Capítulo 3

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Oliver

Todos sentados en la mesa en silencio sin alzar la mirada de nuestro plato, es cosa de todos los días, procurando no hacer ningún movimiento estúpido que pueda hacer enojar a papá, Nadie se atreve a charlar sobre un tema o hacer una pregunta, por un momento levanto la mirada hacía mi madre pero un sonido de cubiertos me hace volver a bajarla, a veces ella luce tan mal, tan demacrada y enferma, y a veces quiero tener el coraje para saltar sobre aquella bestia y defender a mi madre, pero no puedo hacerlo y ella no quiere que lo haga.

— Esto es una porquería. —susurra Javi mirando su plato de comida, que a decir verdad si era una porquería, veo a mi hermana cerrar los ojos, porque ya todos sabemos lo que se viene y apretó mis puños.

— ¿Qué fue lo que dijiste? —mientras papá se levanta de la mesa con una mirada que ya conozco, y antes de que pueda agarrar por el cuello a mi hermano, me levanto.

— ¡Basta! —le grito tan fuerte que cuando regreso a mirar a mi madre, esta simplemente niega con la cabeza y agacha la mirada, pero no estoy dispuesto a hacerlo también— No te atrevas a tocarlo otra vez. —su mirada se dirige hacia mí, y mientras sus fuertes pasos se acercan me arrepiento una y otra vez de lo que acabo de hacer, pero no hay vuelta atrás.

— Oliver vuelve a sentarte. —me dice mi madre, pero estoy tan alterado que la ignoro, siento como mi cuerpo quema y algunas lágrimas escapan por mis mejillas.

— Ya escuchaste a tu madre, vuelve a tu asiento. —me ordena cuando ya está a centímetros de mí, pero decido ignorarlo también aunque quizá no sea la idea más brillante que he tenido.

— Deberías sentarte tú. —le suelto con coraje— Y aunque sea por hoy fingir que eres un buen padre y así nosotros quizá podamos fingir que te amamos. —cuando esas palabras salen de mi boca ya no puedo escuchar con atención algo más, ni los gritos de mi madre cuando me cae la primera bofetada en mi mejilla, no logro tampoco escuchar los gritos de mi padre mientras empieza a golpearme en el suelo, ni si quiera el llanto de mi hermana a quien logro ver cuando recibo la primera patada.

Después de eso todo queda oscuro, mientras sigo sintiendo el dolor recorrer por todo mi cuerpo, y como los golpes siguen impactando en mí y por un momento empiezo a creer que va a matarme. Y cuando para de golpearme siento un alivio en mí que se va en segundos cuando empiezo a escuchar con claridad a mis hermanos gritar, y es que quisiera tener la fuerza para pararme y devolverle cada uno de los golpes que nos ha dado año tras año, todas las noches, quisiera devolverle sus insultos que hacen que mamá crea que es pequeña, quisiera devolverle la felicidad a mi familia, ver una sonrisa en la cara de mi madre, escuchar una risa sincera de mis hermanos, quisiera, pero no puedo. Y de pronto todo se vuelve oscuro y dejo de sentir y de lamentar.

(Unas horas más tarde)

El olor fuerte del alcohol me hace abrir los ojos, y lo primero que veo es el rostro golpeado y con lágrimas de mamá.

— ¿En qué estabas pensando, Oliver? —me susurra— Pudo haberte matado. —y al verla llorar, el remordimiento viene a mí.

— Pero no lo hizo. —le abrazo, mientras respiro sobre su cabello, tenerla así me hace sentir como un niño pequeño.

— No vuelvas a hacer eso. —me dice mientras se aparta para cogerme la cara y darme un suave beso en mi nariz lastimada— No vale la pena. Tienes que prometerlo, no vas a volver a provocarle.

— Te lo prometo mamá. —y aunque no sepa muy bien si esa promesa iba a ser cumplida, la abrazo, para darle en mi brazos aunque sea unos segundos de tranquilidad.

El ruido de unos pasos por el pasillo hacia la habitación hacen que por inercia me pare de inmediato y me ponga delante de mamá, pero el sonido de la puerta al chocar con la pared hacen que retroceda, casi cayendo sobre ella.

— ¿Te volviste loco? —Catalina, al verla mis ojos se empiezan a humedecer y temo que se me escapen algunas lágrimas pero igual sucede cuando ya la tengo sobre mí.

— No estoy loco, Cata. —le digo mientras le acaricio el cabello— No podía soportar más. —detengo mis palabras al recordar que mamá está detrás de nosotros y al regresar mi mirada hacía ella parece entenderlo.

— Iré a ver a su hermano. —pasa por mi lado tomándome del hombro para acomodar mi cabello, y hace lo mismo con Catalina, solo que a ésta le da un beso en la mejilla.

— Me da pena por mamá. —dice Cata, y aunque también sienta pena por ella no digo nada— No merece esta mierda de vida.

— No digas eso. —la detengo— La vida no es una mierda, solo son problemas que ya pasaran.

— ¿Y cuándo? —se levanta para ponerse delante de mí— ¿Solo problemas? —se da una vuelta poniéndose las manos en la frente— ¿Es que no te das cuenta que tan jodidos estamos? O quizá quieres que te enumere las cosas por las que creo que la vida es una mierda, y para eso, esas cosas no están fuera de esta maldita casa. —su voz ahora más fuerte hace que me levante para intentar cogerle las mano, pero se aparta.

— No todo tiene porque ser así.

— Bien, creo que quieres que te las enumere. —dice— Tenemos un padre alcohólico y que su pasa tiempo favorito es golpearnos, un machista que golpea a mamá y no nos deja ni siquiera tener amigos delante de él, tenemos un hermano pequeño que ni siquiera puede ir a la escuela y con problemas de demencia infantil. —se detiene por un momento y la veo agobiada— Y por último, una madre cobarde, y agregando a mi lista, un hermano mayor que cree que esto algún día acabara y viviremos un cuento de hadas.

— Mamá no es cobarde. —le grito— Tiene que soportar todo esto...

— Por eso mismo, ¿por qué tiene que soportarlo? —me grita igual— ¿Por nosotros?, al menos para mí ese hombre puede irse al diablo.

— Es nuestro Padre.

— No lo es. —se sienta agarrándose de la cabeza— Mi papá era un hombre tierno, amoroso, era ese que venía con rosas para mi madre una mujer tan buena como él y sobre todo valiente. Esos tipos de ahí afuera, definitivamente no son mis padres. —y diciendo esto se levanta dándome una mirada de reproche y saliendo de la habitación.

Me quedo callado, y es que no puedo culparla por no quererlos, no puedo evitar que sienta tanto rencor hacía ellos, y es que ni siquiera yo sé si de verdad son esos mis padres. Quiero ir detrás de ella y decirle que todo estará bien, que ese tipo algún día dejara de tocarnos, pero no puedo, algo en mi hace que me quede sentado, quizá sea la ira por decirle cobarde a mamá, o lamentablemente porque tenga razón.

SOMBRAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora