Un poco celoso

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Sebastián 3 años / Dara 4 meses

Sebastián jugaba con papá en la hamaca del patio trasero, sus pequeños pies se balanceaban de arriba hacia abajo cada vez que el columpio iba y venía sobre el césped verde del jardín de la casa de la familia. Elizabeth sonreía desde la cocina al sentir la estridente y alegre risa de su hijo mientras ella preparaba el almuerzo, su pequeña Dara dormitaba sobre el babysit a un lado de la mecedora, que minutos atrás había servido para amamantar a su pequeño ángel de apenas cuatro meses.

Picó los tomates en pequeños cubos y los colocó en la sartén, hizo lo mismo con la cebolla, una zanahoria y el pimiento amarillo, puso una olla con agua sobre otra de las hornallas para preparar la pasta y se lavó las manos. Decidió ir a chequear a su bebé y llamar a sus chicos para que se aseen y se preparen para el almuerzo.

-Seba! Marco!- dijo desde el marco de las ventanas francesas que llevaban al patio, Marco, su adorado esposo por más de seis años, la miró sobre su hombro y le guiño un ojo.

-Ahora vamos amor, Seba no quiere bajarse del columpio- rió contagiando a Elizabeth en su alegría. Pero contrario a lo que Marco pensaba, Sebas al oír la voz de su madre, saltó del columpio y se echó a correr a través del patio. Elizabeth se agachó a su altura cuando lo vio venir a ella y lo atrapó en sus brazos maternales y amorosos plantando suaves besos en su frente y mejillas, Sebas reía... él era tan feliz cuando solo eran ellos tres.

-Oh mi hijo precioso- murmuró su mamá antes de estrecharlo en sus brazos.

-Te quelo mucho mita!- dijo él poniendo ambas manitos pequeñas en cada mejilla de su mamá que lo miraba con adoración -¿me cuentas un cueto luego? Llevo la manta que hizo mi nana y llevamos futas y me cuentas un cueto!-

Sus mejores días eran los que pasaba junto a su mamá en el prado de flores cercano a casa y en el que se recostaban al sol contando hermosos pasajes y aventuras que a Sebas le encantaba escuchar.

-No puedo mi amor, Dara me necesita aquí y ella aún es demasiado pequeña para ir al prado- Elizabeth hizo una mueca triste cuando vio el rostro de su hijo llenarse de desilusión, la mataba verlo triste y más cuando últimamente esa tristeza se debía a la nueva adhesión a la familia. -pero podemos ir sobre la cama y contar un cuento mientras Darita se duerme, estoy segura que a ella igual le gustaría escuchar- alzó la mano para acariciar el cabello cobrizo rebelde de su hijo, pero dolió cuando éste se apartó de su caricia.

-No!- dijo Sebastián enojado, sus ojos verdes brillaban con el llanto retenido. Él era tan fuerte y orgulloso y pocas veces había flaqueado al llanto, incluso cuando era mas pequeño, una rodilla raspada, un juguete roto no eran lo suficiente como para hacerlo llorar, pero ahora la pequeña Dara lo había cambiado todo en su mundo - Dara, Dara, Dara se burló -... aola que la tienes a ella, la quieles más que a mí...- sollozó cruzando sus bracitos sobre su pecho.

-Hijo...- Elizabeth trataba de ser paciente y comprensiva, pero la frustraba que su hijo se sintiera desplazado y aunque Marco le había dicho que podía suceder, los celos de su pequeño varoncito le dolía en el alma, su sueño mientras Dara crecía en su vientre y acunaba entre sus brazos a su primogénito, había sido que ambos hermanitos se tornaran inseparables, pero aún era demasiado pronto para decirlo. Seba tenía que hacer un lugar en su corazón y su propio universo para comenzar a incorporar a la pequeña.

-Vete con tu bebé!...- gritó él antes de salir corriendo cuando Elizabeth lo quiso abrazar. Sus pasos resonaron detrás de ella cuando Sebastián corrió hacia su habitación.

Elizabeth miró con tristeza a su esposo que se aproximaba con los juguetes del pequeño Seba en las manos, pero éste no pudo más que sonreír con ternura,

-Espera mi amor y créeme, los sentimientos que ahora nuestro Sebastián tiene contigo, los trasladará a su hermana y terminará amándola con locura-

Y Elizabeth no pudo más que sonreír con fe.

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¿Quién no adora el idioma de bebé? Déjenme sus comentarios, gracias! >.<

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