Diez pancitos

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10: Sin razón.

Existen días buenos y días malos. Los malos son aquellos en donde no quieres despertar, salir de tu cama ni ver a nadie.

Hoy era uno de esos días.

Solía mantener una actitud positiva siempre para afrontar las cosas. Eran los valores que había aprendido todos estos años y también me lo recomendaban los libros. No debía cargar a nadie con sentimientos negativos y así me iría mejor. Pero hoy simplemente no podía.

Intenté salir de la cama una vez para ir al baño a lavarme, pero apenas me fijé en mi reflejo mientras me cepillaba los dientes contemplé como estaba hecho un desastre. Mi cabello estaba sucio y revuelto; Mi cara parecía un balón de fútbol por lo hinchada que estaba; las ojeras estaban incluso más profundas, dándome una apariencia de muerto; Y como cereza del pastel, un gran y nuevo grano había aparecido en mi piel debido al estrés de los exámenes. Lucía más que demacrado.

Como dije, no solía ser así. Tampoco solía ser alguien de alta confianza, simplemente no le daba importancia a mi apariencia.

Intenté sonreír, ver si lograba encontrar algo de mi usual optimismo, pero aquello empeoró todo. Al hacerlo aquellos profundos huecos en mis mejillas aparecieron, dándome un aspecto aún más extraño, y mis frenillos relucieron. Aguanté las lágrimas de la desesperación y corrí a mi cama, sintiéndome el ser más espantoso del mundo. Me cubrí hasta la cabeza con las sábanas y me oculté entre ellas.

Y como si el mundo se estuviera burlando de mí, el cielo estuvo oculto por una gran tormenta todo el día.

Al menos era sábado y no tendría que lidiar con la escuela por un par de días. Todas mis tareas estaban hechas y podía darme el lujo de no hacer absolutamente nada en todo el día.

Cerré los ojos e intenté despejar mi mente para tratar de volver a dormir. Pero como si se tratara de una maldición, con cada relámpago que sonara allá afuera el rostro de Haru diciendo que ya no quería ser mi amiga aparecía en mi cabeza.

Me atormentaba, no hubo señales previas. Sucedió repentinamente, justo como un rayo.

¿Era culpa mía? Seguramente, ¿pero qué había hecho mal?

Si de por sí ya no me gustaba la lluvia, ahora la odiaba. Me traía recuerdos innecesarios y fastidiosos. Cada trueno era una pesadilla.

Solté un suspiro, resignándome a pensar en otra cosa que no sea dormir porque no me funcionaría. Pateé mi cama con fastidio y pereza antes de levantarme a buscar mi teléfono, y tomé mis auriculares antes de volver a esconderme bajo la cobija.

Al encender la pantalla por primera vez en el día, ignoré todos los mensajes y llamadas perdidas que tenía en el buzón, ninguno era de la persona a la que quería. Me coloqué mis audífonos para opacar el tedioso sonido de la lluvia y le di play al primer capítulo de Sailor Moon de muchos que vería esa misma tarde.

Rechacé el llamado de mi madre para almorzar, no para molestarla o preocuparla, sino porque simplemente no tenía apetito. Y no me moví en el resto del día. De vez en cuando mi mamá o mi hermano se asomaba por la puerta para preguntar qué me sucedía, pero no se quedaban ni me molestaban después de decirle que estaba cansado o simplemente no me sentía muy bien y debía descansar. Ellos saben que rara vez actuaba desganado, así que lo respetaban.

Estaba a mitad de una batalla de Sailor Moon contra un ser oscuro cuando alguien entró estruendosamente a mi habitación, sabía perfectamente de quién se trataba, así que traté de ignorarlo. Actué como si aquel portazo no me hubiera dado un susto de muerte y volví a centrarme en el episodio que estaba viendo desde la pantalla de mi celular.

One Dream | Choi Soobin ; TXTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora