El calor, el sonido de las cigarras tan característico de aquella época del año, y él... nuevamente tenía el sudor cayéndole del cuello. Las palabras del joven se repetían una y otra y otra vez en su cabeza, ahora algo agobiada.
Tres horas y media, tres horas y media, tres...
—¡¿Na-Nagano, dices?! —exclamaba Kazuya sin asimilarlo.
—Síp, ¡correcto! —sonreía el contrario ojiámbar—. Acá nací y me crié, es un precioso lugar ¿no ves? —luego de estirarse por haberse mantenido inusualmente tenso, le dio la espalda brevemente al extraño y luego volvió a ver al contrario, quien comenzaba a despeinarse su cabello rebelde y de un tono ligeramente más oscuro que el suyo. Divertido, rió casi para sus adentros, consternando al contrario.
Y no podía negarlo. Lo que Kazuya contemplaba con sus ojos era muy distinto de lo que solía ver en Tokio, y sin dudas lo disfrutaría más, de no ser que tenía que volver al restaurante antes de... cinco horas. Eso, si no quería ganarse las reprimendas de sus colegas, o (mucho) peor, de Chris-san. Suspiró y también se estiró, inhalando aire.
—Este es un... lugar muy bonito —asentía, viendo con los ojos algo cansados cómo lucía el paisaje plenamente soleado, visualizando un cielo celeste y vibrante, junto con árboles y arbustos verdes, pero sin perder la idea de que ya habían llegado a la ciudad. ¿O no era así? Porque la distancia entre los hogares era amplia, casi perdiéndose en tanta calma que contrastaba con su diario vivir. Tomó aire, al tiempo que era observado de soslayo por el joven que lo acompañaba. Aquel citadino tenía un color de ojos marrón oscuro, oculto detrás de sus gafas negras de marca (lucían caros y finos). Y su piel brillaba producto de la transpiración, pegando su cabello a su rostro. Notando cómo su cuerpo se humedecía, el extraño se secó el sudor con el dorso de la mano, despeinando levemente sus patillas. Con un poco de calor en el rostro, el contrario desvió la mirada de él. Kazuya regresó su vista del paisaje, levemente confundido y extrañado— ¿Pasa algo?
—¡No, nada, nada! —y es que, si era franco, de verdad que no sucedía nada. Sólo... por algún motivo que desconocía, decidió pasar de lo conocido del lugar y anclar su visión en una persona que no vería ahí, con él, a menos de dos metros de distancia, con su camisa metida en los pantalones de tela, zapatos negros en un comienzo brillantes (mas ahora producto del barro, apenas se conservaba aquel color inicial), las mangas mal arremangadas y sucias... Y los primeros dos- no, tres botones de la camisa desabrochados. Dejando a la vista, unos cuantos vellos marrones oscuro, del mismo color que sus ojos y que su pelo alaciado y algo largo. Y... perdió la compostura, breves instantes. En un intento de aparentar que aquel descubrimiento ni lo inmutó, se dio aire con su mano líder, la izquierda—. Hace mucho calor en estos días de verano. Pasaba por la capital para hablar con nuestro cliente y... —juraba que no hablaría tanto, pero de lo contrario tendría que confesar que lo estuvo mirando atentamente por el retrovisor mientras empujaba la camioneta, o cómo lo vio dormido bajo la tenue sombra de unas ramas, o cómo, efímeros momentos antes, vio el largo de sus pestañas. Quedó en silencio.
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Girasoles entre nosotros (MiyuSawa) - DnA.
Fiksi Penggemar(AU). Por poco precavido, Kazuya, reconocido chef de Tokio aunque manteniendo un perfil bajo, acabó varado en un terreno desconocido al sufrir de un problema mecánico. Sin saberlo, cercano a donde se detuvo se abastecían de verduras y frutas. Sería...