Capítulo 4: Mensajes confusos.

24 9 0
                                    

Desde el momento en que suena el despertador, mi cuerpo se llena de anticipación. Me levanto con determinación y me deslizo en mi ropa deportiva, listo para conquistar el día. El sol apenas se asoma por entre los edificios, pintando el cielo con tonos dorados que se reflejan en los ventanales de mi habitación. Siento cómo mis músculos se fortalecen y mi mente se aclara con cada zancada. El ritmo de mis latidos se sincroniza con el latir de la ciudad que despierta a mi alrededor. El aire fresco de la mañana me llena los pulmones, y el olor a café recién hecho de la cafetería de la esquina me hace sonreír.

Al regresar a casa, mi cuerpo está lleno de una energía vibrante y mi mente de ideas frescas. Me sumerjo en una ducha revitalizante, dejando que el agua caliente acaricie mi piel y me envuelva en una sensación de renovación. El jabón tiene un aroma a lavanda que me transporta a momentos de tranquilidad. Después de mi ducha, me preparo un aperitivo saludable y delicioso. Cierro los ojos mientras saboreo cada bocado, permitiendo que los sabores se mezclen en mi paladar y me transporten a un mundo de placer.

Con el estómago satisfecho y el espíritu renovado, me dirijo al trabajo. Cada paso que doy está lleno de confianza y determinación. Mi mente está clara a pesar de la noche anterior.

....

Me encuentro ya en casa después del trabajo. La noche se ha adueñado del cielo, mostrándose melancólica y envuelta en un manto gris oscuro. La lluvia ha sido mi compañera constante durante toda la tarde. Con la fatiga acumulada en mi cuerpo, decido encender mi móvil y responder algunos mensajes pendientes. Sin embargo, siento que el estrés del día se adhiere a mi piel y decido que lo mejor es darme una ducha reparadora.

Dejo el móvil en la cocina y me encamino hacia el baño. Justo en ese preciso instante, cuando me dispongo a sumergirme en el abrazo cálido del agua, un sonido insistente y enérgico rompe la calma e interrumpe mi ducha. Es el timbre de la puerta, y su insistencia me llena de intriga al punto de molestar.

Sin pensarlo dos veces, me dirijo hacia la puerta, sin importar que mi cuerpo semi desnudo se encuentre vulnerable ante quien sea que se encuentre al otro lado. El misterio y la emoción se apoderan de mí mientras camino hacia el encuentro con lo desconocido.

Mis latidos se aceleran, mi piel se eriza y una corriente de electricidad recorre mi cuerpo. La adrenalina de lo inesperado se mezcla con la sensualidad del momento.

Abro la puerta y me encuentro frente a frente con la incógnita que ha despertado mi curiosidad. En ese instante, mis ojos se encuentran con los suyos, y una chispa incontrolable de remordimiento recorre el espacio entre nosotros.

- ¿Qué haces aquí? - Le pregunto recuperando mi conciencia.

- Tenemos que hablar. Quiero arreglar las cosas. - Me dice desconsolada.

- No crees que es un poco tarde para eso. - le contesto con repulsión.

- Aún te quiero Adam. - Una parte de mí quiere creerle, pero me niego a aceptarla de vuelta.

- ¿Aún me quieres? ¿Y eso qué significa? ¿Qué crees que pasará? ¿Qué te perdonaré? ¿Así como si nada? - Mi voz se llena de escepticismo y dolor.

Me encuentro frente a frente con una figura que despierta mis emociones encerradas. Es Lizandra, la mujer a la que un día amé, una mujer cautivadora con ojos azules oscuros que parecen ocultar un universo de misterios. Su cabellera negra como el carbón cae en cascada sobre sus hombros y hasta sus caderas, añadiendo un toque de enigma a su belleza indiscutible. Su estatura y su presencia imponente hacen que cualquier hombre caiga rendido a sus pies. Lizandra siempre ha sido la personificación de la tentación, una fuerza irresistible capaz de desatar pasiones incontrolables. Digna de la propia Lilith

Amores Modernos: Un Romance virtual Donde viven las historias. Descúbrelo ahora