Capítulo 1: El mago que no quería ser mago

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Dicen que ser mago es un privilegio de nacimiento que cualquiera mataría por ser uno y poder controlar el mundo con el poder de tus palabras. Pues yo haría todo lo contrario, me arrancaría hasta el corazón de ser necesario para quitarme esta maldición que tengo que cargar.

Haría lo que fuera para dejar de ser un mago, aunque pensándolo mejor, si me descorazono dejaría de ser un mago, pero también dejaría de estar vivo. Pensamientos tontos ahora no es el momento, ahora debería de estar quejándome en el tren porque el verano ha acabado, y he tenido que dejar mi maravilloso pueblo, para empezar otro estúpido curso, en esa estúpida escuela, repleta de estúpidos magos, estúpida vida.

Me queje tan fuerte que los pasajeros curiosos levantaron la vista hacia mi, y la bajaron casi al instante al ver el broche que llevaba. El broche que llevaban los magos y el que tanto odiaba llevar, porque me recordaba una y otra vez lo que era, un mago. Además qué significa ese símbolo, un escudo dorado con una manzana, veo que el diseñador no se esforzó mucho.

Suspiré y apoyé la cabeza sobre el tubo de metal del que estaba agarrado. Esperando profundamente que ese viaje durase para siempre, pero el mundo es cruel y el tren se detuvo justo cuando lo pensé. El conductor dijo en megafonía las palabras que menos quería escuchar en el mundo en ese instante.

- Parada número 7 de Eris, entrada oeste de Herissia - me golpee la cabeza tan fuerte con el tubo de metal que juraría que este se dobló, pero como no, el tubo salió ileso de ese golpe y yo salí con la frente chorreando sangre.

Agarré mi maleta, comprobé que las tijeras de mi madre estaban en mi cintura y revisé que nada de mi mochila se hubiese extraviado. Claramente alguien que aprecie su vida no robaría a un mago, pero en mi caso con lo despistado que soy y el juramento que me hice a mi mismo para solo hacer magia en casos necesarios. El ladrón podría haber cogido toda la mochila, y yo no me habría dado cuenta hasta estar en la habitación, por suerte todo estaba en su lugar y salí antes de que la entrada del tren se cerrase.

Las vistas que tenía no eran nada del otro mundo, una estación de Eris como todas las otras, hecha de ladrillos amarillo suave, con bancos turquesas y columnas del mismo color, apoyando un techo de cristal iridiscente del cual entraba una cantidad ingente de luz. Cualquiera se habría quedado prendido ante la arquitectura de esa estación, y del resto de la ciudad. Para mi ya era algo normal, casi rutinario ver cosas así y tenía que admitirlo, las calles de Eris son hermosas y pasearía por ellas por largas horas si no hubiera un gran inconveniente. Estaba repleta de protectores, magos que tienen la misión de "proteger" toda Cestrya y en Eris están en todos los rincones.

Aunque todo el mundo sepa que lo único que hacen es abusar de su poder a gente no mágica, nadie les dice nada, por miedo, ya que ellos podrían arruinarte la vida si te pones contra ellos. Los odio con toda mi alma.

Me puse los cascos que llevaba en el bolsillo, y me dispuse a caminar hasta la escuela. Estaba cansado de tanto viaje, y solo quería ir a mi habitación para dormir las próximas 16 horas, pero como no, el discurso de iniciación empezaba pronto y tenía que estar allí sino quería que la bruja de la directora me riñera hasta que su voz retumbase en las paredes de mi cabeza hasta volverme loco, ya paso varias veces y no volverá a ocurrir sino quiero perder la cordura.

Pase al lado de un protector que estaba parado como una estatua, con los brazos por detrás, era rubio y llevaba el pelo para atrás. Su complexión era grande, y lo cubría el típico traje negro con insignias, en su cara llevaba la mascara negra inexpresiva que todos llevaban por no se que del fundador de los protectores. Este me miró ladeando la cabeza y yo como buen ciudadano que soy le respondí.

- Y tu que miras caraculo - se sorprendió por mi comentario, pero solo se señalo su frente del que caía unos pocos pelos dorados con su mano enguantada, yo por acto reflejo me toque la frente y me di cuenta de que aún seguía sangrando.

Flor viva pero destruidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora