Capítulo 18: Camuflaje

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Derek entre señas me decía que no me moviera y yo asintiendo permanecí inmóvil, incluso evité respirar por unos cuantos segundos. Un Obcecado se acercó a mí, sus fosas nasales se agrandaban y achicaban mientras olfateaba y gruñía. La criatura movía la cabeza de un lado a otro hasta que siguió de largo.

Luciano y Enrique caminaban por el otro extremo del pasillo. Avanzaban dos pasos cada cinco minutos paraban y frenaban para no alertar a los Obcecados, sin embargo, Sabrina emitió un ruido de queja que fue suficiente para que las bestias comenzaran a moverse gritando y chocando entre ellas.

Los chicos pararon al ver que las criaturas se les acercaban. Mientras tanto en el otro pasillo se escuchó un ruido como cuando cae un tubo de metal al suelo. Todos los Obcecados corrieron en dirección de ese sonido.

Continuamos avanzando y al explorar el lugar nos dimos cuenta que lo conformaban cubículos con pequeños cuartos, eran celdas. Personas jóvenes, adultos y niños encerrados en ellas tenían la ropa sucia, manchas de polvo en la cara y algunos estaban descalzos. Ellos nos miraban mientras susurraban palabras que no lograba entender pues no alzaban la voz más de lo que era adecuado.

Algunos estaban llorando y a pesar de que el espacio era muy pequeño, en una celda se encontraban hasta siete personas apretujados como sardina en lata.

Más adelante los Obcecados formando una masa pues estaban unos encima de otros intentando entrar a una celda. Derek interrumpió lo que observaba y nos comunicó entre susurros que para llegar a nuestro destino teníamos que pasar frente a esas bestias.

Derek fue primero, luego los chicos cargando a Sabrina y yo de ultima. Había que orillarse lo más que te permitiera el espacio para evitar tropezar con los Obcecados. Mientras lo hacía vi como estas criaturas se comían a dos personas, uno era un niño y el otro un hombre adulto. Tuve que hacer la vista a un lado para contener el vómito.

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Estábamos por llegar a la habitación, faltaba poco. Pero cada segundo corría en el tiempo igual que una hora. Entre súplicas rogaba que el esfuerzo que realizábamos no fuera en vano.

Finalmente llegamos y abriendo la puerta con cuidado entramos al cuarto. Derek comenzó a buscar entre los anaqueles, gavetas y armarios las medicinas y utensilios. Yo viendo un escritorio tiré todos los papeles y demás objetos que había para que colocásemos a Sabrina. Cuando los chicos la alzaron ella soltó un grito de dolor pues su pierna chocó con el borde de la mesa.

Derek consiguió lo que necesitaba y tomando una inyectadora le aplicó un antibiótico. El olor inundaba la habitación y todos nos apretábamos la nariz.

—¿Qué sucede? —pregunté al ver que Derek fruncía el ceño.

—Ayúdenme a cortar el pantalón.

Mientras lo hacíamos toqué su frente y sentí su piel caliente. Al cortar su pantalón vimos como toda su pierna era de color negro y apestaba. Quitamos el resto de su ropa y parte de su abdomen estaba igual.

Derek puso la mano en su frente —aquí no hay mucho que hacer. Me equivoqué, esto no es gangrena es... Otra cosa y no tiene cura. ¿Ven ese líquido amarillento sobre la mesa? —todos asentimos —ella se está pudriendo viva.

—¿Cómo sabe que no tiene cura? —Luciano frunció el ceño.

—Porque ya he visto esto antes.

Se escuchó una risilla —supongo que no puedes salvarte dos veces de una enfermedad —Sabrina reía mientras algunas lágrimas bajaban por cada lado de su cara —quiero que se vayan.

Jueves 6 de agostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora