Un pancito

780 68 42
                                    

01: La misteriosa chica de alta clase.

Como afuera estaba chispeando, decidí colocarme la capucha de mi suéter para evitar mojarme la cabeza y ganarme un resfriado.

Crucé la puerta de la biblioteca al mismo tiempo que sujetaba con fuerza el libro que tomé prestado, haciendo lo posible para cubrirlo y protegerlo del agua mientras corría hasta la parada de autobús más cercana.

Solo me agradaba la lluvia cuando me encontraba refugiado en mi casa, de lo contrario se volvía todo un problema. Como era sensible al frío, aumentaba mis ganas de estar enrollado en una manta calientita. Realmente me fastidiaba cuando me encuentro en la calle —sin ningún paraguas porque soy demasiado despistado para tomarlo— y tengo que quedarme varado debajo de un techo a esperar que acabe de llover o salir corriendo y mojarme en el camino. Sin embargo, la peor situación de todas es cuando a algún cliente se le ocurre entrar a la panadería con los zapatos mojados, y al final de todo el que tiene que trapear el piso soy yo. ¡La función de la alfombra en la entrada no es solo darles la bienvenida!

Una oleada de alivio me inundó cuando llegué a la parada y pude esconderme bajo su techo. Allí me di cuenta de que al menos no me había mojado tanto. Di un par de brinquitos de felicidad cuando visualicé el autobús acercándose, y al estar adentro mi día mejoró automáticamente después de notar que mi lugar favorito estaba libre ya que no había tantas personas.

Me dejé caer en el asiento vacío junto a la ventana y procedí a colocarme mis audífonos. Le di al botón reproducir en la pantalla de mi teléfono cerrando los ojos al mismo tiempo que comenzaba a sonar la conocida melodía perteneciente a un artista extranjero.

Después de terminar las clases y salir de la escuela, fui directo a casa para cambiarme el uniforme antes de ir a la panadería a trabajar. Tenía como plan dormir un poco o leer algo en el tiempo libre que me quedaba antes de mi turno, pero al recordar que ya había terminado de leer el último libro que tomé, decidí invertir ese tiempo en visitar la biblioteca y conseguir algo nuevo para leer.

La verdad es que al ver la lluvia pensé que me atrasaría un montón para llegar al trabajo, pero conseguí tomar el autobús justo a tiempo. Así que cuando verifiqué la hora en mi teléfono pude confirmar que todavía era temprano y faltaba suficiente tiempo para que comenzara mi turno.

A pesar de tener un nuevo y emocionante libro entre mis brazos, me arrepentí de no haber optado por aquella siesta. Ese sentimiento se intensificó especialmente ahora, que en medio viaje en autobús me pesaban demasiado los ojos como para mantenerlos abiertos. Sin embargo, no cedí ante el cansancio, en vez de eso prendí mi teléfono y comencé a jugar para mantenerme despierto. No podía permitirme perderme la parada correcta, mucho menos cuando llovía.

Cuando noté que ya me acercaba a mi parada guardé mis cosas y me levanté del asiento, dirigiéndome hacia las puertas. Todavía estaba lloviendo —e incluso se había intensificado— así que correría de nuevo. El local de mis abuelos quedaba bastante cerca de la parada, por lo que al bajar del autobús corrí directo sin preocuparme en buscar un camino con techo.

Después de llegar y saludar adecuadamente a ambos, entré a su casa a través de la puerta que se hallaba en la cocina. Al ver que todavía me quedaban alrededor de cuarenta minutos antes de que empezara mi turno, me recosté en el sofá y cerré los ojos plácidamente con la intención de dormir todo ese tiempo.

Dos toques nada sutiles en el hombro consiguieron despertarme. Al abrir los ojos y ver de quién de trataba, lo ignoré dándole la espalda con intenciones de seguir durmiendo.

—Oye, Choi Soobin —habló al mismo tiempo que estrellaba un cojín contra mi cuerpo—. Sé que estás cómodo y quieres seguir durmiendo, pero tu abuela me dijo que te despertara. Tu turno está por empezar.

One Dream | Choi Soobin ; TXTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora