Capítulo 4: Incógnitas

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Caminamos por un periodo prolongado de tiempo y no tenía idea de cuantas personas nos llevaban escoltados puesto que al vendarnos estábamos de espalda, sin embargo, solo por escucharlos hablar deducía cuantos eran, escuché tres tipos diferentes de voces, dos masculinas y una femenina.

Pensé que habían más, pero que no hablaban por órdenes de su jefe y claro era muy extraño que nos vendaran, aunque sinceramente si las criaturas apareciesen de nuevo preferiría no verlas, ya que, son espantosas. No obstante, al mantener los ojos cerrados lo único que veo es el rostro de Orlando agonizar (es evidente que me encuentro en un dilema).

Reflexiono en que es inquietante como puedes conocer a alguien durante toda la vida, aun así, la última imagen que conservas de esa persona es la expresión de su rostro cuando muere. Siempre recuerdo el día en que mi abuela falleció, yo no quería asomarme al ataúd, pero inevitablemente tuve que hacerlo, su retrato de agonía es algo que no puedo borrar de mi mente sin importar cuantas veces lo intente.

Esos pensamientos pasaban por mi cabeza mientras caminaba y entonces miré de reojo el suelo dándome cuenta que ya no era de tierra, al contrario, era un piso que parecía de metal y oía ruidos igual a los de fábricas donde se encuentra maquinaria industrial. Pasaron varios minutos y al fin nos quitaron la venda, vi un hombre calculé qué de unos cuarenta años por sus rasgos faciales, en el momento en que habló reconocí que era él quién nos había dado la orden cuando recogíamos agua en aquel arroyo. Se presentó ante nosotros como Jhon Cooper.

—Chicos necesito que mantengan la calma —movía las manos y asentía —no tienen de que preocuparse aquí están a salvo, pero no los podemos dejar ir todavía por cuestiones de protocolo, estarán unas horas en este cuarto hasta que resolvamos su situación.

—¿Dónde estamos? —Sonia se cruzó de brazos.

—Están en una zona de refugio del cuerpo de bomberos —alzó las cejas —donde les daremos asistencia médica, porque veo que varios de ustedes tienen golpes, morados y raspones, les haremos algunos exámenes para asegurarnos que todo esté bien.

Enrique murmuró —¿y cuánto tiempo nos tendrán aquí? —torcía los labios y movía la cabeza.

Bufó —el tiempo que sea necesario, pero dependerá de su colaboración para salir más rápido de este asunto. Si por mi fuera los dejara ir, debido a las normas no se me permite hacerlo sin antes tomar precauciones, realizar el papeleo y asegurarme de que todo marche en orden.

En lo personal me parecía muy extraña la forma de proceder de estos "rescatistas". Todos pensábamos lo mismo, pero nadie se atrevió a decir nada quizás porque nos habían sacado de aquella cueva y librado de esa pesadilla.

El uniforme que llevaban puesto era gris con pequeñas franjas amarillas en su pecho, tobillos, brazos y cadera. El cuarto donde estábamos era de paredes blancas y tenía una cámara de seguridad en una de sus esquinas, el piso era de cerámica y en el techo había una ventana de ventilación.

Respiré profundo y alcé una ceja —¿por qué nos trajeron vendados hasta acá?

—Los trajimos vendados porque en estos procedimientos de rescate cuando encontramos a personas que llevan mucho tiempo extraviadas tienden a actuar de forma desesperada —movía las manos explicándose —poniéndonos en peligro a nosotros y a sí mismos. Una anécdota que les puedo contar acerca de esto es de una familia perdida en una montaña, los hallamos luego de varios días vagando en ella. Debido a la vegetación del lugar, ya que, era de grandes árboles frondosos, no podíamos descender en el helicóptero para subirlos a todos, por lo que decidimos bajar a un chico.

«Cuando bajó reaccionaron de forma nerviosa e intentaron sujetarse a él, luego les explicó que el plan sería subir a uno por uno y que la orden era tomar a los niños primero, ya teniéndolos asegurados con el arnés comenzaron a ascender, pero alguien no entendió el mensaje. En el instante que empezaron a elevarse un hombre salió corriendo y se sujetó a ellos haciendo que la cuerda se comenzara a balancear quedando enredada en una de las ramas más altas de un árbol. El caso es que aquel individuo al estar agarrado del rescatista se resbaló cayendo de una gran altura y se rompió el cuello.»

Jueves 6 de agostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora