Prólogo

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  Los gritos se hacían escuchar en la mansión del Márquez de Sherathon. El fuego comenzaba a impartir su castigo en cada rincón de aquella residencia. Y respirar estaba convirtiéndose en algo imposible y la vida estaba siendo extinguida poco a poco.
Los arrendarios que se encontraban por la zona se acercaron ayudar al igual que las pocas personas pertenecientes del servicio que lograron salir ilesos.
  Para cuando el Márquez fue consciente de lo que ocurría en su casa fue demaciado tarde, sosteniéndose de la silla de su despacho logro levantarse. No habia oportunidad para sentir dolor, aun podía ser capaz de hacer algo. Cuando comenzó a subir las escaleras se quedó sin aliento, su pequeña estaba a punto de caerse por la falta de visibilidad, alcanzándola antes de que rodara escaleras abajo, la tomo. La niña no dejaba de llorar pidiendo por su madre, tratando de tranquilizarla la cubrió con su saco, subiendo a las habitaciones. Fue un duro golpe saber que no podria hacer más por su esposa y su hijo. Conteniendo a su hija y tratando de mantenerse en pie, la protegió con su cuerpo bajando nuevamente para evitar que su hija viera la escena. Jamás sus sentidos habian estado tan activos, pero tenía un objetivo debía de sacarla de la mansión. Los ruegos de su hija por su madre lo obligaron a cerrar los ojos y seguir mientras le susurraba para distraerla.
No podía debilitarse aunque sus piernas querían ceder. No podía, teniendo a su hija en brazos, instintivamente la apretó más a su cuerpo para pasar por el fuego cada vez más intenso. El sonido de las voces y gritos en el exterior fueron su guía cuando la visibilidad fue escasa. Cuando lo vieron salir aun sorprendidos y esperando que salieran más, corrieron a sostener a la niña. El Márquez no tenía fuerzas y ante aquello se dejó caer de rodillas, temiendo lo peor. La niña tenía los ojos cerrados y habia dejado de llorar. Pero cuando una mujer se acercó a ver a la niña y dio la noticia que estaba bien. Con algo de paz en su corazón dejo de sentir dolor para darle la bienvenida aquella oscuridad tan temida por muchos, aquella oscuridad inevitable.  

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