2. Escapatoria

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El beso fue corto. Dulce. Cargado de pasión, pero a la vez de arrepentimiento. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo desde mis labios hasta mis pies. Y entonces él se separó.

—Esto no está bien —susurró, con su frente pegada a la mía.

—Lo sé —sonreí con amargura.

—Somos amigos —insistió—. No está bien.

—Lo sé —repetí.

Me dio otro beso fugaz en la boca y acarició mi mejilla con sus manos ásperas. Luego me abrazó y me apretó contra su pecho. No se cuánto tiempo estuvimos así, pero a mí me parecieron solo segundos. Cuando por fin se apartó y se marchó, yo quedé solo en aquel armario.

Me dejé caer lentamente hasta tocar el piso helado. Suspiré.

Y entonces me desperté. Todo había sido nada más que un sueño. Un sueño con un final amargo, pero mejor que la realidad. Me di vuelta y me tapé por completo con las sábanas. Tenía que encontrar una escapatoria a todo eso y la tenía que encontrar pronto.

Historia de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora