Seis pancitos

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06: Un beso postizo.

Sus manos frías estaban apoyadas sobre mi mandíbula y se extendían por mi cuello. La yema de sus dedos rozaban los vellos de mi nuca causándome escalofríos, mientras que ambos pulgares se encargaban de formar una barrera para evitar que nuestros labios se encontraran directamente.

A pesar de que yo era más alto, bastó con ponerse de puntillas, su intento de aproximarme a ella y que me encorvara un poco para que nuestros rostros estuvieran nivelados. Y aunque no era para nada cierto, cualquiera a nuestro alrededor podría apostar en que compartíamos un beso real. La peor parte es que todo el esfuerzo parecía mío.

El pánico comenzó a suplantar la sorpresa cuando terminé de entender lo que estaba haciendo y al recordar que nos encontrábamos parados en medio asfalto de la calle, a la vista de todos. Los nervios y la vergüenza que sentía en ese momento eran gigantes, sin embargo, no fui capaz de moverme. Mucho menos de apartarla.

Permanecí inmóvil por unos segundos más hasta que Haru decidió alejarse. Al hacerlo me quedé como estatua, mirándola con los ojos muy abiertos en busca de respuestas. No obstante, su atención no estaba en mí. Sus ojos se movían de manera rápida y discreta analizando nuestro alrededor en busca de algo.

Finalmente me miró y pude ver como la vergüenza se reflejaba en su rostro al verme tan sorprendido. Sin decir ninguna palabra, se disculpó con la mirada. Supe que algo andaba mal cuando entrelazó su mano con la mía de una manera intencionalmente dulce. No titubeé en actuar junto a ella y solo esperé a conseguir respuestas más tarde mientras simulábamos alejarnos de aquel lugar.

La explicación no tardó en llegar. Haru dio un rápido apretón a mi mano y jaló suavemente de ella para tenerme más cerca.

—¿Ves esas tres chicas frente a la máquina expendedora? Las de cabello largo y ropa costosa —indicó discretamente, susurrando en mi oreja. Al encontrarlas al otro lado de la calle, asentí como respuesta. Su respiración chocando contra mi nuca me daba cosquillas—. Son mis compañeras de clase. No tengo idea de qué asuntos tendrán en esta parte de la cuidad, pero si ellas se enteran de que asisto a esta academia se encargarán de que mis padres también lo sepan.

Asentí comprensivo y no volví a mirarlas para no generar sospechas. Quería inquirir la razón de lo que hizo antes, pero la timidez me invadió y agradecí cuando ella misma lo explicó sin necesidad de que preguntara.

—Todos conocen mi situación actual con mis padres, pero nadie sabe por qué —habló mientras caminaba, simulando estar cotilleando de cualquier otra cosa con una sonrisa falsa—. Si me ven así contigo, creerán que fue por un chico y esparcirán aquellos rumores falsos. Es mejor hacerles creer eso y alejarlos de la verdad.

Asentí comprensivo mientras le sonreía para tranquilizarla, indicándole que estaba bien con ello. No le iba a negar ningún tipo de ayuda, aún menos para sacarla de un aprieto así. No estaba seguro si llegarían a creerlo. Digo, somos unos niños ¿las personas de nuestra edad realmente huían de casa solo por una relación?

Le resté importancia a todo aquello y comencé a balancear nuestras manos entrelazadas. Haru sonrió agradecida y se aproximó a mí más tranquila y cómoda.

Caminamos y esperamos un rato hasta que ninguna de esas chicas estuviera la vista. Las sentimos espiarnos un rato y vimos como susurraban entre ellas —lo cual era completamente estúpido e inútil, porque nos encontrábamos a muchos metros de distancia como para escuchar lo que decían, solo logró delatarlas— hasta que desaparecieron. Haru insistió en esperar un poco después de que se fueran y así hicimos.

Cuando nos sentimos más seguros al respecto, volvimos a la academia para que ella pudiera comenzar sus clases.

No comprendía como alguien puede estar tan interesado en arruinarle la vida a otra persona.

One Dream | Choi Soobin ; TXTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora