CAPITULO 5: La Navidad del Cowboy

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Durante los próximos dos días, _____ no pensó en nada más, además, de la vuelta a casa. Mientras pensaba, vagó alrededor del pequeño patio, mientras miraba de cerca los comederos de pájaro y ardillas vacíos. Observó la regadera desechada, la mala hierba de los canteros de flores. La larga ausencia de su padre ya había dejado su marca en la pequeña propiedad. Necesitaba de una mano amorosa para restablecer esto.
Ella se quedó quieta cuando una idea se formó en su mente. No tenía que vender la propiedad. Podría salvar esto. Podría vivir aquí. Con sus habilidades en matemática y en contabilidad, que ella ha estudiado en la escuela de Comercio, podría abrir una pequeña oficina de contabilidad para ella misma. Clarisse podría ser un cliente. Podría tener otros. Ella podría mantenerse. Podría dejar Nueva York.
La idea creó alas. Estaba tan entusiasmada sobre está idea que ella ataría para Abby a la mañana siguiente, cuando ella estuviese segura que los niños estaban en la escuela.
Hizo un resumen de la idea para su amiga.
— ¿Bien, qué piensas tu? — Preguntó entusiasmada.
— ¡Pienso qué es una gran idea! —exclamó Abby. — Y la solución perfecta. ¿Cuándo vas a comenzar?
—La semana que viene, — dijo con certeza absoluta. — Usaré las vacaciones de Navidad que tenía como aviso previo. Llevará solo dos días empaquetar las pocas cosas que tengo. He que pagar el alquiler, porque firmé un contrato, pero si las cosas no funcionan como tengo esperanza que se resuelvan, eso no será un problema. OH, Abby, ¡es cómo un sueño!
— Ahora te parece más a la _____ que yo conocía, — Abby le habló. — Estoy tan feliz por ti que estés de vuelta.
— Así soy yo, — _____ contestó, e incluso el modo de hablar de esto, intentó no pensar en las complicaciones que podrían surgir. Zayn aún estaba en las cercanías. Pero él le había hecho una promesa de mantenerse apartado, y quizá él mantuviese la promesa. De cualquier manera, ella se preocuparía después sobre esa situación.

Una semana después, _____ se fijó en la casa, con todos los dulces recuerdos del padre, para mantener junto a sí. Había transportado algunas cosas grandes, el piano de la familiar de más para ser transportado por un servicio de mudanzas. Las cajas se hallaban cerradas en un rincón, pero ella estaba empezando a poner un poco de orden en la casa.
Necesitaba un tejado nuevo, y algo de pintura, así como también un arreglo en la canalización del grifo de la bañera que estaba mal vedada. Pero ésas eran inconveniencias menores. Tenía una pequeño economía gracias al ahorro que ella había hecho, hasta que pudiera abastecer sus necesidades, hasta que ella comenzase nuevamente en el negocio.
Tenía algunas tarjetas y papeles impresos y puso un anuncio en el Diario semanal de Jacobsville. Entonces ella se instaló y empezó a trabajar en una área próxima de la casa, a pesar del tiempo frío. Estaba creyendo que aquella tristeza tenía que ser resuelta inmediatamente. No había terminado con el funeral de su padre. Y la casa era un recuerdo constante de los días pasados cuando ella y su padre habían sido felices.

Así fue tal el choque de encontrar Zayn Hart en su puerta después en el primer sábado que ella estaba de vuelta en su residencia.
Ella solamente lo hizo frente al principio, como si ella hubiese estado atolondrada. En la realidad, ella lo estaba. Era la última persona que ella habría esperado encontrar en el escalón de su puerta.
Tenía un bouquet de flores en la mano que no tenía agarrando el bastón y su sombrero. Él se lo entregó bruscamente.

—Presentándome en tu casa, — él dijo.
Ella agarró el bonito bouquet y con pesar se hizo aun lado. ¿Te gustaría entrar? Podría hacer un café.
Él aceptó la invitación, mientras colocaba el sombrero en la percha de la puerta. Mantuvo el bastón y ella notó que él se apoyaba pesadamente en el cuando él hizo el camino a la más próxima silla y se sentó.
— Dicen que el tiempo húmedo es difícil para las articulaciones dañadas, — ella observó. Los ojos castaños de él hirieron como lanza en la cara de ella, con una mezcla de curiosidad e irritación.
— Tienen razón sobre lesiones en las articulaciones, — contesto él. — ¿me ayuda tener de admitir esto?
—No estoy intentando marcar puntos, — contestó tranquilamente ella. — Yo no conseguí hablar así en el café, pero siento mucho el haberte herido.— Los ojos de él estaban intencionadamente en la cicatriz que corría toda la mejilla de ella.
— Yo lo siento por ti, — dijo rudo. — ¿Mencionaste café?

Allí estaba nuevamente, aquella aspereza que la había atemorizado tanto a los dieciocho años. A pesar de ocho años que han pasado, él aún la intimidaba.
Fue a la pequeña cocina, visible desde la sala de estar, y colocó agua en la cafetera con un poco de café. Después que ella hizo el café, colocó en la bandeja tazas, platillos y los acompañamientos, y se unió a él en la sala.

-¿Estás bien instalada? — preguntó él un minuto después que ella se había sentado sobre el sofá.
— Sí, —dijo ella. — Es extraño, después de estar afuera durante todos estos años. Y siento mucha la falta de papá. Pero siempre amé esta casa. Con el tiempo estará confortable para vivir aquí. Una vez que consiga superar ese sufrimiento.— Él asintió con la cabeza.
—Perdimos ambos a nuestros padres, yo en una inundación. —dijo él amable. — Yo me imagino como has de sentirte.
Él dio una ojeada a los techos altos y paredes marcadas, y el acceso a la chimenea. Él meneó la cabeza a esto.
— Eso no es suficiente. Necesitas una estufa aquí.
— Necesito de muchas cosas aquí, pero tengo que comer, también, — dijo con una sonrisa lánguida. Se echó los cabellos platinados cortos y ondulados para atrás y enroscó las piernas en el sofá con los pantalones tejanos, la camisa de muletón gris y calcetines. Los zapatos de ella estaban debajo del sofá. Incluso cuando hacía frío, odiaba usar zapatos mientras estaba en casa.
El pareció notarlo y halló esto divertido, a juzgar por el brillo en sus ojos castaños.
— Odio los zapatos, — ella dijo.
— Yo lo recuerdo.
Eso era sorprendente. Ella casi nunca se acordaba de la chica que había sido hace ocho años atrás. Parecía otra vida.
— Tenías un perro, un maldito Cooker spaniel, y tu y el estaban fuera en el patio delantero, mientras lo bañabas, un día en el que yo conducía por aquí, — él recordó. — No le gustó el baño, y tu estabas toda mojada, con los pies descalzos, bermuda deshilachada. — Su mirada se ensombreció cuando la miraba. — ¿Te dije qué entras en casa, te acuerdas?
— Sí. — La corta orden siempre la había confundido, porque él parecía estar irritado, no divertido como él estaba ahora.
— Yo nunca te dije por qué, —continuó él. La cara de él se puso tensa mientras la miraba. —Tú no estaba usando nada debajo de aquella blusa y la tenías pegada, — añadió tranquilamente. —No puedes imaginar lo que eso hizo en mí...Y aún estaba el maldito Bobby Harris, que se encontraba de pie en la acera mirándote.

Bobby le había invitado aquel día a salir, y ella se había rehusado, porque él no le gustaba. Era un muchacho mayor; a su padre nunca le habría gustado.
— Yo no lo note, —dijo ella, maravillada con recuerdos que debían ser ahora tan dulce, aunque su comportamiento extraño le había dolido en el pasado. Ella en verdad enrojeció al pensar que él la había visto de aquel modo, al inicio de la relación.
— Sé que, ahora, seis años es muy tarde, — dijo él abruptamente. Levantó la cabeza, mientras lo estudiaba curiosamente. Él la vio contemplarle e irguió los hombros. — Pensé que estabas exhibiendo todo tu encanto visual descaradamente para mi propio beneficio, y quizá hasta para el mismo Bobby, — dijo con una sonrisa burlona. — Fue por eso que yo actué de aquel modo aquella última noche.— La cara de ella se contrajo con angustia.
— ¡OH, no!
— Oh, sí, —dijo él, su voz sonando con profunda amargura. — Pensé que me estabas tomando por bobo, _____. Que estabas fingiendo que eras inocente porque yo era rico y tú querías un anillo de boda en vez de una aventura.
El horror que ella sentía se mostraba en su cara pálida.
— Sí, lo sé, — dijo cuando ella empezó a protestar. — Yo solo vi lo que yo quería ver. Pero el ridículo fui yo. Hasta el momento en que yo noté el terrible engaño que había cometido contigo, estabas en medio del viaje en un autobús, yo te perseguí. Pero no conseguí decir las palabras exactas para hacerte volver. Mi orgullo cortó mis palabras. Yo nunca cometí aquella injusticia sobre alguien antes.
Ella Evitó su mirada.
— Fue hace mucho tiempo. Yo aún era una niña.
— Sí. Eras aún una niña. Y yo te confundí con una mujer. — Él la estudió con ojos estrechos. — No pareces mucho mayor ahora. ¿Cómo adquiriste esta cicatriz? — preguntó curioso.

Sus dedos corrieron por la cicatriz. Los recuerdos cayeron encima de ella, caliente y doliendo. Ella se puso en pie.
— Vigilare del café.
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Espero y les guste Criaturas Hermosas

la-Neil

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