Prólogo.

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Miro a Mori y luego a Kouyou, ¿Que debería hacer? Irse con su padre o quedarse con la mujer que siempre lo trato con tanto cariño. Lo normal sería aceptar e irse con su padre, pero tampoco quería dejar sola a la mujer. Todo era tan confuso.

—Cariño, no vamos a obligarte a quedarte o irte, es tu decisión, así que no sientas presionado y piénsalo con calma.— le decía la mujer, acercándose a él y sonriéndole. Si escogía irse lo extrañaría mucho, pero tampoco podía obligarlo a quedarse.

Chūya asintió y salió de la habitación, caminando hasta la de Kyouka, ella podría ayudarle a tomar una decisión, o eso esperaba.

Tocó la puerta y luego de escuchar un pase por parte de ella, entró.

—Chūya, no puedo decidir por ti, debes hacerlo tú mismo.— le dijo ella antes de que esté abriera la boca.

—Lo se...y creo que ya la he tomado, creo que fue gracias a tu cara diciéndome "vete a la mierda".

—¿Cuando yo te he mirado así?— levantó una ceja, confundida.

—Todo el tiempo, creeme.

—¿Entonces te irás? No te extrañaré, tengo en mente.

—Yo tampoco, no te preocupes.

Chūya se levantó y se fue, Kyouka siempre era de ayuda...de alguna u otra forma.

Regreso a su cuarto y comenzó a empacar sus cosas, mudarse no era algo que tenía en sus planes pero su padre lo hizo, otra vez.

No era la primera vez que le daban a elegir entre irse a vivir con su padre y nueva esposa, pero si la primera en la que decidía ir con él, tal vez no estaba mal cambiar de aires, podría conocer gente nueva y tal vez una novia, no le vendría mal tampoco.

Los anteriores matrimonios de Mori fueron un desastre, por lo que ya sabía que esté no terminaría del todo bien, el amor era una mierda después de todo.

Cerro su maleta y fue en busca de la otra. Tenía demasiadas cosas ya que se daba cuenta, debería dejar de salir tan seguido de compras con Kouyou.

La mujer pelirroja entró a la habitación y sonrió, besando la frente del niño que conocía desde que era un bebé de muy pocos meses, era como un hijo para ella, igual que Kyouka. No compartían sangre pero eso no era lo importante, era feliz con ambos a su lado y ahora...uno de sus bebés se iría.

—Te voy a extrañar.— susurro ella, teniendo entre sus brazos al menor.

—Yo también, Anne-san. Te prometo llamarte siempre que pueda.— correspondió el abrazo y cerro los ojos, sintiéndose cómodo entre sus brazos.

La mujer asintió y beso su cabeza, separándose segundos después.

Una vez termino de empacar todas sus cosas con ayuda de Kouyou y Kyouka que se unió minutos más tarde—se sentía un poco sola en su habitación y decidió ayudar—, los tres bajaron junto a las maletas y las dejaron dentro del auto.

—Me alegra saber que has decidido ir conmigo, me hubiera dolido demasiado dejarte aquí.— sonrió Mori, acariciando los cabellos de su hijo.

Los cuatro subieron al auto, yendo de camino al aeropuerto, su padre se consiguió una pareja que vivía demasiado lejos y debían de mudarse a a la otra parte del mundo más o menos, o al menos así lo veía Chūya.

Entre risas y una gran tristeza por parte de Kouyou, llegaron al aeropuerto, dónde bajaron las maletas y entraron al lugar lleno de gente.

Chūya suspiro, sabía que ese gran cambio no sería para nada fácil, sobretodo sabiendo que ahora tendría tres hermanastros.

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