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El viento, con su fuerza indomable, soplaba con furia como rugidos salvajes, llenando el ambiente de una melodía inquietante y aterradora. Con cada racha, robaba algunas prendas de ropa que los vecinos habían colgado para secar. No todas, por supuesto, pero algunas sí, llevándolas lejos en un baile caótico. Jimin, consciente de la tormenta que se avecinaba, cerró su ventana, dejando la cortina ondear al ritmo del viento. Para él, encender la luz era innecesario durante el día, una luz artificial que no encajaba en su esencia natural.

En aquel hogar, su madre había llegado recientemente y se encontraba abajo, conversando animadamente con su padre en la sala. Eran una pareja tranquila, con corazones bondadosos como el de Jimin. Su madre irradiaba amabilidad hacia todos, dejando una huella cálida en cada encuentro.

Todo en el ambiente parecía indicar que esa noche sería bendecida con la lluvia anhelada. Y Jimin, con buenas intenciones, tenía planeado visitar a su vecino. Podría sonar intromisión o entrometimiento, pero su deseo era genuino y puro. No había nada de malo en entablar una conversación con alguien que, según su padre, se encontraba solo. Tras reflexionarlo, Jimin comprendió que no podía ser tan insensible como para ignorar la oportunidad de brindar compañía a alguien solitario.

Cuando el reloj marcó las siete de la tarde, la llovizna comenzó a caer con insistencia. Los vientos feroces azotaban las calles, desafiando la resistencia de aquellos valientes que se aventuraban a caminar. Jimin, vestido con un polerón verde y pantalones negros, no se preocupó por abrigarse más, ya que se dirigía únicamente a la casa frente a la suya. Con esa simpleza en mente, descendió para iniciar su travesía. Su padre lo observó con una sonrisa sincera, mientras que su madre tejía al lado de la estufa, entregada a ese pasatiempo que tanto disfrutaba. Siempre ocupada tejiendo gorros y manteles, ella era la maestra de la aguja y el hilo. Cuando Jimin era niño, solía decirle que parecía una abuelita por su destreza, a lo que ella respondía con cariño que el arte de tejer no era exclusivo de las abuelitas, y que ella también era digna de tal título. Fue gracias a esas palabras y a las risas compartidas durante su infancia, que Jimin aprendió rápidamente a tejer. Sin embargo, aunque adquirió la habilidad, nunca logró encontrar el gusto en esa tarea.

En su camino hacia la casa de su vecino, Jimin consideró llevarle algún obsequio, pero la idea le pareció aburrida y poco significativa. Solo deseaba entablar una conversación, por lo que el gesto de llevar algo se le antojaba incómodo. Mientras avanzaba, la lluvia se intensificaba y Jimin lamentó profundamente no haberse abrigado más. Odiaba el frío, lo odiaba con toda su alma y ahora experimentaba el verdadero arrepentimiento de no haber tomado precauciones adicionales.

Finalmente, llegó a la puerta de Yoongi y, con una respiración profunda para aplacar el frío que lo invadía, golpeó con determinación. La puerta se abrió revelando la sorpresa en los ojos de Yoongi al ver a Jimin parado en su umbral.

—¿Vecino?... Oh, pasa, pasa —dijo Yoongi, invitándolo a entrar al notar el frío congelante que envolvía a Jimin.

—Pensé que no estaría mal conversar un rato contigo —expresó Jimin, tratando de ocultar el frío que dominaba su cuerpo, aunque había esperado pacientemente por un largo rato fuera de la casa. 

La casa de Yoongi estaba sumergida en un manto cálido, un refugio acogedor que contrastaba con el frío invernal que azotaba afuera. Un aura de soledad y vacío flotaba en el aire, aunque también se podía percibir la presencia de alguien más, como si las paredes guardaran secretos íntimos y susurros apagados. Yoongi, vistiendo una camiseta blanca de mangas cortas, revelando sus pálidos brazos decorados con tatuajes intricados, parecía despreocupado del frío exterior. Jimin, al observarlo, se dio cuenta de cuán equívoca había sido su perspectiva sobre su vecino. En lugar de ser un introvertido como él, Yoongi parecía ser un espíritu rebelde, una criatura inquieta en busca de emociones intensas. Sin embargo, Jimin entendió que no podía juzgar a alguien basándose únicamente en apariencias, ya que apenas lo conocía. Era solo un destello de curiosidad en su mente, que pronto se desvaneció entre los pensamientos.

Yoongi ofreció con amabilidad a Jimin una taza de café caliente mientras buscaba una toalla para secar el cabello del joven. El frío que lo había invadido poco a poco comenzó a desvanecerse, llenando de alivio cada rincón de su cuerpo. Jimin siempre había detestado el frío, incluso en los días calurosos prefería ducharse con agua tibia en lugar de agua fría. Mientras Yoongi buscaba la toalla, Jimin miró a su alrededor, tomando nota de la ausencia de fotografías u adornos en la casa. Todo parecía estar en un estado de vacío, como si el hogar estuviera esperando ser llenado de historias y memorias.

—Mi madre solía llenar esta casa de adornos innecesarios, pero cuando se fue, decidí deshacerme de todo eso —explicó Yoongi, notando la mirada curiosa de Jimin explorando el entorno. Sostenía en sus manos una pequeña toalla blanca, que utilizó para secar el cabello de Jimin.

—Hace mucho frío ahí afuera, pensé que no lo sentiría tanto al venir aquí. La próxima vez me abrigaré más —murmuró Jimin mientras Yoongi secaba delicadamente su cabello con la toalla.

Una sonrisa se formó en los labios de Yoongi mientras observaba a Jimin.

—¿Habrá una próxima vez? —preguntó con cierta incertidumbre.

—No puedo predecir el futuro, vecino, pero espero que sí —respondió Jimin pasándole la toalla blanca para luego acariciar suave su cabello—. Tus tatuajes me encantan. Hoy llueve... ¿tenías planes de salir?

Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Yoongi.

—Mis tatuajes son feos, los hice sin pensar en que los llevaría hasta el final de mis días. Fui un tonto —hizo una pausa, reflexionando sobre la respuesta que daría—. Y, sí, tenía planeado salir, pero... mgh, ¿te gustaría tomar un café?

Jimin pudo percibir la incomodidad que aquella pregunta le provocaba a Yoongi. Decidió no indagar más sobre el tema y respetar su silencio y reservas. Podía notar cómo, en ese instante, Yoongi luchaba internamente contra sus propios miedos y recuerdos enterrados en lo más profundo de su ser.

—Con leche, ¿tienes leche? Me gusta el café con leche, desde pequeño me ha gustado. ¿Debería comenzar a ser más serio y beber café sin azúcar? —rió suavemente, dejando escapar pensamientos fugaces mientras jugaba con sus palabras.

FALLING DOWN 跌倒 YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora