Capítulo 3

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Pekín, China
Narra Pablo

Tres días que llevaba en China.

Tres días solo, y ya estaba hasta la punta de la polla.

No sé qué es peor, si la montaña de trabajo que tengo o que tengo más reuniones que vida.

Me despertó la alarma de mi móvil, estiré mi brazo a apagarla y miré la pantalla de este.

Las 8 de la mañana de un domingo.

Ay domingo, que bien sonaba.

Me vestí con ropa deportiva sin ni siquiera ducharme ni bajar a desayunar al restaurante, ya lo haría después de una sesión de deporte, que por fin tenía un día libre sin trabajo y ya era hora de ir al gimnasio, que desde que llegué no lo había podido pisar.

Bajé decidido y con ilusión, era una buena hora, seguramente no habría mucha gente, además al ser domingo seguro que la gente había pasado de ir y se habría quedado en sus habitaciones durmiendo ya que hoy no era necesario madrugar.

Nada más entré a ese pequeño gimnasio del hotel verifiqué mi teoría.

No había casi nadie.

Es más, solo había una persona.

Pero qué persona.

Ni más ni menos que Miriam Rodríguez.

Ahí estaba en una máquina de correr con los cascos puestos por lo que no se enteró de mi llegada.

Vestía un pantalón corto a juego con un top deportivo de tirantes que dejaba su abdomen marcado al aire, el sudor resbalaba por toda su piel y a cada zancada que daba mientras corría en esa máquina todos sus músculos se marcaban más.

Aparté mi mirada de ella y me dirigí a otra máquina a levantar peso.

De verdad que intentaba concentrarme en lo mío y despegar los ojos de ella, pero me era imposible, mi mirada cada dos por tres se desviaba a donde estaba la rubia corriendo.

No podía seguir así, a este paso habría bajado al gimnasio para nada, así que saque mis airpods y puse música en mi teléfono para evadirme del ambiente y de una vez por todas centrarme en levantar peso y no en mirar a aquella rubia despampanante.

Estaba reventado, completamente reventado, miré la hora en mi reloj y me di cuenta que ya llevaba 40 minutos allí, ya iba siendo hora de parar si no quería echar el corazón por la boca.

Paré la máquina y me quité los cascos guardando mis cosas dispuesto a irme ya de allí, pero cuando levanté la mirada la vi, ella seguía corriendo, no paraba, seguía en su ritmo constante.

Me permití el mirarla un poco antes de irme, estaba completamente sudada y su piel brillaba, la miré analizándola por completo, fijándome en todos y cada uno de sus marcados músculos, parecía no estar cansada, supuse que su cuerpo estaría muy acostumbrado a largas y duras sesiones de gimnasio, y se notaba, tenía un cuerpo perfecto, no tenía nada que envidiar a ninguna modelo de revista.

-¿Qué miras tanto López? -Fue la voz de ella la que me sacó de mi trance.

-Pablo.

-¿Perdón?

-Me llamo Pablo, no estamos en el trabajo, no hace falta que me llames por mi apellido.

-Bueno, pues muy bien Pablo, pero ¿Qué me miras tanto?

-No te miraba.

-Si claro, soy yo la que estoy ciega ¿no? -Bajo de la máquina de correr secándose el sudor de su frente con una toalla que tenía al lado y acercándose a mí. -Eran imaginaciones mías ¿no?

Un viaje... ¿complicado? [Pabliriam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora