Capitulo II

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     Desperté con la respiración agitada

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     Desperté con la respiración agitada. Suspiré y observé a mí alrededor,  atreves de la gran ventana, la luz de la luna irrumpiendo en la habitación. Todo en orden, excepto yo. Me senté en la orilla de la cama desordenando mi cabello con las manos, intentando mantener mi respiración bajo control, intentando despabilar el susto. Miré la hora en el despertador:

    2:28am

    No tenía treinta minutos de haberme dormido, y todas mis esperanzas de hacerlo, se habían ido. Cada pesadilla tenía el cruel poder de ahuyentar mis sueños, y esos sueños inalcanzables, tenían el poder de arruinar mis noches.

    Con el celular en las manos, volví a tumbarme en la cama, desperdiciando otra luna en algo tan trivial e insignificante como mi móvil; arruinando mis retinas con aquella luz artificial. Pero peor era el hecho de saber todo lo negativo que provocaba, y aún así acudir a él como si fuese mi única alternativa.

    Creo que todos tenemos un infierno personal, algo de lo que no podemos escapar; cosas capaces de espantarnos el sueño. Pero también razones por las cuales salir adelante, y muchos de nosotros, no las vemos.

    Llegué a la escuela, y fui directo al salón de clases que me correspondía; estaba vacío, como siempre, era la primera persona en entrar, porque no tenía vida social.

    Las mañanas en el salón de clases, eran mis treinta minutos de incapacidad mental, deseaba y me esforzaba por olvidarme de mí todo lo que podía; olvidar mi pasado, mi presente, y solo ser nada en este espacio poco significativo. Todo me parecía tan trivial, tan monótono, y no tenía sentido.  

    Unos minutos más tarde, por instinto abrí los ojos al percatarme de la presencia de mi maestra, y todos mis compañeros ya se encontraban en clases, incluyendo a la niña de pelo azul, sentada a mi lado, coloreando con marcadores y  dibujando flores en las hojas de su libreta; al sentir mi mirada se volteó y me regaló una sonrisa, murmuró un "buenos días", y continuó con su labor artística.

    Mi maestra, Mónica, era lo único bueno que tenía; la pasión y el amor que se le veía al enseñarnos; tan elegante y segura de sí misma. Era un modelo a seguir, y un modelo a guiar. De alguna forma conseguía mover mis mañanas, y hacer que el día valiera la pena.

    En el tiempo de descanso, tenía mis audífonos puestos, escuchando rock muy fuerte, intentaba comer mi almuerzo, cuando divisé a la chica del cabello azul  acercándose a mi mesa, sosteniendo los tirantes de su morral y sonriendo y saludando a todos en el camino.

    —Hola Axel, ¿cómo estás? —dijo tomando asiento en frente de mí. Su presencia, atraía cosas distintas, y no quería arruinar su día con lo sombrío que eran siempre los míos; no quería contestar que estaba mal, que siempre lo estaba, y tampoco quería mentir. Así que simplemente decidí no contestar —sé que aún faltan algunos días para el sábado, pero necesito agregar todo a mi agenda; si fueras tan amable de ayudarme a organizarnos, por favor. —era tan amable y educada que me conectaba con lo peor de mí. No podía, y en ese momento me invadieron las ganas de llorar. —Axel, ¿estás bien? —preguntó pareciendo verdaderamente preocupada; y eso, lo empeoraba todo.

𝐀𝐥𝐚𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora