Capítulo 8

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Harry tocó con insistencia la gruesa puerta de madera de aquella vieja edificación, esperaron un par de segundos cuando esta se abrió revelando a un rubio de ojos azules.

—¿Qué carajos quieres?—El rizado sonrió de lado.

—Necesito pedirte un favor.

—Vete a la mierda.—El rubio intentó cerrar la puerta pero el pie de Harry no se lo permitió. 

—Me lo debes, Horan.

—Recuerdo haberte dicho que no quería volver a verte en mi puta vida.—El ojiverde soltó una pequeña risa floja.

—Y yo recuerdo haberte dicho que regresaría para cobrarte ese jodido favor.

—¿Qué mierda quieres?—Preguntó mientras le entregaba una taza humeante de té a un tímido Louis que agradeció con una pequeña sonrisa.

—¿No hay té para mí?—Niall rodó los ojos.

—Tu puedes irte a la mierda, ¿qué es lo que quieres?

Harry bufó y se levantó del incómodo sofá para encarar al ojiazul.

—Necesito que hagas tu magia, una nueva identidad para Louis y para mí, muy lejos de aquí, en Nueva York.

—¿Me estás jodiendo? Salí de esa mierda hace mucho tiempo, Styles.

—Me importa un carajo, sabes que me lo debes, no estarías aquí si no fuera por mí, estarías en la puta cárcel.—Niall apretó la mandíbula y finalmente suspiró.

—Supongo que puedo hablarle a mis contactos, necesito una semana.—Harry soltó una carcajada.

—Estás bromeando, ¿cierto?

—Conseguir nuevas identidades no es como ir a comprar dulces al supermercado, necesito tiempo.

—Tienes dos putos días.

—No tienes idea de lo mucho que te odio.

—¿Por qué te lo debe...?—Harry se pasó las manos por el rostro y se recostó en el mullido colchón del suelo, Niall había aceptado albergarlos en su hogar hasta que se cumpliera el plazo a regañadientes.

—Habíamos trabajado juntos un par de veces, yo le conseguía clientes y él hacía el resto, tiempo después conseguí un trabajo real y lo dejé solo, una noche me contactó totalmente asustado, un hijo de puta lo había descubierto y lo amenazaba con denunciar toda su mierda así que yo me hice cargo.

—Si se supone que lo ayudaste, ¿por qué te odia...?

—Porque él creía que sólo le daría un susto, digamos que no fue de su agrado saber que el tipo estaba muerto, él no tiene las manos manchadas de sangre pero esa muerte siempre ha quedado en su estúpida consciencia.

—Tengo miedo...

—No debes tenerlo, nada malo te pasará mientras yo esté a tu lado, lo prometo.—El rizado depositó un casto beso en sus labios y apagó la lámpara situada a un lado del colchón para poder dormir. Su pistola descansaba a un lado, cargada.

Psycho [L.S.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora