Capítulo 3 ⛅

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Hattori se mantenía inmerso arreglando una y otra vez la corbata del traje que pocas ocasiones usaba.

Estaba sumamente nervioso, su cabeza no paraba de pensar en Kudo, y desde esa llamada, no había más que confirmado que en definitiva le gustaba de forma romántica.

¿Pero qué haría con tales sentimientos? Kudo, un tipo constantemente rodeado de chicas lindas, de fans y admiradoras, de Ran... ¿No salían cómo novios? ¿O terminaron? Ni siquiera recordaba. Peor aún, ¿Kudo no era ese tipo de persona que pensaría que Hattori se había convertido en un rarito que se volvió loco?

Seguía haciendo marañas con la corbata cuando su madre entró a la habitación.

—¡Te ves genial, Heiji! —canturreó feliz, ella llevaba su kimono tradicional y fue directo a su hijo para arreglarlo.

Heiji miró al techo avergonzado.

—Vieja.

—¿Sí, Heiji?

—¿Mi padre vendrá a la graduación? — preguntó esperando una respuesta negativa que fue dada.

Existía un punto del cuál incluso, tenía miedo de afrontar, pero su padre no tenía por qué saber que estaba interesado por un chico, ¿No es así?

Un alivio lo inundó y no dijo más, tomó sus cosas y se encaminó al último día de instituto, su madre lo alcanzaría en un rato.

Reflexionaba qué decirle a Kudo cuándo lo viera. Esperaba no tartamudear, sudar o hacer cualquier cosa que lo hiciera parecer un idiota.

Cuando arribó a la escuela, aún buscando por todas partes, el detective del este no llegaba todavía. Entonces, dejando a un lado sus sentimientos, realizó la ceremonia con sus demás compañeros. Kazuha estaba por ahí, pero debía realizar uno que otro deber en el club de cartas antes de graduarse, así que no se encontraron mucho.

Por última vez, Hattori utilizó su traje de Kendo y entregó el signo de líder a un nuevo alumno. Justo cuando lo hacía, notó entre la multitud al castaño observando fijamente la escena, sentando en las gradas, con los brazos cruzados y una sonrisa orgullosa.

Fue un lindo recuerdo que Hattori guardaría siempre, pues no tenía idea de que sucedería con su amistad después de ese día.

Finalizando la ceremonia completa, aún no atardecía, pero el detective de Osaka deseaba hablar pronto con su mejor amigo.

Sin embargo, cada que justamente iba en su dirección, ocurría algo, por ejemplo, los chicos del club de Kendo lo perseguían para despedirse, entre otros varios percances.

La noche llegó rápido y la propia fiesta de los estudiantes era en un salón de eventos fuera de la escuela,  a donde todos se habían dirigido.

Un remolino de emociones abordaba a Hattori: el último día de instituto, el paso a la adultez, la universidad, Kudo...

Y justo después de tener tantos problemas para verlo, fue capaz de encontrarlo. Estaba sentando fuera del salón mientras todos dentro festejaban y se emborrachaban, nadie prestaba atención al exterior.

Iba bien vestido, también con un elegante traje, llevaba una copa en las manos y miraba al cielo.

En cuánto Heiji entró en su rango de vista, una tensión notoria apareció en ambos.

—¡Ho-hola, Hattori! —dijo Shinichi.

—Kudo. —saludó estirando la mano. —Pasaron algunas semanas. —el moreno se colocó sentado a su lado y observó el cielo con él.

Para tranquilidad de ambos, el ambiente se calmó.

—No es mucho tiempo. —bromeó Shinichi.

—Gracias por venir, Kudo. —Heiji le dio una palmada en la espalda y lo miró sonriendo por pocos segundos.

El detective del este devolvió el gesto.

—Oye, Hattori.

Heiji, abrumado, guardaba silencio esperando que Shinichi continuará.

—¿Somos amigos, verdad?

—Siempre. —respondió melancólico. —Siempre seremos amigos.

Confiado, Shinichi rió y tomó un sorbó a la copa, que después dejaba a un lado, tornando su rostro frío.

—Escucha, Hattori.

Cuando el castaño se giró a él, un leve viento los envolvió. El moreno fijó toda su atención en él, sintiendo como una aguja hundiéndose en el pecho, el miedo se apoderó de su mente y cuerpo, pues ahora que lo tenía enfrente, no había absoluta duda. Le gustan sus ojos azules y la manera en que se veían cuando descubrían un misterio, su fino cabello que constantemente revolvía y admitiendolo con vergüenza, su linda cara arrogante.

Atónito por lo que pensaba, no prestaba ya interés a Shinichi, quién también se encontraba observándolo sin titubear. Este último fue el primero en romper el contacto visual, girandose sonrojado, como si hubiera cometido un error.

Pero Hattori, con la mente en blanco, puso su mano sobre la cabeza de Shinichi y lo despeinó frenéticamente.

—¡¿Qué te...?! —gritó Shinichi, pero fue interrumpido.

De todos los escenarios posibles que predijo, este nunca se le cruzó en su mente.

En aquel instante, Heiji se acercó con los ojos cerrados y besó a su mejor amigo, haciéndolo callar.

Una sensación por completo... nueva.

Shinichi comenzó a sentirse mareado y su rostro ardía como si el sol de un desierto le pegará. No titubeó siquiera para meterle un duro golpe en el rostro al moreno y salir corriendo tan rápido cómo podía de ahí.

Tus segundos en mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora