Eternamente mía. (Parte 1)

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“Huí en vano. Mi aciago destino me persiguió, exultante,mostrándome que su misterioso dominio no había hecho más que empezar.”

★Capítulo I: Ese mayordomo, conoce.

En la primera etapa de nuestras vidas, esa en la que desarrollamos la imaginación que nos invita a un mundo maravilloso en dónde no existen las restricciones para que lo "imposible" se haga realidad, con frecuencia cría a seres con particulares motivaciones, algunos buscan aventuras, otros buscan sociedad pero yo... En mí caso yo preferí algo más íntimo, crear un amigo imaginario, uno que sosegara las tristezas en los días más miserables así como me alentara a hacer cosas de las cuales no me creyera capaz, que festejara mis victorias y calmara el llanto de las derrotas, y así fue como cree a Sebastián.

A los 4 años Sebastián constituía el único vínculo permanente con el que me permitía jugar ya que, aceptemoslo no era [No soy en realidad] nada sociable por esa razón entablar conversaciones con otros niños de mí edad era como practicar la tabla de dividir o multiplicar, un completo caos sin forma. Ahora, centremonos en Sebastián, ese hombre de hermosa sonrisa, de amplios hombros y aún más amplia espalda, de torso rígido y tez pálida, sus piernas eran como dos murallas indestructibles así como sus brazos con los cuales [según yo] podía derrotar hasta a un gigante, ahora bien, rasgos destacables como su cabellera pétrea y lácea y el esmoquín [ ahora me río de mí estúpidez] que vestía no se comparaban ni mínimamente con sus iris, ese par de iris de color rojo fuego. Su actitud era calmada tanto que cualquiera diría que las preocupaciones no pasaban por su seso, además de ello buscaba la manera de hacerme reír, algunas veces con muecas y otras más al cargarme sobre sus hombros pero, por alguna razón siempre tuve el presentimiento de que miraba a través de mí alma, lo que no sabía era que tan en lo cierto estaba.

— Es usted una señorita muy inteligente. - murmuraba tras de mí al haberse flexionado hacia el frente con las manos tomadas tras la espalda. -

— ¿Verdad que sí? - orgullosa mostraba mí obra maestra, un dibujo nuestro en el que él me tomaba de la mano en una época como primavera debido a las múltiples flores que había dibujado como decoración extra [ Picasso estaría orgulloso de ver morir sus obras con mí talento. Sí, soy sarcástica. ]-

— Lo que aún no entiendo es... - estirando la mano tomó el papel para inspeccionar mejor el diseño de su persona — ¿Por qué me ha dibujado alas? - su curiosidad era tal que no dudó en tomarse el mentón para continuar en su crítica constructiva. -

— Es sencillo. - inicié y mí sonrisa se fue ampliando con la inocencia que para ese entonces poseía — ¡Es porque eres mí ángel!

Pfff... Juro que casi se ahogó con la risa que debió contener al colocarse la mano empuñada frente a los labios sin embargo, el toparse con mis mejillas infladas y ceño fruncido optó por responder primeramente en un tono más bajo y téticro y terminar con uno apacible.

— Eso es bastante irónico... Ya que... - sus comisuras fueron elevadas en una curvatura que juré no era humana y espetó — Solo soy un simple demonio... - fue cuestión de un segundo para que ésta se borrase dejando así la típica y dulce sonrisa que le caracterizaba al gratificarme con una caricia en la cabeza y muy ocasionalmente un dulce. — Pero de hecho es bastante "interesante", Khayrine.

Si ocurrió ¿No? Él había dicho aquello, compararse con tales despreciables criaturas. No, no podía ser verdad; desde que nacemos se nos inculca un estereotipo sobre el "bien" y el "mal" así como las formas que poseen cada uno, los seres hermosos y de luz son ángeles con alas y aureolas así como cánticos mágicos que los rodean, caso contrario ocurre con los demonios a los que les damos horribles figuras, aspectos tan espantosos que solo pueden materializarse en las peores pesadillas, entonces, fue ese el motivo por el cual atribuí lo que escuché a otro invento de mi imaginación [ Oh, vamos... Él era imaginario e imaginariamente me daba dulces los cuales comía, y al mis padres encontrarlos preguntaban "de dónde habían salido". Tch. Sí que estaba pendeja en mí  niñez...].

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