Hyukjae se apoyó en la cerca y vio los últimos destellos del sol desaparecer bajo el horizonte. Las estrellas más brillantes ya casi se veían a través del cielo, y cuando se volvió para entrar, pidió un deseo a la primera que vio. Había pocas posibilidades de que su deseo se hiciera realidad, pero ¿por qué no intentarlo?
El olor en el interior era delicioso. Pasando a través de la puerta, Hyukjae respiró hondo, pero su estómago estaba tan retorcido de hablar con Youngwoon que no podía apreciarlo como era su costumbre.
—¿Qué quería el viejo hijo de puta ahora? —preguntó Donghae entre risas, dejando que su mano fuera a la deriva por la espalda de Hyukjae cuando se acercó a sentarse a la mesa.
—Quiere que llevemos la mitad del rebaño a Volton.
—¿Ese lugar después de las colinas? ¿Por qué? —Donghae puso la cena en un plato delante del rubio y, de repente, su apetito regresó. Salchichas doradas en grasa y patatas fritas picantes era todo lo que necesitaba para que se sintiera de nuevo normal. Todavía tenía que decirle a Donghae, y no había manera de evitarlo.
—Él está pensando despedirte —dijo Hyukjae cuando Donghae se sentó junto a él.
Se llenó la boca con un bocado de patatas rápidamente, como si su boca llena evitara que hablara de las malas noticias. Donghae lo miró, con los labios entreabiertos. Cerró la boca, luego la volvió a abrir y después la cerró de nuevo. Hyukjae no tenía corazón para decirle que parecía un maldito pez de colores cuando lo hizo.
—Bueno —dijo finalmente—, supongo que estás harto de mí igualmente. —Mordió un pedazo de salchicha, pensativo—. ¿Cuándo? —preguntó.
—Al final de la semana —dijo Hyukjae, y no dijo nada más.
Comieron en silencio, cada uno pensando en las posibilidades que habían sido arrancadas de su futuro.
Cuando terminaron, Hyukjae se levantó para recoger los platos, como hacía cada noche. Donghae lo agarró de la muñeca y no lo dejó ir.
—Hyukjae... —dijo, y parecía herido, pero ni la mitad de herido de cómo él se sentía—. Tenía que suceder algún día.
Hyukjae sintió algo dentro de él romperse, y sus hombros se hundieron. Él se apoyó en la mesa para mantenerse erguido.
—No es justo —dijo, las palabras saliendo con fuerza y entre los dientes.
—Nada es justo —dijo Donghae, y se puso de pie, pasando los brazos alrededor del pecho del chico. Sus manos, aquellas fuertes y ásperas manos, apretaron el cuerpo de Hyukjae con fuerza—. Pero no iba a ser para siempre...
—¿Y por qué no? —Hyukjae se volvió hacia el chico, su voz estridente—. ¿Por qué no podemos seguir así? Así puedes regresar a la ciudad y divertirte, al infierno, es probable que estés mejor allí.
Donghae negó con la cabeza, pero Hyukjae continuó: —¿Pero yo, aquí? No tengo a nadie más, y no quiero a nadie más. Eres tú, siempre fuiste tú, y si te vas... —se calló.
—¿Quieres quedarte aquí para siempre? —preguntó Donghae—. Quiero decir, si quieres, puedes irte de aquí. —Miró a Hyukjae a los ojos—. Ven conmigo.
Hubo una pausa ahora, mientras Hyukjae contemplaba la posibilidad de dejar el rancho. Imágenes se arremolinaban en su cabeza, de las grandes ciudades en el norte, lugares donde millones de personas convivían, los coches zumbando en las calles. Pensó en las estrellas, y cuán claras eran las noche en el desierto.
—Yo no pertenezco a la ciudad —dijo finalmente—. Pertenezco aquí.
Donghae tomó la barbilla de Hyukjae en su mano, inclinándola hacia arriba para un beso. Fue suave, tierno, un beso de despedida sin palabras. Cuando sus labios se separaron, Hyukjae sintió como si su mundo se abriera, dividido por la mitad, con él de un lado y con Donghae del otro.
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Dura Monta [HaeHyuk Adaptación +18]
Novela JuvenilEl trabajo de Hyukjae en el rancho es difícil, y no está feliz de ser obligado a contratar a un chico de la ciudad. Pero Donghae resulta ser más de lo que Hyukjae esperaba, y pronto él está luchando por su atracción hacia su nuevo peón del rancho. T...