Destrezas

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Todos tenemos algunas destrezas para ciertas materias o asignaturas, ¿No?

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Todos tenemos algunas destrezas para ciertas materias o asignaturas, ¿No?

Algunos son hábiles para las matemáticas, así como otros lo son para geografía o biología, están los dibujantes que se destacan en artes plásticas o los dirigentes que marcan la diferencia en instrucción premilitar, sin dejar muy atrás a los hábiles para los números y fórmulas químicas o los amantes a los libros que en las clases de castellano parecían fascinados. El punto aquí, es que queramos o no, siempre tendremos un talento para algo, por muy ínfimo que sea.

En mi salón había de todo un poquito, desde los héroes de las fórmulas químicas hasta los que asistían a clases para ver el día pasar. He de admitir que entre nosotros habían habilidades variadas pero, como si se tratase de un auténtico cliché, los muchachos eran más ávidos con los números que con las letras, así que para los exámenes teníamos un acuerdo silencioso, entre todos nos ayudábamos o nada.

Solíamos sentarnos en una fila todos juntos, llegábamos antes que el profesor al aula y tomábamos ventaja, ya que nos daba tiempo de acomodarnos a nuestro antojo, sino, contábamos con la mala suerte de ser separados, cosa que no pasó muchas veces, porque o los profesores se hacían los tontos o en realidad no se daban cuenta de que nos echábamos las copiadas mandadas a hacer. Ahora mismo vino a mi mente un recuerdo: un examen de matemáticas con la profesora más testaruda del año, una que por cierto, solo nos dio clases durante unos tres meses.

Recuerdo que Diego me pasó la chuleta (dícese de la hoja u objeto con el material escrito, regularmente en forma de acordeón), era un examen de funciones; la operación estaba perfecta, la gráfica estaba recta y no parecía tener errores, miré a Miguel quien fue el receptor de la misma y luego a Kelly, quien estaba a mi espalda y asentí, ahora sólo me faltaba transcribir, así que mientras la profesora caminaba por las filas y miraba a mis otros compañeros, empecé a copiar el ejercicio.

¿Han sentido esa adrenalina correr por sus venas? ¿Esa sensación de que en algún momento pueden ser descubiertos? No sé ustedes, pero yo sí. El pulso me iba a diez mil cuando le pasé la chuleta a Arianna y suspiré cuando me di cuenta de que la profesora no se percató de lo que había hecho, así que mientras veía a mis compañeros entregar sus exámenes y veía a Miguel terminar el siguiente acordeón, yo garabateaba sobre mi examen.

El mundo me dejó de dar vueltas cuando la profesora exclamó:

―Villalobos, deme su examen, por favor―dijo mientras estiraba su mano, esperando que la rubia de ojos estrellados le entregara la hoja.

―Pero… profe, lo estoy terminando―dijo, la voz le resultó temblorosa entonces.

― ¿A costa de los demás? Entrégueme el acordeón que tiene ahí y su hoja, por favor. Le queda anulado el examen―volvió a pedir.

Mientras tanto, yo estaba entrando en un pequeño colapso, faltaba poquito para entregar los exámenes por el final de la hora cumplida y a mí aún me faltaba un ejercicio, todo el salón ―o los que quedábamos― estaba en tensión, se miraron unos a otros y, al salir Ariana por aquella puerta, todos voltearon hacia su examen.

El arte de reír juntos | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora