𝙎𝙩𝙧𝙖𝙬𝙗𝙚𝙧𝙧𝙮 𝙑𝙤𝙙𝙠𝙖🍓 ⇢ 𝙨𝙖𝙝𝙮𝙤 [+18]

Yes! We friendly f*ck sometimes.

Sana no estaba realmente segura de que era más embriagante – su bebida o la imagen de Jihyo bailando cuerpo a cuerpo con Momo. Sus ojos estaban muy abiertos y llevando dentro cada movimiento delicioso que ocurría entre sus amigas en el primer piso del club. Entre sus manos, un vaso de cristal se movía en un vaivén para agitar la mezcla de jugos y vodka en su interior, un vaivén con el mismo ritmo que aquellas dos chicas llevaban.

Casi no pudo evitar lamerse los labios.

En un día normal, no hubiera puesto demasiada atención a ese par, como sea, después de ver como Dahyun se había ganado la lotería con aquel atractivo hombre que se había acercado a ella más temprano esa noche y la forma en que Nayeon probaba su suerte con una chica curiosa que había topado en la fila de entrada al baño, de alguna forma, algo hizo click en su mente. Y ese click surgió cuando vio a Jihyo divirtiéndose.

Se había jurado a ella misma que no volvería a caer antes de que Jihyo lo hiciera, pero... Dios. La Jihyo que sus ojos veían ahora no era nada como la Jihyo que había visto esa misma mañana – llena de estrés, preocupación y atención a cada paso que daba. Siempre era así y suponía, daría el doble de atención ahora que estaban en un país extranjero y a un día de un concierto importante.

Había jurado no caer, pero simplemente no podía evitar notar el atractivo de la menor esa noche, ese atractivo de una chica relajada, divertida y sensual que atrapaba sus ojos como ninguna otra persona lo estaba haciendo.

La japonesa envolvió sus dedos en el sudoroso vaso frio, subiéndolo lentamente hasta sus labios para dar el último trago antes de que su bebida se acabara.

—Mmmh. —Tarareó aun con el coctel en su boca. Lentamente dejo pasar el líquido por su garganta.

Sin mucha preocupación, Sana lanzó el vaso en su mano al desastre de vasos y botellas de licor que había frente a ella. El cristal bailó por unos momentos en la mesa antes de que el fondo se fijara en la superficie.

Levantó la mirada de la mesa y se encontró con los asientos vacíos de sus amigas. Casi había olvidado que estaba sola. Todas se encontraban en algún lado de ese enorme club y ella aún seguía en la mesa, embriagándose. Incluso podía ver a Chaeyoung socializando con un grupo de desconocidos cerca de la cabina del DJ – parecía que ahora que estaba ebria, el idioma no era un problema para la menor.

Sus ojos se movieron a su alrededor, viendo a la gente de otras mesas, apreciando la moda extravagante que vestían y la cantidad de botellas costosas que podían comprar. Miró curiosamente cada mesa hasta que sus ojos se toparon con un hombre que a lo lejos la veía con interés.

Un ceño fruncido inmediatamente apareció en su propia frente.

El hombre de baja estatura y apariencia algo desaliñada no encajaba nada con los príncipes tailandeses de su mesa. Su mirada era un tanto molesta y su expresión lo era aún más.

Sana realmente no era del tipo juzgar a las personas por su apariencia, pero ese hombre tenía escrito ¨raro¨ por toda su cara, y raro nunca fue su estilo. Ni ebria, ni sobria.

Desinteresadamente, Sana se levantó de la mesa antes de que aquel tipo juntara confianza para invitarle un trago, o en el peor de los casos invitarla a ir a otro lugar. Cada paso de sus tacones altos iba confiado a la pista de baile en el primer piso del club – ese hombre había sido el pequeño empujón que necesitaba para confirmar consigo misma que quería acercarse y cortejar a su líder, no quedarse ahí siendo observada como un pedazo de carne.

Si bien Jihyo y ella tenían un tipo de relación amistosa con beneficio a roce, se vio puesta en la situación de no hacer ningún movimiento desde que Jihyo le pidió no hacerlo. Los siguientes conciertos serían algo demasiado cansado y debían enfocarse, sin ninguna distracción. O al menos esas fueron las palabras de Jihyo. Como sea, mañana seria su último concierto en el extranjero y aquellas palabras no tenían el mismo impacto esa noche a como lo hacían hace unas semanas atrás. Jihyo necesitaba entender que ahora era ella quien necesitaba un enfoque y se lo haría entender no con palabras, pero con su cuerpo.