2-La luna llena

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Luisita no podía parar de sonreír, esa morena de pelo rizado la había dejado por segunda vez en un día embobada sin saber el motivo. Entonces lo dijo:

-El Asturiano es el bar de mi familia-soltó de carrerilla.

-Ah perdón, pensé que esto se llamaba El King’s, ando todavía un poco despistada.

-No, no andas despistada, efectivamente esto es El King’s, pero El Asturiano es de mi familia también.

-Luisita, ¿nos vamos ya?-interrumpió Miguel acercándose a las chicas.

-Si, claro, Amelia no quiere tomar nada mas y además ya es tarde.

-¿Amelia?-preguntó el chico sorprendido- no sabia que os conocíais.

-Si, somos intimas amigas-dijo la rubia burlándose del chico, a lo que Amelia saco una carcajada.

-Luisita de verdad, eres insoportable, no se que tienes pero trátatelo ya.

Miguel se puso camino a la barra para empezar a hacer caja, ya que todo el salón lo había recogido mientras Luisita y Amelia habían estado conversando.

-Parece que no le caes muy bien-dijo la morena un poco avergonzada por la situación que acababa de ocurrir.

-No es eso, es que no soporta que le tomen el pelo-dijo Luisita mirando hacia la barra mientras reía y le sacaba la lengua al chico.

-Bueno Luisita, ha sido un placer conocerte, pero creo que debería irme a casa, no vivo muy lejos de aquí, pero tu compañero y tu estaréis cansados.

-Si, la verdad es que estamos agotados. A mi también me ha encantado conocerte Amelia.

-Espero que nos volvamos a ver por aquí, o por el bar de tu familia.

-Claro, si sigues rondando este barrio, nos veremos muy a menudo.

-Estupendo entonces, nos vemos por aquí, hasta pronto.

-Hasta pronto, y suerte con la entrevista.

Cuando Luisita y Miguel se disponían a salir, el chico recibió una llamada de teléfono a la cual contestó enseguida. Luisita le hacía señas a Miguel para salir, mientras el seguía hablando por teléfono. El chico se puso bastante alterado y decidió pararse a mitad de camino.

-Que si, que si, que ahora mismo voy-colgó el móvil con rabia.

-¿Pasa algo?-preguntó la rubia preocupada.

-Álvaro, que me esta llamando para que vaya a su casa.

-¿No estabais enfadados?

-Si, pero me acaba de pedir disculpas y dice que no aguanta mas tiempo sin verme, y aunque me de rabia la discursión que tuvimos, lo echo mucho de menos-dijo esto ultimo con una sonrisa tonta.

-Anda tortolito, tira para casa de tu amor, que yo llego a casa en dos minutos-dijo la rubia riéndose de su amigo.

-No Luisita, te acompaño a casa y ahora me cojo un taxi, no te voy a dejar irte sola.

-Que no Miguel, de verdad, si llego en dos minutos. No pierdas tiempo, que ya bastantes días lleváis peleados por una bobada.

-Bobada no Luisita, bobada no….

-Bueno bueno venga, deja de perder el tiempo discutiendo conmigo, que sabes que yo te gano la discursión.

-Vale guapetona, me voy ya-le dio dos besos a su amiga y salió en dirección a casa de su chico.

Luisita puso rumbo a casa, con un paso moderado y pensando en el día que había tenido. Recordó a la pequeña Catalina y su forma tan divertida que tenia de despertarla. Esa niña era una dulzura en todos los sentidos. Recordó el almuerzo con su familia, y el delicioso bizcocho de su padre. Y también recordó la discursión con María, y lo absurda que le parecía pensando ahora el porque se había molestado, no sabía porque había actuado así, si su hermana solo quería pasar un día especial con su marido, y aunque le hubiera mentido, la entendía, porque era cierto que llevaba un tiempo bastante borde con su entorno y con todo el mundo en general. No le dio tiempo a seguir repasando su día cuando de repente, paró en seco. Llegando a la altura de su portal, vio una silueta un tanto familiar, volvió a retomar el paso, pero esta vez mas lento, y de nuevo la vio, era Amelia, sentada esta vez en el banco de su plaza de toda la vida.

La luna bajo tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora