"No los conozco, pero me llaman su hijo, y ella su hermano menor. ¿Quiénes son?
¿Quién es papá? ¿Quién es mamá? ¿Quién es mi hermana?
O más bien, qué son.
De pronto tengo catorce años. Pero, ¿años?, se supone he vivido tanto tiempo, rodeado de ellos. Yendo de vacaciones a la casa en el lago, a pasar navidades en la de los abuelos. Graduándome de preescolar y primaria. Asistiendo a cumpleaños de Emily, de Wallace y Pedro, mis inusitados mejores amigos. Compartiendo experiencias inexploradas, saboreando gustos con un paladar amnésico, recordando fotografías sin revelar, paseando por caminos que me saludan, cuyo gesto soy incapaz de devolver. El mundo es inerte, al vacío que recién engullí al despertarme aquella madrugada.
Estoy ebrio de vestigios anónimos, de palabras ilegibles, y cada página se humedece en mi empañado parpadeo. Observar la cocina, la sala, los dormitorios, es como andar en la avenida de las quinientas, esa donde no hallas nada familiar y sólo te interesa llegar a casa.
Mi casa. Allí, las paredes son grises, no importa si mamá trae verde, si papá las mancha de café, si mi hermana salpica violeta. El suelo es tan frío, sin importar las venideras calurosas. Las ventanas siquiera tienen un rostro transparente con el que me enseñen el exterior. Y allá afuera, todo parece haberse detenido.
Al dormir siento como si compitiera contra una bola de boliche, para determinar quien llegará antes al suelo, blanco e intangible. Al despertar, el abrir mis ojos es un síntoma de fatiga, incorporarme es tan arduo como quebrantar el alma de un visionario. Forzar mis pies para levantarme, es como cuando el barro se traga tus pisadas y bregas para huir. Al escribir éstas palabras, el desahogo y la inercia son palabras homónimas.
Y tengo miedo. Me aterra morir, es decir, ¿qué sucederá conmigo? Y si el problema que tiene mi cerebro –o más bien, el cerebro de este cuerpo, ajeno a mi tacto–, vuelve a hacer de las suyas, ¿qué pasará con lo que he vivido?, ¿con lo poco que he podido aprender? Si eso es así, confieso que también siento algo de empatía por quien vaya a reemplazarme. Pero, no quiero ser reemplazado, deseo quedarme, incluso si eso supone robar la identidad de mi yo anterior. Lo siento por eso, de verdad."
Louise lee detenidamente todoaquello, a demanda de su hermana mayor Mery, y sólo un pensamiento gira en sucabeza: "¿Qué tonterías son éstas?"
Escrito: 26 de abril de 2019.
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La última cruzada.
PoetryTe toparás con cortos escritos que narran una peculiar llegada al final de los tiempos, o de una vida. Esta edición es especial, perteneciente a la antología de Después del ocaso, y aunque no se planea continuar con más volúmenes, no se afirma un ci...