La guarida

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-¿Profesor? Le molestaría si hago el ensayo individual- pregunté con total seguridad y confianza. Las mandíbulas de Flor, Katia, Julia y Maru cayeron estrepitosamente en ese mismo momento Julia dijo:

-Bea, hazlo con nosotras.

Y Florencia le siguió un:

-Vamos, sí. Es un ensayo y ya lo vamos a terminar más rápido si lo hacemos juntas.

-No lo haré- espeté, ¡estaba enojadísima! El profesor confuso dejó en mi escritorio otra lista de preguntas y luego se marchó sin más. –Lo lamento, ¿alguna me puede prestar una de las fotocopias? Porque ¿saben? He faltado y no me han avisado que debía sacar ninguna… Así que me prestan una, por favor- solté en un abrir y cerrar de ojos lo más educado y decente que pude.

No sabían que decir, como actuar ni nada por el estilo. Se reprochaban diciéndose una a la otra por qué no me habían avisado de las cosas se habían embrollado en su discusión tanto que olvidaron que les había pedido la estúpida fotocopia, en un momento Katia uno de los engranajes más callados pero más astutos saca la fotocopia y me la ofrece, yo la tomo y comienzo mi trabajo. Lo hago lo más rápido posible para terminar una vez con todas y poder largarme de allí.

Terminé el ensayo, se lo presenté al profesor y luego caminé hasta el escritorio de Lila y le dije:

-Lila, necesito sentarme aquí.- lo emití lo más sincera que pude hacerlo. Ella con solo mirarme me entendió no pidió explicación y pronto ella y sus amigas se hicieron manos a la obra para colocar un escritorio junto a ellas.

El timbre del segundo y anteúltimo recreo sonó, típico salvada por la campana. 

Salí lo más rápido que pude de ese  maldito salón, volví a sentir esa brisa fría en mi rostro afuera comenzó a llover esta vez era un recreo más largo por lo que decidí ir a ver a mi reales amigas. Estaban como siempre lo están en círculo al verme sonrieron y me abrazaron, me hacía sentir bien saber que alguien si me extrañó.

-¡Qué suerte que volviste! Me dijo Rena, ella es la más bajita del grupo le podes confiar cualquier cosa.

-¿Estás mejor? ¿Cómo te sentís?- emitió Maca esperando ansiosa mi respuesta.

-Bien, ya estoy bien. Si no, no estaría aquí.- Se notaba en mi timbre de voz que algo no andaba bien.

-¿Cómo está tu salón? La verdad es que quisimos ir a buscarte pero Maca no quería entrar- expresó Fran.

Ya lo tomaba como algo normal ninguna quería entrar a mi salón todas sentían una mala vibra al acercarse y las entiendo porque realmente había una mala vibra allí. Éramos demasiados adolescentes en una misma sala compartiendo más de siete horas diarias, y encima para el remate de todo eso, estábamos divididos en pequeños grupos que hablaban mal de los otros grupos, ¿ahora me entienden? Ca-ra-du-ras.

-Oh, está bien. No se pierden de nada, además realmente deseaba salir de allí es un infierno.- Dije mientras me frotaba las manos por el frío que hacía.

Ellas me miraron, y automáticamente abracé a Maca siempre lo hacía además amo los abrazos. Sabían que algo no andaba bien, pero no se atrevían a preguntarlo. Como todos los recreos largos las parejitas del instituto se encontraban por lo que Rosario no estaba con nosotras. Luego de que Francisca me preguntara lo que había pasado les conté todo lo que pude y lo que llegué a decir en ese corto tiempo, ellas me miraban con detenimiento escuchando todo lo que mis cuerdas vocales emitían,  a veces soltaban ‘’ ¿Sabes Bea? A veces eres muy exagerada. ’’ O también ‘’ ¡No pueden hacerte eso! ’’  Realmente necesitaba contarles lo que había sucedido. Había conocido a este clan de muchachas en segundo del instituto  -cuándo ellas iban a primero- nos hicimos grandes amigas pero nunca tan unidas por el hecho de estar en diferentes salones y esas cosas, ellas saben toda mi vida y yo creo que la mayoría de la de ellas, y aunque ellas piensen que nadie las conoce todos y cada uno del instituto sabe quiénes son. 

Estaba escuchando claramente el concejo de Renata cuando sentí que alguien reposó su mano sobre mi hombro, al darme vuelta de pie detrás de mi estaba él, Juan. Era un poco más alto que yo su cabello era negro y brilloso,  sus ojos nunca me había detenido en sus ojos, de lejos parecían marrones oscuros pero las luces del pasillo dejaban ver un azul petróleo que brillaban como lucero de pleno invierno. Y el uniforme del instituto lo hacía ver tan… tan elegante.

Estaba atónita, ¿por qué no podía modular palabra? Vamos Bea, solo era Juan aquel idiota que nos hacía la vida imposible cuando jugábamos en su casa, aquel que nos jugaba bromas encerrándonos fuera de la casa.

-Lo lamento chicas- Emitió con una voz un poco nerviosa –Debo hablar con Betty ahora lamento interrumpirlas pero es algo urgente.- Al mismo tiempo que dijo esas palabras me tomó del puño de mi blazer y me dirigió hacía las escaleras que conducían a la segunda planta.  Mientras subíamos con mis ojos emitía algunos ‘’ ¿Y tú qué miras?’’ a algunos alumnos que nos miraban. Como ya les dije antes el problema del instituto es que nos conocemos todos con todos.

Llegamos a la segunda planta pasamos el salón de los profesores -o lo que yo llamo el escondrijo de las serpientes de turno- doblamos a la derecha dónde se encontraba otra ala de salones, él iba delante de mí aún me tomaba del blazer y caminaba con toda determinación mientras yo no sabía qué hacer ni decir era un comportamiento extraño. Llegamos hasta el final del pasillo, ¿su salón? ¿Por qué tanta prisa para ir hasta su salón? ¿Por qué me trajo aquí? mi cabeza estaba mareada de tantas autopreguntas.

-Espérame un segundo.- lo vi entrar, dentro estaba un grupo de chicas que apenas me divisaron comenzaron a hablar sobre mí, a ver cuéntenme ¿Por qué las niñas idiotas hacen eso? ¿Tendrán envidia? ¿De mi? ¿Por Juan? No, imposible –Aquí la tengo, vamos.- Me mostró una pequeña llave que colgaba de un llavero con forma de hipocampo.

Fuimos hasta el baño de hombres del segundo piso, el cual siempre está cerrado nadie sabe el por qué. Ahí fue cuando logré decir algo desde que había comenzado esta extraña y secreta odisea.

-¿Pero qué demonios estás haciendo Juan?

Colocó la llave en el cerrojo, le dio dos vueltas a la derecha me empujó dentro y volvió a cerrar.

-Quédate tranquila, nadie nos vio lo percate. Masculló mientras se sentaba sobre el lavabo de mármol muy tranquilo como si todo esto fuese normal. Miré a mí alrededor, había algunas cuantas anotaciones dibujos y esas cosas, también algunos escritorios que al parecer contrabandearon no sé cómo aquí dentro.

-Bueno, veo que estás sorprendida. Esta es la guarida de los chicos de último año. Sólo tres tenemos la llave y yo soy uno suerte ¿no?- Emitió sonriendo, se veía tan bien cuando sonreía. Pero Beatriz Aurora Wilmore ¿qué te sucede hoy? Seguro es por la falta de atención que tuve de las personas el día de hoy.

-Oh… Que… Que, lindo- logré decir un poco avergonzada.- Es que no entendía la situación, me habían encerrado en un baño transformado en guarida sin darme explicación y con el hermano de mi seguramente ex mejor amiga, no podía actuar relajada en este momento ¿Qué quería de mí? Comencé a sacar conclusiones apresuradas y me sonrojé por lo que Juan se apuro a decir:

-Eh, Betty calma, calma sólo necesito hablar contigo y sé que aquí nadie nos escuchará ni nos verá y tampoco sacarán conclusiones estúpidas. Necesito hablarte de mi hermana.- Suspiré de alegría por saber que lo que proseguía sería una charla y también de decepción al saber que quería hablar de Julia.

¿Qué no sacarían conclusiones estúpidas me acababa de decir? ¿Y qué cuando nos vean salir? Diremos ‘’tranquilos no sucedió nada, sólo hablamos en un baño clandestino encerrados con llave en un recreo’’.

Sea como sea Juan comenzó a hablar me senté en uno de los escritorios robados pero lo que me contó no me lo esperaba… para nada, y menos de Florencia.

Un año para olvidar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora