CAPITULO 3: La Navidad del Cowboy

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_____ en verdad contuvo la respiración. El hombre alto le era familiar, igualmente después de todos esos años. Vestido con pantalones tejanos apretadas, con botas y una camisa de chambray y un Stetson blanco inmaculadamente limpio, sobre el cabello negro de él, parecía formidable, hasta incluso con el bastón que estaba usando para apoyarse.
Él no miró a la mesa donde _____ estaba sentada, que estaba en el lado contrario de la mesa de Buck.
—Tú me despediste, — Buck le murmuró. — ¿Qué quieres, darme otro puñetazo? Estás a tiempo, lo conseguirás apoyándote con una pala, ¡pierna coja o no! — Zayn Hart encaró un poco al hombre, los ojos castaños que brillan a la luz del sol.
— Esas puras-sangres Angus que compramos en Montana están siendo entregados esta mañana a través de un camión, —dijo. — Eres el único que sabe usar el programa de computadora para registrar los rebaños.
—Y tú me necesitas, — Buck convino con una sonrisa fría. — ¿Por cuánto tiempo?
— Dos semanas — fue la corta respuesta. — Trabajarás mucho a causa de tu indemnización de dimisión. Si tu mente aún te deja.
— ¡Déjame, diablo! — Buck se levantó, sorprendido. — ¡Me despediste!
— ¡No! — el hombre más viejo contestó rápido. — Te dije que prestes más atención a tu propio maldito trabajo o podrías largarte. — Buck giró la cabeza y encaró el otro hombre durante un minuto.
— Si vuelvo, mantendrá de ahora en delante tus puños junto a ti — dijo brevemente. El otro hombre no parpadeó.
— Sabes por qué te llevaste el golpe. —Buck le miró cautelosamente y un rubor alcanzó a lo largo de las altas pómulos del rostro de él. — Yo nunca quiso decir aquello de aquel modo, tu me llevaste a esto, — él replicó.
—Pensarás dos veces antes de suponer, hacer tal observación nuevamente sobre mí, entonces, ¿no es así?
Buck hizo un movimiento que su patrón comprendió como consentimiento.
— ¡Y tu gratificación de Navidad ahora es historia! — él añadió.
Buck convino con un suspiro irritado, casi hablando, pero reprimió sus labios finalmente en un sometimiento furioso.
— ¡Vete a casa! — El hombre más viejo dijo abruptamente.
Buck tiro de su sombrero sobre los ojos, dejó un dólar encima de la mesa junto con la taza de café y con pasos largos salió apenas con una inclinación del sombrero para las mujeres presentes, mientras murmuraba un balbuceo al salir.
La puerta se cerró con un chasquido. Zayn Hart no se movió. Él aún esperó un momento, como fortaleciéndose
Entonces él se giró, y sus ojos castaños se fijaron directamente en _____. Pero la ira en ellos desapareció con el choque al reconocer a _____ que ella pestañeó.
— ¿Qué te ocurrió? — preguntó brevemente. Ella supo lo que quiso decir sin preguntar. Paso la mano inconsciente por su mejilla. — Un accidente, — dijo tensa.
Irguió su barbilla. La tensión en el café era tan grande que Abby se sintió incomoda en la mesa.
— Tu no serás más una modelo, — él continuó. La certeza en la declaración la hizo sentir miserable.
— No. Claro que yo no soy modelo. Él se apoyó pesadamente en el bastón.
— Siento lo de tu padre, — dijo bruscamente.
La cara de él parecía atormentada cuando la encaró. Hasta incluso a través de la sala, la furia en su mirada era tangible para _____. Sus manos apretaron con tanta fuerza la taza de chocolate caliente, que los nudillos de sus dedos se pusieron blancos con la presión. El miró a Abby.
— ¿Cómo están las cosas en el engorde de ganado?
—Muy bien, como siempre, — contestó agradablemente. — Calhoun y Justin aún están invirtiendo en los negocio. Bueno, están con el plan de comercializar el ganado en otoño.
— Yo coincido. Seleccionamos muchas cabezas cuanto sea posible y estamos arriesgándonos en nuevas áreas de ganado mestizas. Nada más de pura-sangre ahora. Esperamos ser pioneros en una nueva raza.
— Bien por vosotros — Abby contestó.
Los ojos de él volvieron a _____. Se demoraron en las mejillas pálidas de ella, en su falta de vitalidad.
— ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? — le preguntó.
La pregunta la había expresado de tal modo que parecía como un desafío. Los hombros de ella se elevaron y cayeron.
— Supongo que, hasta que resuelva todos los problemas pendientes. Me dieron dos semanas en la empresa de abogacía donde trabajo.
— ¿Cómo una abogada?— Negó con un movimiento de la cabeza.
— Como taquígrafa.— El hizo un mohín.
— ¿Con tu cabeza para el cálculo? —preguntó brevemente.
La mirada de ella se puso confusa. Ella no había notado qué él estaba atento a su aptitud con los números.
— Es un desperdicio, —persistió él. — Eras tan natural con la contabilidad y mercado.— Ella también pensaba frecuentemente en eso, pero ella no había buscado otros intereses en aquel campo. Especialmente después de haber intentado primero ser una modelo.

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