Cuatro

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Esperaba por ella.

Para cuando se acercó a mí la sonrrisa en mi rostro no podía ser más obvia.

Mis brazos la envolvieron eh inevitablemente enterré mi rostro en su cabello para aspirar su aroma.

Me encantaba la comodidad que sentíamos el uno con el otro.

No importaba que los minutos pasarán, estábamos bien.

No quería ocultarle mis sentimientos. Cuando te enamoras se lo cuentas a tu persona de confianza, pues el problema aquí era que ella era la mía y decirle implicaba muchas cosas.

Había llegado a la conclusión de contarle sin decirle de quién se trataba.

Le diría la verdad a medias.

Y estábamos en el lugar perfecto para hablar y contarnos verdades, bajo la espesa sombra de nuestro tercer confidente, el viejo árbol.

Este era nuestro lugar de encuentro; hemos pasado tantos momentos en este lugar. Él a presenciado nuestras discusiones, escuchado nuestras penas y guardado nuestros secretos.

Es un testigo más de nuestros buenos días.

Lentamente se separa de mi y su mirada me lo dice todo.

Ya se dio cuenta de mi entusiasmo.

Pero todo ese entusiasmo se va a la basura cuando intento hablar. Me gana la cobardía y termino diciéndole que no pasa nada.

Comienzo a caminar hacia la escuela mientras intento desviar el tema.

Aunque sabía que no lo dejaría así nada más.

Para cuando la entrada de la escuela se hizo presente ante nosotros decidí soltarlo.

– Estoy enamorado.

Se escuchó el timbre de entrada y el frenético golpeteo de mi pecho empezó a disminuir.

No tendría que decir nada más y correr el riesgo de delatarme.

Sin esperar su reacción me acerque a ella y bese su mejilla para después alejarme.

No podía evitar mi sonrrisa. Había salido mejor de lo que esperaba.

Ahora ya lo sabía.

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