba cuando deseaba llorar y mucho más cuando Daniel comenzó a comer las galletas de los demás invitados y a tirar el té sobre el césped sin ningún reparo, manchando de paso el mantel de la abuela. -Mmm delicioso!-
Dara no pudo soportarlo más y salió corriendo de allí hacia la casa, apenas entró Elizabeth y Marco, que estaban conversando en la encimera de la cocina, se alertaron y se pusieron de pie. Pero Marco hizo que se detuvieran en seco… pues vio por la ventana el lío que su sobrino hizo con las cosas de Dara.
Sebastian, que estaba  esperando a Daniel en el barco pirata… es decir, un par de cajas de madera vacías que habían convertido en el bunker de un pirata añadiéndole palos y tela vieja, vio cómo Dara pasó corriendo a su lado con las lágrimas corriendo pos sus mejillas. Él también salió de su barco pirata para seguirla y se detuvo cuando vio a Daniel haciendo desastre con el momento de té de Dara.
-Dani!- gritó enojado con la espada de madera en la mano, caminó hasta su primo y tomándolo de la parte trasera del cuello de su camiseta lo sacó de allí a la rastra. -¡Te dije que no te metieras con las cosas de Dara! cuando ya estuvieron lo suficientemente apartados, Sebastian se tomó en serio su rol de pirata y alzó la espada amenazadoramente hacia su primo que, desde el suelo, lo miraba con terror… justo cuando Marco y Elizabeth reaccionaron y salieron de casa para impedir lo que fuera que Sebastian quería hacer.

Mientras tanto… Dara lloraba sobre su cama, con su carita sumergida entre los almohadones y las mantas de lana que su nana le había hecho al rededor. Era imposible jugar tranquila mientras Dani estaba en casa… más encima ella debía jugar sola, porque ni hermanita tenía para ser su compañera.

Tonto Dani!

Luego de un rato, en el cual sus lágrimas se calmaron y solo emitía aislados resoplidos, escuchó la puerta de su habitación abrirse suavemente. Sabía que sería su mami, que venía a acariciar su cabello para ayudarla a calmarse. No levantó su cabeza, solo se limitó a esperar la suave caricia de su mamá… que nunca llegó.

-¿Juguemos?- dijo tímidamente Sebastian a su lado. Ella sorprendida levantó su cabeza y limpió las lágrimas con la manga de su sueter de punto, Sebastian sonrió y tomó la mano de su hermanita para tirar de ella. Cuando Dara reaccionó y se paró de la cama, él la soltó y corrió para sentarse sobre la alfombra. -¿Un poco de té querida Dara?- con la tonada de todo un señor inglés.

Dara no lo podía creer, su Bastian había reproducido exactamente sobre la alfombra, su momento de té en el patio. Y quería jugar con ella.

Sonrió mostrando sus profundos oyuelos en sus mejillas, esos que tanto su hermano les gustaba pellizcar y se sentó frente a él en el suelo.

-Si! Y quiero con galletas de chocolate- dijo como toda una señorita inglesa.

Esa tarde la inocencia impregnó el aire de la casa. Juegos, cariño y protección. Porque Sebastian tenía muy claro una sola cosa... Que siempre protegería a su hermana, pasara lo que pasara.

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Retomo esta historia nenas! Feliz de volver a ella, seguramente se imaginaran de qué viene. Bueno, vamos a sufrir un poquito como todo lo que amo escribir. Me siguen?? Pronto comenzaré otra... Preparen sus motos!

ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora