Cap. 5: "1000 cortes y una campanilla"

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Tic, toc, tic, toc,. – el sonido del reloj contaba los segundos que les quedaban... un par de llantos ahogados por una mordaza. Tic, toc, tic toc, el reloj contaba las horas de tortura acompañadas de una sonrisa oculta tras una máscara traicionera, que ocultaba las verdaderas intenciones del asesino. Una mujer y dos niños atados y amordazados en una esquina, En el otro extremo de la habitación un hombre atado a una silla y otro caminando y jugando con una navaja en sus manos, silbando una canción infantil. Se detiene en medio de los dos y comienza a hacer ta-te-ti, apuntando una vez a cada uno, al terminar se queda apuntando y mirando fijamente al hombre, se despereza y hace sonar los músculos de su cuello, luego toma la navaja y la pasea por la camisa del hombre sentado en la silla, este lo mira con los ojos aguados y suplicantes, mientras que sus palabras son detenidas por la mordaza. La navaja libera uno a uno los botones hasta descubrir por completo su pecho, el filo recorre la piel sudorosa y se detiene en sus pectorales hundiendo la punta hasta que un hilo de sangre comenzó a escaparse. El hombre ahoga un grito de dolor mientras las lágrimas caían cada vez más profusas, la mujer trataba de tapar los ojos de sus hijos y entre sollozos calmarlos, aun rogando porque alguien los salvara.

La navaja sin mermar su presión comenzó una línea horizontal que cubría el ancho de su pecho, una macha carmesí cubrió el pecho del hombre quien no podía sino que callar su llanto.

- Uhhh, tan pronto....tch tch tch, no, no...recuerda las reglas del juego si aguantas lo suficiente sin desmayarte, ellos sobreviven, ¿de acuerdo? – tomando la barbilla del hombre con dos de sus dedos y sonriendo con sus ojos.

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"Noticia de Último momento, Otra familia fue encontrada torturada y asesinada en el distrito Sur de la ciudad..." – rezaba la radio dentro de la patrulla de los detectives Li Bowen y Wang Yibo, sus primeros meses en el cuartel habían sido agotadores, habían resuelto numerosos casos y a pesar de ambos ser de pocas palabras, se llevaban muy bien, de vez en cuando contaban anécdotas de la academia, ya que habían asistido en lugares y años diferentes, Bowen era dos años mayor que Yibo, lo que hacía que tendiera a querer aconsejarlo o preguntar demasiado, como había sido siempre que lo veía jugar con la campanilla plateada, a lo que Yibo siempre respondía con evasivas o simplemente ignorándolo. El joven detective, guardaba con recelo ese recuerdo del primer amor, porque para Yibo, ese fue su primer amor, aunque hayan sido segundos. Aún recordaba esa noche, había sido arrastrado por sus compañeros a una fiesta, al otro lado de la ciudad, odiaba el bullicio y la música alta, pero sabía que era su último año y que pronto viajaría a Corea, así que pensó que debía trata de disfrutar con sus compañeros lo más que pudiera. Y ahí lo vio, una sonrisa radiante que hacía desaparecer a todo el resto de las personas, ahí estaba bailando con sus amigos, algo lo atrajo tanto, que por inercia su cuerpo se dirigió hacia el cómo atraído por un imán. El joven del lunar bajo el labio, le sonrío y se puso a bailar con él, los tragos iban y venían, aunque él no probaba ninguno, nunca había tenido mucha tolerancia al alcohol. En un momento sus manos se posaron en las caderas del otro para acompañar sus movimientos, y ahí fue cuando sintió que encajaban perfectamente, como si siempre hubieran pertenecido allí. Todo se comenzó a tornar más candente y tuvo la osadía de acercarse a su oído y preguntarle su nombre – Xiao Zhan respondió e inmediatamente llevó sus manos a la boca y abrió grande sus ojos, para luego correr buscando el baño. Él lo siguió y lo acompaño. Cuando el otro salió del baño no pudo evitar mirar ese flequillo medio mojado que caía sobre sus ojos, le molestaba que no pudiera verlos, así que lo removió – hermoso – lo pensó y lo dijo, cuando llegó el beso lo tomó desprevenido, pero no dudo en responderlo, lo tomo de la mano y busco una habitación vacía, la casa era inmensa, así que pronto encontraron una, los besos continuaron, hasta que la ropa se volvió molesta y allí sucedió, la conexión, y los flashes de imágenes confusas y un nombre que rondaba su garganta pero no salía. Los cuerpos se unieron y él nunca pudo olvidar su sonrisa. Más aun cuando despertó y no lo encontró a su lado, fue cuando se levantó que sus pies encontraron la campanilla. Lo buscó, pero ya casi no quedaba nadie en la fiesta y casi ninguno sobrio que pudiera darle el paradero del otro. Gracias, al trabajo de su papá, luego de unos días lo encontró, fue varias veces a esperarlo a la salida de su escuela, pero nunca se animó a hablarle, pasaron semanas viéndolo salir y reír con sus amigos, hasta que una tarde vio que alguien más lo esperaba y lo que vio lo hizo probar un trago amargo, alguien más osaba poner una caricia en su mejilla y tomarlo de la mano. No lo soportó y se fue, pasó toda la noche jugando con la campanilla pensando que hacer, al otro cuando por fin había decido enfrentarlo, sucedió lo de su padre y su mundo se vino abajo, días yendo y viniendo al hospital, acompañando a su madre, hasta el trágico final. No era el momento y luego de todo el caos le perdió el rastro, siempre tuvo la tentación de buscarlo, pero temía encontrarse otra vez con una escena como la que vio o peor, también intentó relaciones con otras personas, pero ninguna funcionó y ahora estaba demasiado inmerso en su trabajo como para pensar en eso. Esa campanita tenía un efecto especial en él, siempre lo calmaba cuando estaba nervioso y siempre seria especial para él.

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