3-Dame fuego

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Algo en su mente no la dejaba dormir, miraba su reloj de mano constantemente y los minutos eran interminables. Eran las 5:40h de la madrugada, y aunque era sábado y no tenia que llevar a sus hermanos al colegio, Luisita se había comprometido a ayudar a su abuelo en el bar para que sus padres descansaran por la mañana. No paraba de dar vueltas y mas vueltas sin poder conciliar el sueño. Cogió su móvil, abrió la aplicación para mandar mensajes, busco su nombre y le dio a su foto de perfil. Amelia estaba guapísima, aparecía sentada en un banco, riéndose con la boca abierta, dejando ver sus perfectos dientes y marcando su perfecta sonrisa. Luisita empezó a rozar levemente la pantalla con los dedos, como si pudiera sentir el roce de su piel. Su cabeza iba a mil por hora, todo había sucedido tan rápido y sin apenas darse cuenta, que parecía un sueño. Un sueño de esos que cuando te despiertas, piensas que por muy bonito que sea jamás puede hacerse realidad. Entre pensamientos, Luisita cayo rendida, dentro de poco le sonaría el despertador,y mas vale que se levantara a tiempo para poderse maquillar aunque solo fuera para tapar las ojeras.

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-Charrita, yo voy bajando mientras te terminas el desayuno-dijo Pelayo a una Luisita con los ojos hinchados del cansancio.

-Pero abuelo, espérese usted un minuto que ya acabo.

-Sabes que no puedo estar a pies quietos hija. Termina tranquila, yo mientras voy a ir abriendo y preparándolo todo.

-Vale, tardo 5 minutos, no vaya usted a coger peso ni a hacer ningún sobreesfuerzo que luego le duele a usted todo el cuerpo.

-Charrita, ¿me estas llamando viejo?

-No abuelo, como piensa usted esas cosas, por favor-dijo la rubia dando un sorbo a su café ocultando una sonrisa picara.

-Ya nos conocemos tu y yo-dijo el hombre cogiendo sus pertenencias- y vieja la ropa, jovencita-soltó antes de cerrar la puerta para salir.

Luisita empezó a reír sola por la gracia que le hacia su abuelo cuando le decían que ya estaba mayor. Aunque el era el primero siempre en decir que llevaba mucho vivido y que se sabe mas por viejo que por diablo, no soportaba que nadie le dijera que ya estaba mayor, porque el se sentía aun muy ágil. Después de terminar su desayuno y limpiar lo que habían ensuciado su abuelo y ella desayunando, se lavó los dientes y puso rumbo hacia el bar. Habiendo comenzando el día con una conversación cotidiana que a ella le parecía de lo mas gracioso, Luisita llegó al bar sonriendo, cosa que a Pelayo no se le pasó por alto y aunque Luisita y el siempre se gastaban bromas de ese tipo, el hombre sentía que esa sonrisa tenia mas motivos. Entonces, decidió sentarse en un taburete, mientras que Luisita terminaba de ordenar las tazas en el lado opuesto de la barra para cuando llegaran los primeros clientes.

-Oye charrita, ¿y esa energía y esa sonrisa con la que vienes hoy?

-Bueno abuelo, me he levantado de bueno humor y mire usted que no he dormido yo mucho.

-¿Y porque no has dormido hija?

-Llegué muy tarde y me costó conciliar el sueño-dijo la rubia agachando la cabeza.

-Ya…-comentó Pelayo en voz baja-Bueno Luisita pues si quieres cuando saquemos los desayunos del primer turno que son los mas fuertes puedes irte a descansar, hoy no habrá mucha gente.

Y si Pelayo lo decía, así seria. Si algo había aprendido en los años que llevaba en el bar era a saberse las comendas de todos sus clientes y los días buenos y malos para el negocio.

La luna bajo tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora