VI

141 37 3
                                    

Los detestaba, en realidad no lo hacía. Creía que la estadía ahí iba a ser horrible, lo fue.

Esperaba mucho de ellos, les importaba poco.

No importaba cuánto, el tiempo jamás estuvo de su lado.

¿Qué es lo que hacía en un lugar así? Lo sabía y no, no lo entendía.

Sin molestarse en tomar en cuenta su esfuerzo, su mente fue olvidando poco a poco todo lo que significaba ser él mismo. ¿Aquello estaba bien? A nadie parecía preocuparle ese hecho.

A su alrededor, los rostros se volvieron desconocidos por un tiempo. Alguien había pulsado "resetear" en él sin compasión.

Nadie le preguntó si deseaba estar ahí, él lo aceptó. ¿Qué más podía hacer?

Respiraba por necesidad, observaba el sitio a su alrededor con cierta curiosidad escuchando muchas voces y sonidos que le parecían irritantes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Respiraba por necesidad, observaba el sitio a su alrededor con cierta curiosidad escuchando muchas voces y sonidos que le parecían irritantes. Día a día — si es que así era, pues el tiempo era desconocido en ese lugar — llegaban sujetos nuevos a aplicarle un líquido extraño a través de una aguja, algo que le quemaba, le hacía gruñir y golpear todo a su alrededor. 

Ver los rostros atónitos de los presentes y algunos con cierto miedo en sus ojos le hacían temblar de placer, aquello lo odiaba y le fascinaba, no estaba seguro. Todo daba vueltas a su alrededor y caía inconsciente tras un par de horas después de cada aplicación del líquido.

Estaba seguro que si no fuese porque una señora le repetía "Katsuki" al verlo, no sabría que ese era su nombre... o al menos eso quiere creer. ¿Podría ser sólo una etiqueta de laboratorio? No podría saberlo, le daba igual, sería su nombre. Poco a poco sus pensamientos fueron más y más fluidos, podía comprender a los "cerebritos" que pasaban frente a él observando su actitud y anotando cualquier pequeño detalle en cuadernos extraños.

Por más que quisiera intentar recordar cómo había llegado a esa situación, su cerebro no daba. Se sentía un poco mejor al saber que no era el único desdichado en el lugar, habían demasiadas cápsulas similares o más privadas que la suya. Veía cómo transportaban a otros frente a su "habitación", algunos de ellos parecían más idos que él, observaban con ojos vacíos y solían tener ataques de ira peor que los suyos.

Agradecía tener cuarto para él solo.

No había sido distinto a los demás días, siguió estando confundido aún después de que su celda fuese abierta por un sujeto de extraña apariencia a quien bautizó como "mitad-mitad" más que nada por su curiosa cabellera. Se le veía nervioso, retrocedió en cuanto logró salir sintiendo control de sí mismo, por fin.

Las alarmas del laboratorio comenzaron a sonar, el tipo mitad-mitad salió corriendo a seguir abriendo celdas hasta que simplemente desapareció de su vista. Se dignó a seguir a todos los demás que parecían saber en dónde se localizaba la salida, un tipo de cabellos puntiagudos y rojos lo seguía de cerca animadamente como si todo ahí fuese lo mejor del mundo.

No lo entendía, como todo lo demás.

Fuera del lugar muchos de los que estaban a su alrededor comenzaron a atacar a cualquier otro que no estuviese en sus mismas condiciones, como un golpe de estado, pero en contra de quienes los habían mantenido cautivos, torturándolos, borrando sus recuerdos. Simplemente tenían ese impulso de querer recuperar lo que sea que les hubiesen arrebatado.

Ya fuera todo se volvió un caos. Las personas gritaban, niños eran devorados, otros disparaban a diestra y siniestra a cualquiera que veían con tal de acabar con la "plaga". Se ocultó por un tiempo en una casa que parecía llamarlo junto al pelirrojo, dentro habían muebles sencillos y muy pocas fotografías.

— Me llamo Kirishima, Ejiro Kirishima — extendió su mano, pero no fue bien recibida. No porque fuese grosero, sino porque estaba pensando en cómo responder. De forma rápida observó algunos detalles más de la casa encontrando lo que parecía ser el apellido de la familia de esa casa, el cual tomó sin permiso, pero ya daba igual.

— Bakugo Katsuki — dijo sin más, aún así el presentarse hizo sonreír aún más al dientudo, pero aquello sólo había sido un empujón de preguntas que inició por parte de Kirishima quien parecía recordar su pasado... O tal vez sólo fingía hacerlo justo como él lo hacía. No estaba seguro. Terminó dando una edad cualquiera, una historia falsa, tener una familia imaginaria y soñar con un futuro incierto.

Kirishima se había ofrecido en salir para asegurarse de que ya todo era seguro, no le negó la idea, deseaba estar solo por un rato. A los pocos minutos de su salida, escuchó un ruido en lo que podía intuir que era la cocina o comedor de la casa, lugar al que se acercó con curiosidad encontrándose a una mujer sentada en el frío suelo acariciando el cabello de un hombre que mantenía su cabeza recostada en sus piernas.

No era ningún estúpido, ese sujeto estaba muerto. Su sangre manchaba parte del rostro de la pobre mujer y su ropa. Ella levantó la mirada hacia él, una algo vacía que recobró vida en cuanto pudo verlo mejor. Dejando a su esposo con cuidado en el suelo, se acercó a él con cuidado.

— ¿Kat...? — soltó un suave quejido, fue ahí que notó que también estaba herida. No le importó que ella tocara su rostro, que lo abrazara, que le pidiera mil y un disculpas y llorara en su pecho, lugar que se sintió pesado tal vez por verla así. Se dejó llevar, la abrazó, aceptó sus disculpas y le ayudó a acostarse junto a su esposo.

Pudo observar cómo poco a poco sus ojos se fueron cerrando perdiendo cualquier signo de vida, manteniendo una suave sonrisa. Sus propios ojos derramaron lágrimas que, si bien no comprendía, dejó fluir sintiéndose detestable.

Fue más tarde ese mismo día que pudo comprender quién era ella, en dónde estaba, pero seguía sin recordar. Esa casa mantenía recuerdos escritos en sus fotos, libros, notas, todo ahí contaba la historia de la familia que alguna vez había llegado con las espectativas por los suelos al igual que su ánimo por haber dejado todo lo que les hacía feliz.

Pidiendo que al menos el experimento que se llevaba a cabo terminara pronto para poder regresar junto a la otra familia que con pesar tuvieron que abandonar.

Kirishima volvió por la noche disculpándose, lo habían seguido y había tenido que esconderse en otro sitio. Le restó importancia, simplemente salieron de ahí sin idea a dónde ir exactamente. Ya no había nada más que pudieran temer, ya no tenían nada después de todo.

En un sólo día, la ciudad ya era un completo caos.

𝘼𝙦𝙪𝙚𝙡𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙤𝙡𝙫𝙞𝙙𝙖𝙢𝙤𝙨 ❪ᵏᵃᵗˢᵘᵈᵉᵏᵘ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora